Mariana Illanes: Liderazgo auténtico

Capitán de Corbeta SD

Premiada como una de las “100 Mujeres Líderes a nivel nacional en la categoría Servicio Público”, Mariana brilla con luz propia. El reconocimiento no solo viene a consolidar su carrera en la Armada sino en la vida misma y que tiene que ver con ganarse los espacios. “Me encantaría resignificar este premio a futuro. Poder ser un aporte en este mundo masculino desde mi esencia femenina”.

Por Macarena Ríos R./ Fotografías Javiera Díaz de Valdés

Y ahí está Mariana un sábado de octubre. El pelo largo cae sobre sus hombros, sobre su espalda, como una suerte de respiro al habitual peinado rígido que exige el trabajo. Sobre el velador descansa La felicidad del escritor y sicoanalista Gabriel Rolón y Antes de que se enfríe el café, de Toshikazu Kawaguchi.

La casa está en silencio cuando abre el correo. Lee la primera línea. Se detiene. La vuelve a leer, una y otra vez. Y entonces llora. En su mente aparecen fragmentos de una vida en la Armada que ya suma veinte años: los operativos médico-dentales en Isla de Pascua, la ayuda a Juan Fernández después del tsunami, sus viajes a la Antártica y Panamá a bordo del buque petrolero Fernando Aldea.

La noticia es simple y enorme a la vez: ha sido nombrada una de las 100 Mujeres Líderes a nivel nacional, en la categoría Servicio Público.

En su memoria están los desfiles, los turnos, el chat Polipink. Bailan las anécdotas, las conversaciones desafiantes.

Llama a sus papás, a sus hermanos y a las amigas de la Corporación RedV que la postularon al premio, mientras el síndrome de la impostora la abraza por detrás y piensa, por un momento, que no se lo merece.

“Me costó creérmelo”, me dirá después. Pero entonces empezaron a llegar los mensajes: “Mi capitán se lo merece”, “estoy orgullosa de que nos represente”. Y algo se acomoda por dentro, como si todas las horas invisibles, las decisiones difíciles y el trabajo silencioso encontraran, por fin, un nombre.

“Creo que represento a todas las mujeres que pertenecen a instituciones masculinizadas. Este reconocimiento lo tomo con mucha humildad y con profundo agradecimiento”.

EL DESAFÍO

Dejó la casa familiar en La Serena para estudiar Odontología en Concepción, “quería dedicarme a transformar sonrisas y servir a otros”. Trabajó en consultorios en Santiago y pensó en Dentistas sin Fronteras. El plan era claro: servicio, viaje, salud. Entonces apareció un pololo con otra idea: “¿Por qué no postulas a la Armada?”. Ella se inscribió y quedó. Corría el año 2005.

Hija única de cuatro hermanos, Mariana —47 años, dos hijos— entró a un mundo de jerarquías, uniformes y jerga naval. Tercera generación de mujeres oficiales de marina, llegó a la Escuela Naval como parte de un grupo de dentistas, médicos, abogados y dos sacerdotes.

A fines de 2006, la llamaron desde la dirección del personal de la Armada. Al año siguiente ingresarían las primeras mujeres cadetes a la Escuela Naval Arturo Prat y ella estaría a cargo de su formación, integrándose a una nueva “unidad de apoyo formativo” junto con una sicóloga, una kinesióloga y una nutricionista.

No había manual, tampoco referentes. “Me sentía frente a una gran responsabilidad, estaba dando mis primeros pasos, y decidí dar lo mejor de mí”, recuerda.

Aquellas primeras cadetes caminaron por un pasillo que nadie había transitado antes. Mariana las vio llegar, las acompañó en enfermedades, cansancios y renuncias. “Recibir a las primeras cadetes mujeres significó abrir una puerta que ya no volvería a cerrarse”. Y lo dice con el tono de quien estuvo ahí, viendo cómo una institución centenaria se movía, aunque fuera un centímetro, hacia otro lugar posible.

En esa época fue incluida entre los 100 Jóvenes Líderes de la Revista del Sábado, compartiendo páginas con nombres tan diversos como el Chino Ríos o Francisca Valenzuela.

En esa época sus compañeros le cantaban Follow the leader. Y Mariana, que nunca se creyó heroína, sintió sobre los hombros una palabra tan incómoda para ella como luminosa: referente.

Participó en varias comisiones a canales del sur. Fue a la Antártica, Iquique, Punta Arenas y Puerto Williams. Incluso viajó a Francia para ir a buscar el buque Sargento Aldea, donde solo eran tres mujeres a bordo: ella como oficial y dos cabos.

La experiencia fue dura y formativa: con las mismas exigencias que cualquier oficial y el peso adicional de saber que su desempeño abría —o cerraba— puertas para otras. “En general, las mujeres en ambientes masculinos tendemos a sobre exigirnos para ganarnos nuestro espacio”, asegura.

A bordo, aprendió que la integración real no se consigue a punta de gritos, que la disciplina y la empatía no compiten entre sí y que la confianza se gana con coherencia diaria: hacer lo que se dice y sostener la palabra empeñada.

En todo ese tiempo hubo símbolos. Fue la única oficial de sanidad dental que desfiló en una Parada Militar, a cargo de una sección compuesta solo por mujeres. También le entregaron la medalla por veinte años de servicio el 21 de mayo pasado. Pero nada de eso la despegó del piso: cada logro estaba anclado a una idea firme, casi obstinada, que se mantiene hasta hoy: servir.

VOCACIÓN DE SERVICIO

El hambre de aprender y una curiosidad incansable la llevaron a seguir estudiando; no solo cursó una especialidad en Odontología, también hizo un diplomado en Filosofía (Universidad de los Andes) otro en Neurodidáctica (UNAB), cursos de literatura —“siempre quise ser escritora”— y talleres de pintura.

Con el tiempo se dio cuenta de que esa búsqueda obedecía a algo más grande: abrazar ese rol multifacético que la había habitado toda la vida. “Así funciono, es lo que me apasiona y me encanta, aunque hay personas que me digan que tengo que encontrar un nicho y enfocarme en una sola cosa”.

Hoy Mariana siente que integró todo.

Embajadora de la Academia Her Global Impact, pertenece a la Corporación RedV y tiene un alter ego que la hace tremendamente feliz: @maridatos, un espacio donde da consejos y tips de todo tipo. “La magia está en mezclar las cosas, y en esa autenticidad el espíritu de servicio es lo que me ha movido desde siempre”.

Es la primera mujer jefa de una policlínica odontológica en la Primera Zona Naval, desde donde dirige equipos mixtos y gestiona recursos. “Defino mi liderazgo como cercano, humano y colaborativo. Me gusta llamarlo ‘liderazgo auténtico’. Creo firmemente que la autoridad debe ser inspiración para otros. Si no te siguen por convicción, algo estás haciendo mal”.

ABRIR CAMINOS

El reconocimiento como una de las 100 Mujeres Líderes llegó gracias a la postulación de la Corporación RedV Mujeres en Acción, un grupo de mujeres de la región de Valparaíso del que forma parte. El premio, dice, la honra, pero también la interpela. “Este reconocimiento es un premio a la perseverancia y al liderazgo femenino, que ha sido parte de un cambio cultural durante las últimas dos décadas y que abre más espacios a las generaciones que vienen”.

¿Qué mensaje le das a las mujeres?
Que confíen en su capacidad, que abracen todas sus facetas, que no renuncien a su esencia y que recuerden que abrir caminos no siempre es fácil, pero vale la pena.

Y entonces aparece una frase que parece condensar todo: “Me encantaría resignificar este premio a futuro. Si puedo poner todos mis talentos para el bien de la institución, para que otras mujeres ejerzan su liderazgo y se sientan representadas, acá estoy. Quiero ser un aporte en este mundo masculino desde mi esencia femenina, servir de espejo a los hombres”.

El 31 de diciembre vendrá un nuevo hito: el ascenso a Capitán de Fragata Sanidad Dental. “Seré la Comandante Illanes”, comenta con una gran sonrisa, como quien todavía se asombra de las consecuencias de sus decisiones de hace veinte años.