En su taller del sur, rodeada de fotografías, papeles, acrílicos e hilos de colores que parecen suspender el aire, Natalia convierte la fragilidad en arte. Dice que el bordado primero fue terapia, después salvavidas y hoy, una forma de mirar el mundo. Pionera del fotobordado, por estos días da vida a la serie Minimal, donde presenta una técnica más abstracta y minimalista. “La creatividad es caos y orden en un baile de idas y venidas entre hilachas de colores”.
Por Macarena Ríos R./ Fotografías gentileza artista
En su taller pasan cosas. “Es mi espacio sagrado. Ahí nacen obras, llegan ideas y se plasman algunas. También hay enredos y frustraciones, porque el camino no es recto y tiene subidas y bajadas”.
Natalia —Nat—, nació en Valdivia y es publicista. Desde Pucón, trabaja sobre papeles que interviene con pintura y puntadas mínimas, precisas. Es pionera en Chile del fotobordado, esa técnica donde la aguja atraviesa una imagen en blanco y negro para devolverle respiración, movimiento, un pulso de vida. En sus obras, los hilos salen del marco, se escapan del orden, como si quisieran decir que el arte —como la sanación— nunca termina del todo.
“El primer trabajo fue un oso”, recuerda. “Lo convertí en un oso circense. Ahí empezó todo”.
Su historia podría haber tomado otro rumbo. Quiso ser sicóloga, pero la publicidad la desvió. “La publicidad es la ingeniería comercial del arte”, dice con humor. En la universidad tuvo un profesor, Roberto Michelsen, que la empujó a mirar distinto, “a ver la vida con ojos de niño”. De ahí viene ese impulso por sorprender, por romper la forma, por buscar el detalle que nadie ve.
Cuando irrumpió en la escena artística con el fotobordado, corría el 2016 y lo hizo mientras convivía con una artritis reumatoide que le impedía sostener una taza o escribir sin dolor. “Me dijeron que las mujeres necesitamos hacer cosas con las manos. Tenían razón. Bordar fue mi terapia”. Con el tiempo, la enfermedad entró en remisión. Ella, en cambio, no volvió a detenerse.
Hoy, sus obras combinan relieves, colores y texturas que parecen danzar sobre la superficie. “Cada obra es un homenaje. Cada una es única y original. Actualmente trabajo con catálogos, por encargos y por series desde el sur de Chile. También enseño la técnica de forma colectiva, individual, presencial y online, dentro y fuera del país”.
¿Cuál dirías que es tu sello?
Mi sello apunta al equilibrio visual armónico que intento lograr en cada obra. Busco que fotografía y bordado no se coman entre sí. Mi objetivo es darle vida a la fotografía y a través de los colores resignificar la imagen en blanco y negro.
¿Quiénes son tus referentes?
Sheila Hicks, Frida Khalo, Chiharu Shiota. Mi mamá, por todo el tema artístico y estético, y mi papá, que siempre me decía nunca digas no puedo.
¿Lo más desafiante?
Lograr vivir del arte. Todavía no lo he conseguido y eso es algo que me pesa y me duele mucho, pero entiendo que estamos en un país donde el arte no se valora como se debería. Me encantaría poder vivir ciento por ciento del arte.
UNA NUEVA PROPUESTA
Del fotobordado emigró al papel intervenido con pintura y bordado. Su nueva etapa es más abstracta, más silenciosa, de la mano de patrones africanos con los que comenzó a trabajar. “Tengo un tema con África muy fuerte, ahí te diría que nace todo este cuento del papel con pintura y bordado”.
Dice que en el sur encontró su tono: los colores neutros, la calma, la naturaleza.
“Sentía que necesitaba explorar con algo más de mi autoría. El hecho de venirme al sur me llevó a querer explorar el mundo abstracto, con la naturaleza como fuente de inspiración e irme por una corriente más minimalista”.
“Ha sido bonito descubrir mi lado B”, confiesa, “saber que de algo simple puede surgir algo hermoso”.
A Nat le gusta que la gente interprete sus obras. “Ese juego que se produce con el espectador me fascina. Esta nueva corriente artística ha tenido muy buena recepción Y estoy feliz, porque mi norte es nunca dejar de sorprender, buscar la innovación y ver hasta dónde puedo llegar”.
¿Qué te inspira?
Todo me inspira. Una película, los grandes artistas, las charlas, una obra de teatro, Pinterest. Y en esta última serie —Minimal—, los telares y lo textil.
Para la artista su trabajo está directamente relacionado con la resiliencia, “con el hecho de ser perseverante en la vida, de buscar sanar a través de las manos con un arte lleno de color y de llenar el mundo de alegría, eso es lo que busco, por eso uso siempre colores muy fuertes”.
¿Qué buscas lograr con tus obras?
Que la gente se enamore, que se fascine, que le llame la atención, que conecten con la alegría. Busco crecer y lograr exponer sola por lo menos en cinco países donde valoren el arte y me haga cada vez más conocida. Me encantaría viajar y exponer fuera de Chile.








