Isabel Araneda: Pinceladas

Luego de una pausa de ocho años, esta arquitecta de profesión y pintora por vocación, volvió al ruedo. En sus paisajes marinos, ahí donde se funden mar y cielo, Isabel solo usa acrílicos rojos, azules, blancos y amarillos. Y un par de pinceles. Dice que no necesita más. “Volver a pintar fue una ventana mágica, que me hizo reencontrarme con lo que me movía en la vida”.

Por Macarena Ríos R. /Fotografía Andrea Barceló

Fue cuando estudiaba arquitectura en la universidad que encontró, en los ramos de color y dibujo, un mundo nuevo y comenzó a tomar clases con diferentes artistas. “Ahí me fui por un tubo”, reconoce la discípula de Eugenio Dittborn, “una vez que terminé la carrera me dediqué a pintar”.

Corría el 2009. Con varias exposiciones y premios en el cuerpo, decidió partir a Londres. En esa época, Central Saint Martin se alzaba como “la” alternativa para profundizar en otras técnicas y tendencias artísticas. Postuló a una beca internacional. Presentó un dossier, un manifiesto —statement— acerca de su obra y cartas de recomendación. Y quedó.

¿Qué aprendiste allá?
De la vida, muchísimo. De pronto estar inserta en una realidad y en un contexto completamente diferentes al que uno creció y al que uno ha pertenecido te cambia la perspectiva de la vida y de las personas y en cómo uno se relaciona. Los artistas —igual que acá— se sacan la mugre para encontrar su voz y profundizar en su técnica, pero la diferencia es que allá son todos iguales. Me refiero a que no hay élites, ni pitutos, ni apellidos que pesen más o menos.

Durante un año Isabel disfrutó el arte. Iba a exposiciones, a museos, compartía con artistas de todo el mundo. También afianzó su inglés. Pero el regreso se le hizo cuesta arriba.

“Cuando llegué a Chile choqué con las galerías de Santiago. Me di cuenta de que mi trabajo y los conocimientos que había adquirido no importaban, que tenías que estar en un cierto circuito para poder entrar en las galerías. Fue deprimente; en ese momento la única manera de mostrar o vender mi arte era a través de ellas. Entonces decidí encontrar un trabajo estable relacionado con arquitectura”.

VOLVER A EMPEZAR

Entretanto, Isabel se casó y se fue a vivir al sur, un paréntesis que duró cuatro años y que la mantuvo alejada de las pistas. “He tenido muchas épocas y series. Pasé mucho tiempo siendo una pintora de figura humana, luego tuve una época de playas, otra época de ciclistas. Este último año, después de ocho sin pintar, me metí a los paisajes. Primero fueron paisajes del sur. El bosque tiene vida, energía, paz, tranquilidad. Te atrae y acuna. Y encontré en la abstracción la libertad de crear mi propio paisaje”.

Un cambio de vida la trajo a Viña donde comenzó a pintar de nuevo. “Viña es mi segundo hogar, donde me crié. Desde chica venía con mis papás, en cualquier época del año. Me hice muchas grandes amigas acá, mi adolescencia y juventud los pasé en Viña. Es mi hábitat. Amo el mar, además, y siempre soñé con vivir acá”.

¿Te costó volver a pintar?
Confieso que me costó. Al principio, no lograba conectar con nada acá. Para mí no tenía sentido seguir pintando paisajes patagónicos si ya no vivía ahí. Pero luego de meditar, caminar, mirar y sacar fotos supe qué era lo que tenía que hacer. Empecé con el mar, con las puestas de sol y de a poco comencé a mirar más y más el cielo y las nubes. Hoy mis cuadros son prácticamente nubes al atardecer.

¿Qué es el arte para ti?
Una forma de expresión. Es una disciplina en la que se debe trabajar mucho, seriamente y en profundidad para poder encontrar tu voz.

¿Por qué pintas?
Pinto porque es parte de mí, porque me transporta, porque alegra mi alma, porque cuando lo hago siento que me conecto con Dios en donde yo soy solo una herramienta.

¿Qué te provoca un lienzo en blanco?
Introspección, meditación, reflexión. Antes de tirarme contra la tela hago un estudio previo de imágenes y conecto con mi intuición para ver qué será lo próximo que voy a pintar.

¿Qué te inspira?
Ahora mismo me inspira el cielo, las nubes y el mar. Especialmente el atardecer porque ahí aparecen los colores que me interesan, que son muchos y muy especiales.

El paisaje costero domina el departamento de Isabel. Bueno, y sus pinturas apostadas por doquier. Hechas de pinceladas con carácter y harto corazón. “Retomé hace más de un año con toda la fuerza y en esta nueva realidad, en donde los artistas ya no dependemos de nadie más que de nosotros mismos para salir adelante, me di cuenta de que esto me dio un empuje increíble para seguir”.

¿Proyectos?
Ahora en marzo empiezo a hacer clases de pintura para que se inscriban y aprendan mi técnica. Quisiera meterme en ferias internacionales porque he tenido muchas ofertas para Miami, Londres y París, pero tengo dos hijas pequeñas aún. Por ahora quiero seguir pintando y potenciando mi Instagram, que ha sido mi fuente de ingresos este último año y un súper apoyo y motivación para pintar más y más.