A raíz de su tesis de título, la diseñadora industrial, Margarita Talep, creó Desintegra.me una original propuesta donde innovó con bioplástico a base de algas. Este material sustentable, hidrosoluble y compostable logra reemplazar envases para galletas, packaging de alimentos secos y revistas; bombillas, cucharas, papel de burbujas, entre otros. Una innovación chilena que promete mucho.
Por María Inés Manzo C. / Fotografías gentileza de Margarita Talep.
Si bien como sociedad tenemos cada vez más conciencia de las dañinas consecuencias del plástico para la salud de las personas y el planeta, aún falta mucho para ver cambios a gran escala. Esto lo sabe muy bien Margarita Talep Follert (25), diseñadora industrial, que desde su pasión por crear objetos y conocer las materialidades formó Desintegra.me, cuyo fin es reemplazar los nocivos plásticos de un solo uso como lo son las bombillas, platos, bolsas, servicios, etc.
Oriunda de Rancagua —y miembro de una familia donde reciclar era parte de la cotidianidad—, se fue a vivir a la capital para estudiar en la Universidad Diego Portales. Hizo su práctica profesional en FabLab Santiago (quienes apoyan proyectos y emprendimientos en donde la ciencia y la tecnología estén al servicio de la sociedad), en la biblioteca de biomateriales y todo la fue encaminando por la misma línea sustentable. “Me apasionaba tanto el tema que tomé un ramo de productos sustentables en la universidad y como proyecto, junto a una compañera, comenzamos a estudiar las propiedades de la caseína, proteína que se encuentra en la leche. Por muchos años esta se ha usado como bioplástico, principalmente para confeccionar botones. Entonces, para darle un giro con nuestra carrera, diseñamos un set de contenedores o vasijas para alimentos secos, que además de ser funcionales visualmente eran muy atractivos”.
A partir de esta experiencia, Margarita quiso seguir estudiando y trabajando con biomateriales, pero sentía la necesidad de cambiar la materia prima. “Hoy no está bien visto que se extraigan materiales de los animales. Entonces me dediqué a buscar otro biopolímero natural que pudiera reemplazar la caseína, pero que sus propiedades fueran similares”.
¿Qué caracteriza a los bioplásticos?
En el mundo de los plásticos, derivados del petróleo (contaminante y no biodegradables), también existe una corriente que se ha hecho popular en los últimos años que va de la mano de la innovación y sustentabilidad. En FabLab me tocó estudiar muchísimos biopolímeros, componentes que son la base de los bioplásticos como la caseína, la celulosa y las algas. Así llegué al alga roja (también llamada parda o café) que era la más idónea para mi proyecto. Al ser biodegradables y provenientes de fuentes renovables, son mucho más amigables con el medio ambiente.
DESINTEGRA.ME
“Se estima que ocho millones de toneladas de plástico de un solo uso ingresan a nuestros océanos cada año, donde perjudican seriamente la salud de los ecosistemas acuáticos y la supervivencia de las especies que los rodean. En Latinoamérica, el promedio de consumo de plástico por persona es de 31 Kg. al año, siendo Chile uno de los países con mayor consumo con 50 Kg. Además, más del 40% del plástico es de uso efímero, es decir, se usa sola una vez y luego se arroja a la basura”.
“Siempre he tenido una gran sensibilidad hacia los animales y el medio ambiente. Como profesional y al planear Desintegra.me no podía dejar de lado esta preocupación constante que tenemos como sociedad. El ecodiseño habla de la responsabilidad que tiene el diseñador con los objetos que crea, donde tiene que hacerse cargo de todos los ámbitos desde el económico, social y medioambiental. De la misma manera creo que hay que ser muy responsable cómo se extraen las materias primas y de las distintas etapas de vida del producto, incluida su degradación. Para mí este tenía que ser un proyecto vinculado a la economía circular, y hacia allá está encaminado”.
Hoy sus prototipos están divididos en distintas áreas: papel de burbujas, cucharas (fabricadas en moldes de almidón), papel de apariencia similar al celofán (delgado, flexible y transparente), envases para galletas, bombillas, tarjetas de presentación, packaging para alimentos secos como fideos y legumbres (sellado con calor); y packaging para papelería como revistas.
Los tintes de este bioplástico también son naturales…
Así es, debía ser consecuente y por ello se extraen diferentes pigmentos de la piel de frutas y/o verduras, por ejemplo del arándano que da un color azul grisáceo. En el mundo del plástico tradicional existen muchos colores que lo hacen más atractivo para su comercialización y, por lo mismo, estos debían ser igual o más llamativos.
¿De dónde obtienes el alga?
Por ahora compro la materia prima extraída del alga, es la misma que se ha utilizado por años para la cocina o cosmética, por ejemplo. Por eso parte del proyecto contempla trabajar con las comunidades recolectoras del litoral. Me gustaría que la extracción del alga fuera tan sustentable como el proyecto, en cantidades moderadas y con bancos naturales. Ya he tenido algunos acercamientos que pretendo retomar postpandemia, porque la idea es también poder darle un valor a su trabajo.
¿Cuánto se demora en degradar?
Depende del uso. No es el mismo tiempo en el que se degrada una lámina muy delgada a una cuchara que tiene tres milímetros de espesor. También varía por las condiciones en las que se está degradando el material. Por ejemplo, en el invierno se demoraría un poco más que en verano (donde hay más humedad y temperaturas más altas). Una bombilla en compostaje se demora entre tres a cuatro meses, pero puede ser menos.
PREOCUPACIÓN AMBIENTAL
“Lamentablemente, en el mercado nacional han aparecido muchas bolsas que dicen ser compostables, pero que están bajo los estándares del compostaje industrial que hoy no existe en Chile. Los requerimientos para poder compostar a esa escala exigen temperaturas muy elevadas y humedades específicas que son imposibles de alcanzar en un compostaje casero. Están desinformando a los consumidores, que creen que al preferirlas están ayudando al planeta, cuando la verdad es todo lo contrario”.
¿En qué etapa se encuentra el proyecto?
A fines del año pasado, la Universidad Diego Portales, y en conjunto con mi profesor guía, me invitaron a ser parte del nuevo laboratorio de materiales de la universidad, con el cual esperábamos desarrollar y seguir investigando en los productos. Además de postular a fondos e incorporar las maquinarias necesarias para crecer en escala, pero siempre pensando en ser responsable con el material y no sobreexplotarlo, pues no tiene sentido masificarlo a la escala del plástico. Pero por la pandemia estamos a la espera de retomar las actividades. Por ahora estoy enfocada a hacer charlas y participando de algunas exhibiciones relacionadas a Desintegra.me
¿Cuál es el primer producto que quieren sacar formalmente?
El formato lámina con el que se arman las bolsitas tipo saco (para pastas y legumbres), es el que está más desarrollado y el que es más fácil de elaborar a mayor escala. Se colocan rollos de material y la máquina se encarga de armar y sellar al calor.
Desintegra.me ha tenido mucho de ensayo y error…
Sí, y sobre todo de pruebas que no funcionaron. Pero eso también tiene su encanto, me encanta experimentar, investigar, de darle un porqué a las cosas y como diseñadora la creatividad es gigante. Lo que más me preocupa es que los productos que saquemos al mercado no le causen ningún daño al planeta, si bien su origen y desarrollo es totalmente amigable y sustentable hay que ir viendo cómo reaccionan a través de los años.
¿En qué otros proyectos estás ahora?
A comienzos del 2019, junto a mi socia, Gabriela Aguirre, desarrollamos Hyiedra. Un estudio de diseño botánico online enfocado en acercar a las personas al mundo de las plantas y, especialmente, para quienes viven en departamentos y espacios pequeños. Por la pandemia tuvimos un boom de ventas que reafirmó nuestra teoría de que las personas necesitan rodearse de naturaleza y recibir el beneficio constante de las plantas.