La ciudad de Quillota fue fundada en 1717, pero este nombre se asocia a los inicios de la conquista de Chile, puesto que se sabe que tanto Almagro como después Valdivia evaluaron establecer en aquel hermoso valle un centro urbano, idea que finalmente no se concretó. Sin embargo, en el siglo XVIII, el centro urbano no solo prosperó, sino que además fue un referente de la zona central de Chile, con varias historias dignas de recordar, entre ellas, la de un personaje notable: la llamada “Beatita Benavides”.
A propósito del nombre “Quillota”, la ciudad había sido bautizada como “San Martín de la Concha de Quillota”, por la advocación de San Martín de Tours y la memoria del gobernador de Chile, don José de Santiago Concha y Salvatierra, más conocido como el primer Marqués de Casa Concha. En esta bella ciudad, y afamada desde tiempos precolombinos por la bondad de sus suelos agrícolas, también adquirió relevancia en tiempos pasados porque allí vivió una mujer notable que quedó en la memoria colectiva de los quillotanos. El personaje aludido se llamaba María del Carmen Benavides y Mujica, más conocida como la “Beatita Benavides”.
Nacida en Quillota en 1777, hija del gaditano Francisco Benavides Gómez y de Francisca Mujica Tapia, fue la tercera de diez hermanos. Durante su vida adquirió mucha fama, en especial porque fue muy conocida por su generosidad, en especial con los más desamparados, siendo ella una demostración concreta de que existía conciencia social mucho antes de que se transformara en un tema de discusión universal. Nunca se casó y consagró su vida como terciaria dominica, viviendo como seglar en la casa de la familia en el centro de Quillota, vivienda que durante su vida se transformó en un epicentero de la ayuda social para los más necesitados. Fue tan conocida en el contexto en que vivió —luchas de independencia, formación de la República, conflictos políticos— que su vida no pasó inadvertida, a tal punto que cuando murió, en 1849, al año siguiente se escribió y publicó una biografía escrita por Martín Clemente Urrutia, impresa en los talleres de El Mercurio de Valparaíso, y además, un fraile dominico también escribió una obra biográfica para perpetuar su memoria, ejemplos concretos de que María del Carmen Benavides fue un personaje notable de la historia quillotana.
Un denominador común en los relatos sobre este personaje es la sencillez y los innumerables testimonios de grandeza espiritual y de caridad, convirtiéndose en el contexto de su época en un modelo de santidad para los quillotanos que le conocieron. De hecho, su apodo de “beatita”, asociada a su piedad religiosa y a su pequeña estatura, deben entenderse en una admiración, que llamó la atención de personajes como Benjamín Vicuña Mackenna o Zorobabel Rodríguez, quienes recogieron testimonios de su vida.
A su muerte, fue sepultada en el cementario de Quillota, pero años más tarde, dado que su fama de santidad creció, sus restos fueron trasladados a la iglesia del templo de Santo Domingo en el centro de Quillota, donde reposan hasta hoy.
En 1989, el obispo de Valparaíso, Francisco de Borja Valenzuela, a raíz de múltiples peticiones de investigar a fondo la historia de esta silenciosa figura, pidió a los historiadores Mauro Matthei y Antonio Rehbein que hiceran dicho trabajo y como resultado del mismo se confirmó que la Beatita Benavides realmente fue una figura excepcional de la historia quillotana.