Rodrigo Riveros: Con alas propias

Siempre inquieto, Rodrigo Riveros es un ingeniero aeroespacial que supo aprovechar su propia fuerza concentrándose en proyectos que tuvieran que ver justamente con eso: utilizar fuentes renovables de energía para mejorar los procesos de transporte y, de paso, salvar al planeta.

Por Monserrat Quezada L. / Fotografías Sonja San Martín D.

Una nave espacial terrestre, que transita por las calles de Concepción. Eso es lo que parece el auto solar AntüNekul2s, un vehículo creado en la Universidad de Concepción que participó y ganó la Carrera Solar de Atacama 2016, donde participaron universidades de distintos países y que busca demostrar que la utilización de esta fuente de energía no solo es una necesidad, sino que ya es una realidad.

Rodrigo Riveros es ingeniero civil aeroespacial y aeronáutico y lideró el equipo cuando logró el primer lugar. Pero esa es una carrera que él empezó a correr mucho antes.

PARTIDA

Rodrigo es de Coronel, donde pasó toda su infancia. Cuenta que siempre fue muy inquieto, y no pocas veces lo quisieron expulsar del colegio. Sin embargo, tenía buen rendimiento académico y profesores que lo apoyaron. Canalizaba el resto de su energía jugando con sus amigos del barrio, quienes también eran sus compañeros de colegio, por lo que se formó un clan que perdura hasta hoy.

Desde ese entonces, a Rodrigo le fascinan los aviones. “Una vez mi papá me regaló un avión de cincuenta centímetros que colgamos en el techo de mi pieza. Todo el tiempo lo miraba y creo que eso me marcó mucho, porque incluso quería ser piloto. Después me di cuenta de que, más que conducir un avión, me gustaba ver cómo funcionaba. Cómo era posible que algo que tenía ese peso pudiera volar”.

Así, al momento de elegir una carrera, vio que en la Universidad de Concepción existía una relativamente nueva, llamada Ingeniería Civil Aeroespacial. Le gustó tanto que fue su única opción al postular, pero ingresó y egresó en primer lugar y obtuvo doble título: ingeniero civil espacial e ingeniero civil aeronáutico.

TRAYECTO

En quinto año de la carrera, una invitación marcó su rumbo: un llamado a participar del equipo Autosolar. “Ellos necesitaban a alguien con conocimientos específicos en materiales compuestos y aerodinámica. Yo sabía de eso así que postulé y quedé. Era el segundo auto en el que trabajaba la universidad, y a mí me gustó tanto que me gané un cupo para ir a la competencia en el norte. Incluso dejé un poco de lado mi memoria de título por este proyecto, lo que me hizo darme cuenta de los grandes resultados que podía obtener cuando me concentraba en una sola cosa, porque siempre he sido un poco disperso. Fue una gran lección”.

Este proyecto universitario surgió de una invitación de la ONG La Ruta Solar, que buscaba replicar una iniciativa de países desérticos: carreras de autos impulsados por energía solar. “La UdeC fabricó la primera versión en el año 2012. Fue un auto muy grande y pesado, sin monitoreo del vehículo. De hecho, el piloto tenía que soltar el volante para testear el voltaje de las baterías, y comunicarlo por radio, intentando seguir en línea recta. De todas maneras, aguantó toda la carrera y se logró el tercer lugar. Ahí el proyecto tomó fuerza”.

El 2014 hubo una convocatoria a estudiantes y llegó Rodrigo. Hicieron un vehículo de fibra de carbono, mucho más liviano, y optimizaron el tamaño y los paneles solares. Sin embargo, a esa carrera llegó a competir Japón, líder en el tema. “Ese año participaron más equipos, y de todas maneras logramos el tercer lugar, lo que nos validó técnicamente y siguió impulsando”.

En el año 2015, consiguieron financiamiento para ir como observadores a la carrera de Australia. Esa experiencia, según cuenta el ingeniero, fue clave, porque había mucha generosidad en la entrega de conocimientos, y se notaba que el objetivo era que “todos creciéramos juntos”.

Así, una vez en Chile comenzaron a implementar las mejoras y obtuvieron un auto de lujo: “cambiamos el perfil aerodinámico, redujimos el peso de algunos componentes y nos enfocamos en el sistema de telemetría, es decir, la obtención de datos del auto de manera remota para leerlos y procesar en tiempo real: velocidad, batería, signos vitales del piloto, etc. Nos concentramos en hacer un programa de eficiencia energética en donde, al incorporar todas las variables, nos daba una ruta. Tuvimos rivales increíbles y aun así obtuvimos el primer lugar. Fue la estrategia correcta”. Ese auto se llama AntüNekul2s que significa “seguir del sol” en mapudungun.

META

 Luego del triunfo, decidieron utilizar el auto para educar. Quisieron demostrar que la energía solar se podía utilizar en cualquier lugar, no solo en el desierto, y recorrieron desde Punta Arenas a Santiago contándoles a las personas la hazaña y mostrándoles la tecnología del automóvil. Incluso se dieron cuenta de que en algunos días, la radiación en el sur era la misma que en el norte, pero evaluaron que el impacto no había sido tan grande porque existía una brecha tecnológica. “Nos deteníamos en muchas ciudades y pueblos y exponíamos sobre nuestro proyecto. Mostrábamos eficiencia, rendimiento, velocidad máxima, y qué se podía hacer con la tecnología. Pero más que la foto con el auto no había un impacto más allá. Nosotros le estábamos explicando a la gente sobre tecnologías solares, pero no sabían qué era ni cómo se distribuía la energía. Les mostrábamos las posibilidades, pero no cómo hacerlo, entonces se quedaban con la idea de que era una nave espacial que estaba fuera de su alcance”.

Así es que se plantearon un nuevo desafío, esta vez con estudiantes secundarios, para enseñarles acerca de energía eléctrica desde temprana edad y cómo ellos pueden aportar a partir de esos conocimientos a un planeta con tendencia a las energías renovables. Así nació el proyecto spin-off “Energízate”, en el 2017. “Incorporamos al equipo una fonoaudióloga y una socióloga. Somos un total de cinco personas con visiones distintas, pero con el objetivo de educar y acortar esa brecha que encontramos en el viaje”.

Durante el 2018 trabajaron con diez colegios, los que, tal como en la Carrera Solar Atacama, debían construir un vehículo impulsado por energías renovables, para participar en una competencia a fin de año. “En este caso, eso sí, ganaba el auto más eficiente; el que lograba avanzar más con la menor cantidad de energía. Es decir, ya no se trataba de velocidad, sino de usar de mejor manera el combustible que tuvieras, ya fuera fósil o renovable. Es la tendencia actual y hay que cambiar el switch desde pequeños”.

¿De qué manera se pueden incorporar hoy estos aprendizajes?
Yo aprendí a manejar el 2016, cuando ya estaba metido en el Autosolar y lo traduje en mi conducción. Voy a la velocidad que corresponde, mantengo las revoluciones por minuto adecuadas. Nada de aceleradas ni frenadas bruscas. No estamos acostumbrados a manejar así y mis copilotos se estresan, pero es necesario. Con mi conducción aumento el rendimiento de los vehículos, y evito consumir más combustibles fósiles que ya se nos están agotando.

ALAS INTELIGENTES

Del mismo Autosolar surgió la posibilidad de generar proyectos de transferencia tecnológica y postularlos a financiamiento CORFO. La idea de Rodrigo fue crear accesorios que se adhieren a la superficie de los vehículos, modificando su aerodinámica, con el fin de mejorar el rendimiento del combustible. “Según los análisis, esto logra ahorrar un millón doscientos mil pesos de combustible de un camión que se mueve diariamente. Para una empresa con una gran flota es bastante”.

Esta tecnología se utiliza en aeronáutica hace tiempo, pero el transporte va muy atrasado. “Los camiones y buses son altamente ineficientes. Hay mucha competencia y el más barato gana, por lo que esto podría hacer la diferencia. Además, trabaja de manera pasiva, es decir, una vez instalados funcionan siempre, sin necesidad de aprender a utilizarlos. Sí pueden ser complementados con cursos de conducción eficiente, pero por el solo hecho de tenerlos, ya se verá reflejado en ahorro considerable”.

Con su proyecto obtuvo financiamiento para dos etapas y ahora se encuentra en la validación comercial, buscando empresas que quieran adquirirlo. “Es una industria cerrada y muy tradicional, por lo que es un gran desafío”.

Gracias a estas iniciativas, en septiembre de 2019, Rodrigo Riveros fue elegido embajador del proyecto Líderes Ciudadanos por la Acción Climática de la Región del Biobío, asociado a la COP25. Su objetivo fue motivar a personas de las distintas comunas de la región que tuviesen emprendimientos relacionados con los transportes limpios, a postular para ser elegido como uno de los cien líderes COP. “Es un desafío que, aunque ya finalizó, siento que es lo que he estado haciendo todo este tiempo y en lo que seguiré: fomentando y buscando inspirar a que más personas conozcan y utilicen las energías renovables, sobre todo asociadas al transporte”.