Desde hace años he visto cómo la juventud, y en especial quienes cursan la enseñanza básica, se han interesado por los temas del espacio. Eso se debe a la enorme difusión realizada por los medios de comunicación en nuestro país de los diferentes fenómenos astronómicos que hemos tenido.
Un gran aporte para lograr estos resultados ha sido el interés que los profesores ponen frente al alumnado cuando un evento astronómico se aproxima. Cada año, los establecimientos educacionales hacen una presentación llamada «Semana Científica», en donde los alumnos dan a conocer sus inquietudes relacionadas con la ciencia. Afortunadamente, he ido a varias de ellas, invitado por esos establecimientos, y he quedado asombrado por el nivel de investigación que los niños muestran en esa semana.
Algunos experimentos requieren de mayor cantidad de tiempo para obtener resultados, por ejemplo, cómo el sol se desplaza durante un año por el cielo, en donde aprecian que nuestro astro rey se mueve hacia el norte y hacia el sur, dando origen a las estaciones del año, según sea la altitud del sol, al mediodía. Demostrando que hay una relación muy directa entre el invierno y el verano, según sea la altura del sol y de la incidencia de los rayos que caen sobre nuestro territorio. En verano, nuestro sol está casi sobre nuestras cabezas, por lo que los rayos llegan en forma directa a nosotros. En cambio, en invierno, nuestro sol está muy al norte, llegando los rayos muy debilitados.
Lo que más me llamó la atención tanto en el Colegio de Melipilla, como en el Colegio Andree, es que los niños están realmente llenos de preguntas y curiosidades; después de las charlas, se quedan unos treinta minutos conversando y preguntando sobre diferentes temas.
Hace pocos días me tocó experimentar una sensación muy especial con los niños de un curso de primero básico, en el colegio Andree. Estuve mostrándoles a ellos el origen del día y la noche. Un fenómeno que vemos a diario, pero que, por ser tan común, no nos fijamos en la enorme importancia que tiene para nosotros. Ese ciclo de luz y oscuridad está acompañado de muchos cambios en nuestro cuerpo, como por ejemplo el ciclo del sueño y de la enorme importancia del movimiento de rotación de nuestra Tierra.
Quedaron maravillados al descubrir que nuestra Tierra, al girar sobre su eje, nos daba como resultado el día y la noche. Pero eso no fue todo, ya que uno de los niños tenía una pregunta muy especial: ¿por qué cuando en Chile tenemos la estación del verano, en algunos países del norte, como Estados Unidos o Europa, estaban en invierno?
Allí la demostración era un poco más compleja, ya que por medio del globo terráqueo, que me facilitó la profesora, hablamos del movimiento de traslación de la Tierra alrededor del sol, pero que va acompañada de una situación muy especial de nuestro planeta y es la inclinación en 23.5 grados del eje terrestre en relación al plano de la órbita terrestre. Esa pequeña inclinación es la que, curiosamente, da origen a nuestras cuatro estaciones del año, por la incidencia de los rayos solares sobre la Tierra. Para que sea más fácil entender el fenómeno, en los polos, los rayos solares llegan muy debilitados, provocando bajas temperaturas, en cambio en las zonas ecuatoriales, los rayos caen casi en forma perpendicular, durante todo el año, provocando temperaturas muy agradables, como en el Caribe.
Tanto el eclipse solar del mes de julio, como el paso del planeta Mercurio, entre el sol y la Tierra, provocaron en nuestros niños y en nuestros profesores, una avalancha de trabajos que, en mis tiempos de colegio, no eran habituales. Sabemos que el próximo año, tendremos nuevamente un gran acercamiento entre los niños y la ciencia, ya que todos estamos esperando el mes de diciembre del 2020, para apreciar, una vez más, uno de los fenómenos que nos ofrece la naturaleza en forma gratuita, como es un eclipse solar total.