Esta es la historia de Matías Gajardo, un tipo incansable y voluntarioso que la supo hacer. No solo salió adelante con su emprendimiento sustentable, sino que transformó su avatar @matías_emprendedor en un referente para miles de personas que transitan en el desafiante (y a veces abrumador) camino del negocio propio.
Por Macarena Ríos R./ Fotografías gentileza entrevistado @convictuschile
Uno de los efectos colaterales de la pandemia fue el cierre temporal de los negocios catalogados como no esenciales por la autoridad y la prohibición a las pymes, que vendían desde la casa, de hacer delivery. Lejos de quedarse con los brazos cruzados, Matías publicó una foto con un cartel que en una hora ya era viral. “Todo trabajo es esencial para quien vive de él”, decía.
Sus ganas, motivación y generosidad para enseñar lo aprendido, lo han convertido en una persona cercana y creíble dentro del ecosistema emprendedor chileno.
Desde su casa en Maipú, polera negra sin diseño, pelo castaño, sonrisa fácil, dice que la escasez agudiza el ingenio, que a los políticos les falta calle y que el gran dolor de cabeza del e-commerce es la logística. Y explica: “Al principio nosotros repartíamos nuestros productos. Perdíamos dos y hasta tres días en eso y dejábamos de lado en lo que sí éramos buenos: hacer lámparas y vender. Ahí me di cuenta de lo que valía mi tiempo y que había que invertir en eso para darle un mejor uso”.
El paso obvio fue dejar en manos de terceros la logística de su incipiente emprendimiento. “Para mí es clave poder dedicarnos a lo que es nuestro espacio de genialidad, esa zona en la que nos sentimos como pez en el agua, y en la que podemos hacer las cosas mejor que nadie. Yo creo que donde más he crecido es cuando he ido delegando mis debilidades y me he ido acercando a mis fortalezas y cómo yo puedo aportar”.
¿Ese aporte va de la mano de tu cuenta en Instagram @matias_emprendedor?
Absolutamente. Siempre digo que el emprendimiento no es para todos, pero ojalá todos pudieran emprender, aunque fuera una vez, porque es una de las ocupaciones que permite conocerte mejor que nadie. En Convictus me empecé a conocer y entendí que lo que más me gustaba era la comunicación, el marketing, crear marcas, hablar con un sentido de propósito, hacer conexiones y es ahí cuando nace @matias_emprendedor con ese conocimiento más profundo de quien soy y cuáles son las cosas que sé hacer y las que más disfruto. Hice esta cuenta para compartir mi proceso emprendedor y enseñar lo aprendido.
DE INTEGRALES MÚLTIPLES Y OTRAS COSAS
Matías Gajardo Sarabia es hijo de padres comerciantes. A los cinco años ya jugaba y corría por el barrio de Estación Central. Todos los locatarios y comerciantes ambulantes lo conocían. Y él a ellos.
Entró becado a estudiar ingeniería comercial, quería que le enseñaran a emprender. ¿De qué me sirven las integrales múltiples para emprender?, les preguntaba a sus profesores. Pero no había respuestas concretas. “No le veía mucho sentido y empecé a perder la motivación. Un día leí que Steve Jobs había abandonado la universidad para fundar Apple y dije esta es la mía, voy a dejar la universidad. Con una pequeña gran diferencia: no tenía plata, no tenía contactos, no tenía ni siquiera una idea de negocios”.
¿Cuál fue la reacción de tus papás?
Les dolió, se asustaron, pero nunca dejaron de apoyarme.
“En Facebook había un meme con frase motivacional que decía: “Haz lo que puedas con lo que tengas en donde estés”. ¿Y qué es lo que yo tenía? Una toalla nova y un limpiavidrios. ¿Dónde estaba? En la calle. Y ese fue mi primer emprendimiento: limpiavidrios en los semáforos. En la esquina de la Alameda con Las Rejas”.
¿Y cómo te fue?
En un mes ganamos con un amigo ochocientos mil pesos para cada uno. Nos fue bien, hasta nos hicieron una nota en un diario, pero me aburrí. No había propósito en eso.
Buscando en qué emprender, un día vio una lámpara en la casa de un amigo hecha de tuberías, pero cuando quiso copiar el modelo para replicarla y venderla se dio cuenta de que solo los materiales costaban cincuenta mil pesos. Una locura. Ahí fue cuando empezó a mirar la basura como un recurso. Fue a las desarmadurías en 10 de Julio, a los centros de acopio y conoció el mundo del reciclaje.
“A quien yo le debo gran parte de mi educación es a Youtube. Aprendí a soldar, aprendí a ocupar las herramientas, ahí comenzamos con la Dani (Carvajal, su pareja)”.
¿De dónde nace Convictus?
Convictus significa convicción, pues realmente estamos convencidos de que se pueden hacer las cosas de manera distinta, de que podemos consumir de una forma un poco más sustentable, de que podemos darle una vuelta a lo que consideramos que era basura y que la basura existe solamente en la ausencia de creatividad. Siempre hemos creído en el trabajo en equipo y que a través de la colaboración con otras personas llegamos más lejos. “Con” y “victus” significa juntos en la victoria y eso es lo que nos representa.
¿El secreto del éxito?
No existe una fórmula mágica, pero sí algunos consejos que pueden ayudar desde mi punto de vista. Uno de ellos es construir en base a tu propósito, al sentido que le das y que va más allá del dinero. Esa motivación te va a conectar con más personas que están contigo más allá de la transacción y eso enamora a mucha gente. Nosotros no vendemos lámparas, vendemos un concepto. Otro punto muy importante es la capacitación, estudiar y aplicar. Ver de qué forma podemos comunicar esto que amamos. Cómo podemos vender, cuáles son los canales. Para mí estudiar ha sido clave y me ha permitido tener una estrategia que sea útil para más personas.
¿Parte de esa estrategia de ayuda es @lanza.emprendimiento?
Con Lanza queremos entregarles herramientas a las pymes, que tengan una página web que no solo sea bonita, sino que venda. Mi nuevo emprendimiento, que viene a apoyar Lanza, se llama @academia_acelera, un conjunto de mentorías para acompañar a las personas en el proceso de emprender: saber crear tu marca, hacer trabajo en equipo, tener mejor productividad, vender más y con menos estrés. Son emprendimientos que me llenan el alma, porque creo que solucionan problemas que yo alguna vez tuve.
PUNTO DE QUIEBRE
Durante el primer año estuvieron a punto de quebrar. “No vendíamos nada. Íbamos todos los domingos a las seis de la mañana de coleros a una feria en Maipú a vender cachureos para tener plata para la micro y seguir haciendo funcionar Convictus”.
Pero se ganaron un capital semilla. “Invertimos seiscientos mil pesos en una agencia que nos hizo una web y una campaña de publicidad con cero resultado. Imagínate la frustración. Nos cuestionamos muchísimo. Hicimos un último esfuerzo, comencé a estudiar todas las noches cuando volvía del taller hasta las dos de la mañana para ver cómo se vendía por internet”. Se metió a cuanta charla gratuita encontró. “Me di vuelta Youtube. Cuando realmente avancé fue cuando comencé a comprar cursos que eran más condensados. Y empecé a aprender, a mejorar nuestra página, a hacer publicidad. Y empezamos a vender. Nos fue tan bien que pudimos contratar a la primera persona más importante para mí: mi papá”.
Matías calcula que en cuatro años han hecho cerca de diez mil lámparas.
¿Te sientes un referente?
Me cuesta pensar que puedo ser referente para algunas personas y no es falsa modestia. Soy un privilegiado al recibir tanto cariño de la gente. Se siente mucha emoción, mucho agradecimiento y a la vez mucha responsabilidad porque también me puedo equivocar.
¿Qué viene para Convictus?
Diversificarnos. Ya no serán solo lámparas hechas de materiales sustentables, sino que la mesa sobre la que está esa lámpara también puede ser una Convictus. Vamos a trabajar con madera de roble de demolición, que nos gusta mucho. Una de las cosas que me encanta de Convictus es que no escondemos las imperfecciones del producto porque esas imperfecciones son lo que lo hacen único, hay una historia detrás. Y se parece mucho a las personas, nuestras imperfecciones nos hacen únicos, especiales y muestran nuestra esencia, nuestro sello personal.
¿Y cuál es la esencia de Matías?
Me considero una persona sencilla, básica, como mi polera, súper simple y es lo que intento, valorar las cosas simples de la vida, como me enseñó la abuelita de la Dani, con quien vivimos varios meses el año pasado a causa de la cuarentena. No hablar mal de los demás, tratar de ser un aporte y si pasé por la vida de alguien que sea para bien. Es distinto recorrer tu camino cuando todos los días hay un mensaje que dice “gracias”, “tira p’arriba”.