Una sociedad menos competitiva y más amorosa es el sueño de Simón Acuña, el actual director del instituto de formación y capacitación popular INFOCAP. Desde ahí reflexiona también sobre Concepción, una ciudad de la que es parte por acción y convicción, y de la que espera lo mismo que de la entidad en la que se desempeña: mayor apertura y espacio para el encuentro.
Por Monserrat Quezada L. / Fotografías Sonja San Martín D.
Cuando Simón Acuña tenía seis años, su padre médico lo llevaba los fines de semana a visitar pacientes a domicilio. Cuando llegaban, le ordenaba: “pide baño”. Él le hacía caso y eso le permitía conocer realidades completamente diferentes a la suya. En el camino de vuelta, su papá invitaba a la reflexión: “¿Cómo era? ¿Por qué ellos no tienen las oportunidades que tienes tú? ¿Qué significa?”. “En mi casa ambos padres nos educaron muy reflexivos, muy críticos y conscientes de los privilegios y la responsabilidad que conlleva. Tampoco quedarse en la culpa, sino que movilizarse hacia la acción y a encontrarse con personas diferentes”.
Simón (32) es psicólogo de profesión, y es el tercero de cinco hermanos hombres. Está casado con Teresita, con quien tiene dos hijos: José (3) y Laura (11 meses). Toda su familia ha estado muy vinculada a la ciudad y a la Universidad de Concepción. Ahí estudió él y la mayoría de sus hermanos, y su primer trabajo fue ahí, como psicólogo deportivo en el futbol formativo. Posteriormente ingresó a INFOCAP, donde, en una primera instancia, estuvo dos años. “Encontré un lugar espectacular para desarrollarme, que me gustó sobre todo por su mirada no asistencialista”.
OTRA SOLIDARIDAD
INFOCAP, cuyo lema es “La Universidad del Trabajador”, es una iniciativa de la Compañía de Jesús, que consiste en capacitar en oficios con alta empleabilidad a adultos trabajadores pertenecientes al segmento más vulnerable de Chile. Para ello no sólo se trabaja con profesionales capacitados que imparten las asignaturas de la especialidad, sino que se busca una formación integral que complementan ramos como Matemáticas, Alfabetización Digital, Derecho y Comunicación, dictadas por profesionales voluntarios.
La iniciativa surgió a principios de los años ochenta en Santiago y en 2008 se abrió la sede en Concepción, que se ubica en Los Carrera 179, donde se imparten oficios como Gastronomía, Especialista en Belleza, Instalaciones Eléctricas, Instalaciones Sanitarias y Mueblería en Línea Plana.
Simón considera que Chile está marcado por un concepto de solidaridad errado o que, al menos, él no comparte. “Este, en cambio, es un espacio que busca generar oportunidades para las personas desde una posición de igualdad, lo que es bastante singular. En INFOCAP proponen mirar la exclusión social desde el prisma del encuentro, lo que atrae a mucha gente”.
¿Qué te ha entregado INFOCAP?
Lo primero, es que este proyecto es algo urgente: ponernos todos a disposición de un proyecto de sociedad mejor, no como una utopía, sino como algo que podemos hacer todos los días. Eso nos emplaza a todos a hacer algo. También me ha mostrado que las personas están llenas de talento, lo que también da una sensación de mucha injusticia; por un lado, nos damos cuenta de que quienes llegan acá tienen mucho que aportar, solo les hacía falta una oportunidad, pero por otro, surge la frustración por todas las personas que quedan fuera.
¿Cuál te gustaría que fuese tu sello como director?
La apertura. Hoy día la administración o la dirección de organizaciones tiene que abrirse a lo nuevo. Más que un valor, actualmente la apertura es una obligación y desde que llegué hemos tratado de abrirnos mucho a otros espacios, de diversificar tanto lo que hacemos, como las personas que recibimos y creo que hacerlo deriva en muchas cosas insospechadas. Por ejemplo, nos atrevimos a ver qué pasaba si trabajábamos con migrantes, generando cursos exclusivos para ellos y, además de adjudicarnos un fondo público inédito para eso; hoy día lideramos la única mesa público-privada que hay en la región de trabajo migrante, con gente de empresas, de organizaciones civiles y de la misma comunidad de migrantes.
¿Y esa apertura implica también otros actores?
Sí, claro. También tenemos buenas relaciones con universidades. Hay empresas que quieren poner en valor lo que son y lo que hacen y hoy trabajamos con algunas que nos ayudan con nuestra labor y ellos también se benefician. Por ejemplo, hay algunas del rubro pesquero que nos ayudan económicamente a capacitar a las personas y a su vez hemos ofrecido cursos de cocina regional con énfasis en productos del mar, para que ellos puedan poner en valor sus productos. Nosotros estamos abiertos a encontrarnos con distintos actores con los que podamos establecer este tipo de relación, donde nos podamos colaborar mutuamente.
ACORTAR BRECHAS
La apertura de la que habla Simón tiene un objetivo claro: que el mundo laboral sea más inclusivo. “La idea del desarrollo tradicional ha sido en base a ir seleccionando a los más talentosos con parámetros relacionados principalmente a la productividad. Creo que la nueva economía, donde todo es más específico y tecnológico, va a dejar a un grupo gigante de gente atrás. Nosotros vemos la inclusión no como una cuota donde se cumple con tener el uno por ciento de personas con discapacidad en una empresa, por ejemplo, sino como una cultura de trabajo en que sea un valor el que exista más diversidad. Es complicado porque eso implica pensar en otros indicadores de rentabilidad, pero creo que estamos más abiertos. Ya las empresas no están enfocándose en solo ganar plata”.
¿Qué hace falta en la sociedad para acortar definitivamente esas brechas?
Ponerle freno a la ambición. Me da la sensación de que en otra época existía una vorágine por el desarrollo, el crecimiento. Chile, en los noventa, salió rápido de la pobreza en los números, pero dejando atrás a un grupo importante de la sociedad. El llamado es a ponernos en un espacio menos competitivo, más amoroso. Hoy hay mucha gente que va por primera vez a la universidad, que tiene por primera vez un negocio, pero a veces eso fomenta valores como la competitividad, el decir: “a mí nadie me dio nada”, “esto lo hice solo”, y creen que si el vecino sigue pobre es porque es flojo o borracho. Hoy estamos en un escenario de mucha más incertidumbre, en que incluso el trabajo está cambiando, lo que nos invita a generar otro tipo de conversaciones. La invitación es a encontrarse con personas distintas, mirar menos los opuestos, dejar de ver el mundo en blanco y negro, el oprimido y el opresor, el pobre y el rico. Es difícil, porque establecer esa dualidad nos da seguridad, por eso los niños siempre quieren saber en un cuento quién es el bueno y quién es el malo, pero en el mundo real no sirve.
¿Qué sueñas para Concepción?
Pienso que eventos como la APEC, el Rally, la Copa América, y el REC son grandes instancias en las que Concepción ha estado más abierto o con más vocación para abrirse como ciudad, pero pienso que nos falta abrirnos más entre nosotros. No basta con decir que somos una marca, o con salir al mundo con un producto. Seguimos mirándonos con desconfianza. Creo que ahí hay una oportunidad de crecer como ciudad y solo falta aprovecharla.
“El llamado es a ponernos en un espacio menos competitivo, más amoroso”.
“Hoy más que un valor, en las organizaciones la apertura es una obligación”.