Tito Zerené: el tenista chileno que sigue activo a los 101 años

El 12 de octubre cumplió 101 años y sigue desafiando el tiempo con una raqueta en la mano. Testigo de un siglo, mantiene intacta la memoria y el humor. Recuerda el terremoto de Chillán, la primera vez que vio un televisor en los JJ.OO. de Londres y el brillo de los ojos de Betty, el amor de su vida. Tito Zerené maneja, vive solo y sigue jugando tenis tres veces por semana, riéndose del tiempo y del olvido. Dice que no teme a la muerte y que su secreto es simple: deporte y vida sana.

Por Macarena Ríos R. /Fotografías Javiera Díaz de Valdés

“¿Cómo es la entrevista? Usted pregunte no más y yo contesto lo que quiera saber”. Miguel Zerené Báez —Tito— tiene cien años y una memoria privilegiada, “yo no sé si es castigo o bendición, pero el hecho es que me acuerdo de todo, desde niño hasta ahora”.

Es el tenista más longevo del mundo. Su nombre saltó a la palestra el 2022, cuando obtuvo el tercer lugar en el Mundial Senior de la ITF en la categoría +90 años, que jugó a sus 97 años en Delray Beach, Estados Unidos. “Yo nunca había ido a un mundial y me arrepiento hasta ahora, la verdad es que tendría que haber ido mucho tiempo antes, a los sesenta. Todavía no sé por qué no fui, nunca se me ocurrió”.

Fue el tenista Jaime Pinto quien le dijo que había un mundial Senior en Estados Unidos y que él iba a ir. “¿Por qué no vas?, me dijo. Pero si en mi vida he ido a un mundial, le contesté, voy a ir a hacer el loco allá. Deja conversarlo con mis hijos”.

Sus hijos no solo estuvieron de acuerdo, sino que lo acompañaron en el viaje, al que se sumaron sus diez nietos y un bisnieto. “Por último me sirve de paseo”, pensó Tito, en ese entonces.

“Era el más longevo del mundial, a los demás que se hubieran inscrito tendrían que haberlos sacado del cementerio”, bromea. Miguel Ángel agrega: “no hay campeonatos sobre noventa años. Él dice que le ganó a un “lolo” de 91”.

Tito toma asiento a un costado de una de las canchas del Club Palestino, donde más tarde entrenará junto a su hijo Miguel Ángel, como lo viene haciendo desde hace setenta años.

“Usted pregunte y yo le contesto”.

¿Cómo es vivir un siglo?

Le digo que no es algo muy normal. Tuve la suerte de nacer y criarme en el campo, en Villa Alegre, el año 1924, anótelo. De niño iba con mis primos a veranear a Melozal, un pueblito sin luz eléctrica ni alcantarillado que está atravesando el río Loncomilla. Mi tío abuelo tenía tierras ahí y se plantaba de todo: tomates, sandías, lentejas y viñas. Me acaba de llamar una prima, Rossy Elgueta, yo digo que es prima, pero es pariente mía, para felicitarme por el libro que saqué y agradecerme porque me acordaba de Melozal. Yo siempre me voy a acordar de Melozal, le dije. Yo creo que ese aire puro, la comida natural, la vida sana, me hizo llegar a los cien años.

Usted vivió el terremoto de Chillán

En ese terremoto murió cualquier cantidad de gente. No se imagina el susto, yo veía cómo se caían las tejas de la casa. Tuvimos que dormir en el corredor que da a la calle, dormimos muchas noches ahí, no nos atrevíamos a entrar. Vimos pasar día y noche los autos en busca de sus deudos. Los cadáveres se podían ver desde las ventanas de los autos, cuando pasaban a echar bencina al servicentro. Se cortaron todas las comunicaciones, en ese tiempo había teléfonos de manivela. No teníamos idea dónde había sido el terremoto. Eso lo supimos después.

LOS INICIOS DEL TENIS

A los dieciocho años, Tito partió a Santiago junto a su familia. “Nos fuimos a vivir a la calle Loreto 225. En ese tiempo pasaba el tren y tenía el Parque Forestal al lado, donde andaba en bicicleta. A dos cuadras de mi casa estaban las canchas de tenis del Club Internacional. Me hice socio, empecé a jugar y me gustó. Antes del tenis, yo era muy bueno para el fútbol, perdone que me tire flores, pero es la verdad. Yo era seleccionado del Liceo de Talca, donde estuve interno”.

“En cuanto al tenis, empecé jugando en cuarta categoría y fui subiendo hasta llegar a Honor donde jugué finales con Pato Cornejo, Jaime Fillol y Jaime Pinto”.

Miguel Ángel, el hijo mayor, se acerca y me muestra un libro que le regalaron a su padre: Tito Zerené: 100 años de pasión. En él está toda su historia: el terremoto del 39, las Olimpíadas de Londres de 1948, su luna de miel en Buenos Aires en la época de Perón y su vida como tenista, entre otras anécdotas.

En 1963 fundó, junto a otros siete amigos, las primeras canchas de tenis del Club Palestino. “El único que está vivo soy yo. A lo mejor no me he portado tan bien y el de arriba no me quiere llevar”.

¿Cómo lidiaba con el estrés en la época en que competía?
Mire, yo le voy a contestar bien honradamente, jamás he ido a un sicólogo. Si usted me pregunta ¿leo?, perfectamente y sin lentes, ¿escucho?, sí y sin audífonos. Juego tenis, camino, no me enfermo, me cuido.

¿Y el estrés?
El único estrés fue cuando perdí a mi señora, el amor de mi vida.

¿Cómo la conoció?
Eso es interesante que lo anote. La Betty era amiga de mi hermana Norma. Figúrese usted que uno a los veinte años no piensa casarse, anda pololeando con una y con otra.

¿Era muy pololo?
Cierra los ojos y sonríe, mientras asiente en silencio. “No escuchaste nada, Betty”, dice mirando al cielo.

“¿Es que sabe por qué era pololo? Porque tuve la suerte de que mi papá tuviera un auto, un Buik. Como él administraba casinos y trabajaba de noche, entonces dormía todo el día y yo tenía el auto a mi disposición. Imagínese, a los dieciocho años, con auto y con pelo, porque ahora no tengo (ríe). Entonces pololas no me faltaban”.

Cuando mi futura suegra supo que estábamos pololeando a escondidas con la Betty fue a hablar con mi mamá. Le dijo que la Norma le había dicho a la Betty que no saliera conmigo porque yo era muy pololo”.

¿Y que dijo su mamá?
Que tenía toda la razón.

OLIMPÍADAS DE LONDRES

“Siempre fui bien aventurero y arriesgado, por eso, cuando dijeron que iban a reanudar los Juegos Olímpicos compré un pasaje y fui como turista. Fueron las primeras olimpíadas después de la Segunda Guerra Mundial, en 1948. Allá fue la primera vez que vi la televisión. ¿Qué es esta cuestión?, dije. Me impresionó. En Londres estaba todo racionado, la comida, la bencina. Vi muchos barrios destruidos, acuérdese que los alemanes bombardearon Londres. En Piccadilly Center, en el centro de la ciudad, había una manzana completamente cercada. Nadie podía pasar porque había una bomba que todavía no desactivaban, imagínese”.

Dice que el viaje le sirvió para pensar y formalizar con Betty. “Cuando volví a Santiago hablé con ella y ella también quería. Yo sabía que también estaba enamorada. Tiempo después fuimos con mis papás donde la señora Rosa, su mamá, a pedir su mano. ¿Y sabe dónde fue la fiesta? En el Círculo Español de Alameda, no me pregunte cómo fue que lo conseguí, pero así fue”.

¿Cuál es la receta para llevar un buen matrimonio?
Difícil contestación. Yo no fui un marido perfecto, para serle bien honesto. Tuve la suerte de que mi suegra era viuda y cuando me casé se fue a vivir con nosotros. Fue la mejor decisión, porque nos ayudaba a cuidar a los niños cuando nos íbamos a trabajar en la fábrica que teníamos en Independencia, ahí sale en el libro.

Tenía una linda relación con ella
La suegra mía era una santa. Crio a todos mis hijos.

Tito Zerené vive solo con una nana y todavía maneja. Todos los jueves, impajaritablemente, Tito enfila su auto en dirección al Cementerio General para ver a Betty. “Hace unos meses fui a dar el examen de manejo para renovar el carné. El fulano que me atendió no podía creer la vista que tenía. Mire el carné, tengo para dos o tres años más. A los cien años no se lo dan a nadie”.

¿Qué consejo le daría a la juventud?
Si uno nace sano y se cría sano y empieza a hacer deporte, se alimenta bien y lleva una vida sana, sin vicios, que es lo que hice yo, debiera tener una vida larga. Yo nunca he tomado, nunca he fumado, menos esas cuestiones raras que hay hoy en día. Y deporte, esa es toda la historia, esa es toda la gracia que he hecho. No soy santo, he cometido varios pecados, nadie me va a canonizar, se lo advierto.

Tito recuerda. Las anécdotas van y vienen con viveza. “Una vez, cuando estábamos en el liceo, un profesor nos preguntó: cuando uno nace, ¿qué debe pensar? Por ahí varios dijimos lo que queríamos ser cuando grandes. Todos se equivocaron, dijo, pues cuando uno nace debe pensar que tiene que morir, porque la vida no es eterna. La mayoría de la juventud no se detiene a pensar eso, cree que va a vivir quinientos años, y vamos carreteando. Eso acorta la vida. No hay excusa para hacer deporte, el que diga que no tiene tiempo, es chiva, que se levante más temprano o almuerce más tarde”.

¿Le tiene miedo a la muerte?
Nada, todo lo contrario. El que tiene miedo a la muerte es porque está cucú.

¿Tiene algún sueño no cumplido?
A estas alturas he cumplido todos mis sueños. Tuve una vida extraordinaria y buena suerte también, hasta un número de la lotería me saqué, pero la suerte más grande fue haber conocido a la Betty. Casarme con ella fue la mejor decisión de mi vida.