Cada año tenemos, alrededor del mundo, muchos fenómenos astronómicos, donde cientos de profesionales disfrutan, al final del evento, con una helada copa de champagne. Los motivos pueden ser muy variados, como un eclipse, un cálculo con resultados positivos para alguna investigación, un instrumento nuevo que funcione a la perfección, o bien, lograr un título entregado por alguna institución astronómica.
Ahora que estamos en los meses de la estación del invierno, el cielo nos muestra un aspecto totalmente diferente al que teníamos durante el verano. En esos seis meses, la Tierra se desplazó por su órbita alrededor del sol la mitad de su recorrido y nos muestra un cielo en donde se hace ver, en todo su esplendor, al centro de la Vía Láctea, que se ubica en la constelación de Sagitario. Es un lugar fácil de mirar, incluso a simple vista, sin necesidad de algún instrumento óptico.
La única condición es que sea una noche despejada, sin luna, y alejada de la contaminación lumínica de las ciudades.
En estas semanas y meses, el cielo es muy bondadoso para los amantes de la astronomía, ya que nos muestra a tres interesantes planetas de nuestro sistema solar.
Júpiter, el coloso y mayor planeta que posee cuatro satélites fácilmente visibles con un pequeño telescopio, los mismos satélites que vio Galileo Galilei hace más de cuatrocientos años con un rudimentario telescopio y que se llaman, en su honor, los satélites de Galileo, aunque sus nombres oficiales sean Ganimedes, Europa y Calisto.
Muy cerca, angularmente, se posiciona el planeta Saturno, famoso por sus anillos, que en estos meses aún se ven, ya que llegará el momento en que ellos, los anillos, estarán ubicados de canto para los observadores terrestres y no se verán, por ser muy delgados, «desapareciendo» por algunos días.
Hace algunos meses, tanto Júpiter como Saturno se juntaron en una espectacular conjunción planetaria, en donde estaban tan juntos, angularmente, que los dos se veían al mismo tiempo dentro del campo visual de los telescopios. Esa imagen en el cielo recordó a muchos lo que, posiblemente vieron, hace más de dos mil años, los famosos reyes como la Estrella de Belén, ya que hay registros de una conjunción planetaria similar, en aquellos años del nacimiento de Jesús.
Pero en estos meses hay más sorpresas, ya que el planeta más brillante del sistema solar, visible desde la Tierra, está apareciendo por el poniente, es decir por el oeste, hacia el mar.
Es un dolor de cabeza para los que andan viendo platillos voladores y extraterrestres por todas partes. Me refiero a Venus, que se ubica en estos días hacia el norponiente (noroeste) justo después de la puesta del sol.
A comienzos de junio ya era visible fácilmente, a simple vista, en esa dirección, desde Reñaca.
Es tan brillante que cambia de un color blanco intenso, a un color rojo, cuando está cerca del horizonte marino y, por efecto de la turbulencia atmosférica, parece cambiar de posición en el cielo.
Vale la pena mirar al cielo, a veces, y disfrutar de un buen café caliente o de un buen brindis tradicional, astronómico, como es un helado burbujeante.