Familia Steinlen Avendaño: Impronta hotelera

Hace cuarenta años, cuando en el borde costero de La Serena solo existían dunas y vegas, Christian Steinlen y su mujer, Edith Avendaño, construyeron aquí las primeras cabañas tipo palafito. Los tildaron de locos, pero nada los detuvo. Formaron una empresa familiar y con el tiempo dieron vida al Hotel Santa Bárbara, una casona colonial, reconocida, entre otros méritos, por promover la accesibilidad universal y la inclusividad.

Por Verónica Ramos B. / Fotografía: Francisco Díaz U.

En 1978, dos años antes de que el entonces alcalde de La Serena, Eugenio Munizaga, inaugurara la Avenida del Mar como obra turística, el matrimonio santiaguino formado por Christian Steinlen y Edith Avendaño, ya había “conquistado” estas desoladas tierras, dando un primer y osado paso al invertir en la construcción de las cabañas Capilla del Mar, en el sector de Peñuelas.

“En ese entonces, en la costanera no había absolutamente nada, ni siquiera iluminación y, con el apoyo de privados, sin muchos recursos y escasa planificación, el exalcalde Eugenio Munizaga decide impulsar la Avenida del Mar y llama a concurso para vender estos terrenos. Participé y me adjudiqué un lote en la calle Canto del Agua, donde construimos dieciocho cabañas estilo polinésicas. Recuerdo que el camino era de tierra y en varias ocasiones tuvimos que salir en el auto para guiar a los pasajeros desde la carretera”, comenta Christian Steinlen, mientras toma un café acompañado de su mujer y dos de sus cuatro hijas, Soledad y Bárbara.

Fueron pioneros en el rubro hotelero y en medio de la nada
Y muchos nos tildaron de locos, sin embargo, las cabañas fueron todo un éxito. Otro de los pioneros fue Giorgio Alziary, quien construyó las cabañas Les Mouettes y más tarde, la constructora de Guillermo Castro levantó los primeros tres edificios al norte del sector Canto del Agua, entonces hicimos las gestiones para construir un edificio de ocho pisos, al lado sur de nuestras cabañas. Estamos hablando de principios de los noventa, cuando comenzaron a aparecer varias inmobiliarias y se fueron sumando otros edificios de departamentos.

Es entonces cuando deciden vender el terreno de las cabañas Canto del Agua
Las vendimos a Guillermo Castro y a cambio nos construyó el edificio del Hotel Canto del Mar, cerca del faro. En todo este proceso vimos las potencialidades de La Serena y el tiempo nos dio la razón. Las carreteras se mejoran, aparecen automóviles con características más modernas y vimos que le destino que debía desarrollarse en el norte era la ciudad de La Serena.

Fue una época fructífera y el negocio se hizo rentableEn ese entonces, nos preocupamos de trabajar en asociatividad con otros hoteleros para promover y desarrollar
el turismo de la ciudad. Se dieron muchas luchas y poco a poco fuimos logrando que La Serena se transformara en un destino turístico.

¿Pese a esto, cree que a la Avenida del Mar le faltó mayor planificación?
Esto se hizo con la mera voluntad y con la decisión de algunos hombres de apoyar la gestión de un alcalde. No hubo mayores recursos y tampoco una visión para diseñar esta avenida. En ese tiempo esto no se notaba, pero hoy, sí lo vemos. En el Hotel Canto del Mar trabajamos durante cuarenta años y, el año pasado, decidimos vender.

¿Qué los llevó a tomar esta decisión?
Estimé que era un tiempo más que suficiente. Fueron cuarenta años sin vacaciones, entregados absolutamente al trabajo porque este rubro es así. Dos meses después de que vendimos el hotel, mi señora se enfermó y es que lamentablemente uno propone, pero Dios dispone.

SANTA BÁRBARA

Tras una lenta recuperación, Edith Avendaño saca fuerzas para mantenerse activa y afirma que aún le quedan muchas cosas por hacer. Hace más de quince años, tomó la decisión de construir una casona colonial para el funcionamiento de una escuela especial, pero se encontró con una serie de trabas que finalmente la llevaron a implementarla como un hotel, al que bautizaron como Santa Bárbara, en honor a su hija menor.

Continuando con la tradición, Soledad Steinlen, la hija mayor y de profesión ingeniera en turismo, decide entrar al negocio y apoyar a su madre con la administración. “Desde que era una niña he trabajado con mis papás, conocí este rubro y me gustó, incluso nunca tuve vacaciones de verano porque siempre ayudaba en lo que podía. Primero trabajé en el Hotel Canto del Agua como gobernanta y después en reservas. Luego, trabajé en una empresa de rent a car y cuando mi mamá construyó Santa Bárbara decidí trabajar con ella”, señala Soledad, y agrega que sus hijas también han colaborado en distintas tareas que requiere el hotel.

Santa Bárbara es un hotel con características que resaltan nuestra identidad
S: Mis padres quisieron rescatar la arquitectura de una casona típica chilena, con dos corredores que miran hacia un jardín central, doce habitaciones, salones, comedor, piscina, quincho, salas de conferencia, áreas verdes y, además, funciona como centro de eventos.

E: Es un hotel familiar, un lugar de descanso y este es el sello que le hemos querido dar.

Y han sido reconocidos con importantes premios
S: Mis papás han recibido varias distinciones por su aporte al turismo de la ciudad, entre ellos, por parte de la Municipalidad de La Serena y hace tres años, el Hotel Santa Bárbara fue premiado por SERNATUR por promover la inclusión social y la accesibilidad universal. La casona está diseñada para acoger a personas con distintos tipos de condiciones físicas y capacidades diferentes.

E: Por lo mismo, recibimos a mucho adulto mayor y ofrecemos programas especiales para ellos.

¿Y qué es lo más difícil de este negocio?
E: Dar en el gusto a las personas, cada vez las expectativas son más altas. Es un rubro que tiene sus bemoles, pero no me puedo quejar.

Aquí se han sumado dos generaciones ¿cómo logran aunar la experiencia y las nuevas ideas?
E: A la Sole le encanta renovar todo, tiene muy buenas ideas y lo ha hecho muy bien.

S: Ha sido un complemento por el bien del negocio. Postulé al Capital Semilla y me adjudiqué un fondo para remodelar el hotel. Uno de los aportes fue exponer obras del ceramista Palominos con fragmentos de Gabriela Mistral. Hay un cuadro en cada habitación, más los tres que están en el hall y un mural enorme que está en el salón y donde están plasmadas las actividades económicas de la región y del país.

¿Y qué significó para ustedes la venta de los otros dos hoteles?
S: Cuando se modernizaron las cabañas me afectó porque fueron muchos años de recuerdos y vivencias. Le tenía un cariño especial, porque en este tiempo vimos, además, los avances y cambios de la Avenida del Mar. Con mis hermanas crecimos ahí, entonces guardo muy lindos momentos.

E: Lo que se vendió ya fue y como familia lo conversamos bastante, yo lamento más lo que no se hace en esta ciudad. Es necesario que las autoridades abran su mente porque acá se pueden hacer cosas maravillosas.

 Han construido una historia familiar en torno a la hotelería ¿cuál es el balance?
C: Estamos muy contentos por lo que hemos logrado. Lo que espero hoy es que mi señora se siga recuperando para que podamos cumplir con nuestros deseos.

E: Hay muchas cosas buenas. Este trabajo nos permitió educar a nuestras hijas, han viajado… soy muy agradecida de Dios y no me arrepiento de nada, todas son vivencias de aprendizaje. Soy muy feliz trabajando, esto me mantiene activa.