Ignacia Jullian: Bordar emociones, crear desde el alma

Ignacia Jullian es una destacada artista visual chilena, pintora y autodidacta del bordado, con más de dos décadas dedicadas a crear y enseñar desde el alma. Fundadora de La Galería y Galería Lab, su propuesta artística rompe las reglas del bordado tradicional con un estilo libre, intuitivo y profundamente colorido.

Cada puntada es una expresión emocional, una forma de transformar sentimientos en arte. Para Ignacia, el verdadero aprendizaje nace del amor por lo que se hace: “La intuición y el amor por lo que hacemos son la mejor escuela para formar un camino propio”.

Por Macarena Ríos R./ fotografías Javiera Díaz de Valdés y gentileza artista

Cuando Ignacia empezó a bordar, no pensaba en colores armónicos ni en composiciones perfectas. Bordaba para no quebrarse, “para transformar mis sentimientos en un lenguaje de colores”. Lo que comenzó como una catarsis íntima, terminó siendo una forma de sanación personal y colectiva, que hoy inspira a cientos de personas a expresarse desde el error, la intuición y el disfrute. “No tenía idea de bordado, fue todo ensayo y error, sin reglas, por eso lo definí como freestyle. La que necesita usar reglas para que le funcione, perfecto también”.

Desde un taller teñido de color, la creatividad se respira en cada rincón. Cuadros, pañuelos, ropa intervenida, parches. “Soy una agradecida de que a la gente le guste lo que hago, porque nunca lo hice pensando en eso sino porque estaba en un momento de mierda y la única forma de expresarlo fue a través del arte. Necesitaba vomitar todo lo que tenía adentro y estos vómitos de colores se transformaron en mi terapia, me ayudaron a canalizar mejor mis emociones. Mi prima me decía que yo era la Adele del bordado; mientras más triste estaba, sacaba las mejores cosas. El arte me salvó”.

¿Cómo conviven el error y la improvisación en tu proceso creativo?
Perfecto. En la universidad tenía un profesor de dibujo que no nos permitía usar la goma de borrar. Nos decía que un buen artista siempre podía trabajar sobre su propio error. Para mí el bordado es lo mismo, siempre trato de solucionar si hay algo que no me gustó como quedó. Me encanta trabajar sobre eso, en vez de cortar los hilos. Es super interesante ese ejercicio, como la vida misma.

En tu historia hay un cruce entre arte, psicoanálisis y lo manual. ¿Sientes que bordar puede ser una forma de meditación o sanación colectiva?
Ciento por ciento. Siempre he hecho clases en grupo y veo lo que se produce al estar bordando. El espacio se transforma en un ambiente muy rico, aunque a veces salen cosas medias tristes. Cuando estás concentrado en hacer algo que te provoca placer por los colores, por usar las manos, por lo que significa, es exquisito lo que pasa.

Hay algo muy reconocible en tu obra: color, naturaleza, animales, flores, tatuajes. ¿Qué te atrae de estos símbolos?
El color, soy una amante del color y qué mejor forma de buscar inspiración que en la naturaleza, por eso soy tan repetitiva en mi temática. Hay tantas combinaciones preciosas en ella que es una fuente inagotable de inspiración.

Cuando Ignacia bordaba con lana se le acercó la diseñadora Isidora de la Lastra con una propuesta poco común: bordar un vestido de novia. “Junto con Isidora Bauerle, tuvieron la apertura de cabeza espectacular para transformar el trabajo que yo estaba haciendo en algo mucho más sutil. En ese tiempo yo bordaba con lanas gruesas. Ellas llegaron a mi casa con el tul y los hilos de bordar y se produjo la magia. Fue mi primera incursión en algo tan delicado y una gran experiencia”.

¿En qué punto creativo estás hoy y hacia dónde te gustaría bordar mañana?
Siempre trato de que mis procesos creativos se mantengan súper activos. Soy una persona muy expresiva, muy sentimental y alegre. Además de mi mundo artístico, que me fascina, tengo un taller en una casa de arte y una fundación que es una galería de arte con sentido social que expone obras de artistas con algún tipo de discapacidad. Estoy tratando de abrir puertas, tengo un equipo increíble de personas que me están ayudando para llevar esto a cabo.

La fundación que se llama La Galería, una galería de arte que expone obras de artistas con algún grado de discapacidad. “Trabajo con trece artistas de los 26 a 70 años. Algunos son esquizofrénicos, ciegos, sordos profundos, otros con discapacidades físicas y mentales. Quería visibilizar el arte, no desde la discapacidad, sino desde su potencia”.

Recorrió más de 40 fundaciones buscando buenos artistas. Y encontró a personas maravillosas. De a poco fue armando un directorio de lujo junto a María Elena Cooper, Andrea Candia (RevésDecrecho), Bernardita Munita, y su papá. “El gran desafío fue una exposición que realizamos en el MUT el año pasado, una sala de 400 mts cuadrados, con 70 obras y 10 artistas. Mi anhelo es que sea permanente en el tiempo”.

Actualmente Ignacia está trabajando en un proyecto, Galería Lab, para poder visibilizar un nuevo concepto de trabajo en comunidad y trueque por un arte más accesible. “Quiero hacer una galería que se pueda vivir, donde puedas ver arte, tomarte un café, comprar obras o inscribirte en talleres para producir artículos con esas mismas obras. Que sea un lugar vivo, abierto y colectivo.

¿Qué te inspira?
Mis hijas, ellas me han mantenido activa y motivada a poder vivir de lo que más me gusta. Cuando uno ama lo que hace y mientras esté feliz ese es el mayor éxito del mundo. Quiero dejar una marca en ellas y que sepan que su mamá pudo vivir una vida muy creativa y que lo pasó increíble en el proceso.