A estas alturas del partido, Isa Soler es una marca registrada. Su inagotable creatividad, junto con la técnica de la sublimación, se convirtieron en la dupla perfecta para crear su propio mundo. Por estos días está abocada en sacar su próxima colección primavera/verano, y viendo la posibilidad de exportar sus productos a Estados Unidos. Encantadora como pocas, no solo nos abrió su casa, sino también su corazón. “Los colores vibrantes y la mujer como protagonista son mis principales compañeros a la hora de crear”.
Por Macarena Ríos R./ Fotografías Javiera Díaz de Valdés
El showroom de Isa Soler es una verdadera explosión de color. Ubicado en Huechuraba, es una casa donde todo, absolutamente todo, tiene su sello. Muebles, posavasos, bolsos, mat de yoga, pañuelos, manteles, caminos de mesa, imanes, lámparas, cuadros, individuales y candelabros son algunos de los productos que descansan por todos lados.
Podríamos decir que su arte es una extensión de su propia personalidad: alegre y encantadora. Su creatividad la ha llevado a pintar murales en un hotel del Valle de Elqui, ilustrar un libro infantil y desarrollar diversas colecciones de productos de decoración para algunas tiendas de retail.
¿Qué te inspira?
El día a día, las etapas en que he puesto foco como la maternidad, el empoderamiento, la libertad, la búsqueda de la esencia, el equilibrio, la muerte, la madurez.
“Me inspiran las historias de otras mujeres, sus obstáculos, lo que les ha tocado vivir. Me inspiran mis hijas, mis mujeres de la vida, las raíces, la herencia que nos han traspasado nuestras ancestras. La naturaleza y sus combinaciones de colores me nutren. Esa es la base de todo”.
Cálida y cercana, dice que, aunque a veces ha pintado historias tristes, intenta “situar esa historia en un mundo de color donde todo se ve más armónico, optimista y tranquilo. Una mirada hacia un nuevo horizonte o punto de vista”.
¿Siempre fue el color?
¡No te puedes imaginar cómo empecé! Era muy dark, melancólica y gris. La adolescencia me llevó a ese mundo más oscuro en que la mujer transitaba por el desdoblamiento del cuerpo y el alma… las curvas y pelos largos se mezclaban con lágrimas y desolación. Fue una etapa muy introspectiva. Más tarde comencé a experimentar con joyas que vendía en la playa… sacaba piezas de máquinas de coser y las transformaba en collares o accesorios raros. El color estalló con la maternidad, ahí saqué el arcoíris del bolso y no lo he dejado más.
En tus inicios, ¿tomaste algún curso o tuviste un mentor/a que te guiara o todo fue espontáneo?
La verdad es que la pintura para mí ha sido algo como respirar, creo que siempre lo hice, sin saber, sin reflexionar, sin siquiera darme cuenta. Ha sido muy espontáneo y me he dejado llevar. Hace años tuve el privilegio de toparme con un grupo de pintoras que recuerdo con mucho cariño, entre ellas Sonia Koch y Andrea Lazo, con las que hice mis primeras ventas cuando recién estaba comenzando. Ellas me motivaron a seguir, a buscar mi propio estilo, a indagar un poco más en mi talento, en la mezcla de colores y texturas… ¡y a creerme el cuento!
En España aprendiste la técnica de la sublimación que te acompaña hasta hoy, ¿fue un acierto?, ¿qué te impulsó a decir “esto es”?
¡Es que la sublimación es magia! A mí me encanta, porque además de ser una técnica con la que el estampado queda tan colorido y vibrante como el cuadro original, tiene un enfoque de diseño ecológico, totalmente amigable con el medio ambiente: en el proceso se ocupa menos energía, agua y casi no hay desperdicios. Amo todo lo que ha avanzado esta técnica en Chile y me encanta el potencial que tiene. Yo ya estoy utilizando telas con muy buena caída, que tienen en su composición setenta por ciento de botellas plásticas recicladas… ¡eso es una maravilla!
¿Tienes referentes?
Tengo una mezcla de referentes, desde Salvador Dalí con sus locuras y maneras de conceptualizar la vida, pasando por Klimt, Van Gogh, hasta llegar y situarnos en el hoy donde hay múltiples formas de expresión. Admiro mucho lo que está haciendo Romero Britto con su obra y me gusta muchísimo el arte digital de la colombiana Catalina Estrada.
Lo femenino está muy arraigado en cada uno de tus proyectos, ¿forma parte de tu imaginario?
¡Totalmente! Todo parte desde la madre tierra, somos femenino, somos volcán, somos fertilidad. La mujer es la vida, es parte de la naturaleza y son esos lugares, esas curvas, estaciones, rincones y emociones las que afloran cada vez que tengo que comenzar un nuevo proyecto.
¿Qué significa para ti ser artista?
¡Es mi vida!, disfruto al máximo los momentos de inspiración y creación. Y llevar mi arte a otros soportes u objetos me hace volar la cabeza, siento que no tengo límites y eso me desafía cada día.
¿Cuál es el mensaje que quieres entregar?
¡Alegría! Quiero entregar un mensaje de esperanza, de que todo va a estar bien, quiero que con mis pinturas o ilustraciones alguien se sienta identificado de alguna manera, que logren ver ese momento feliz o cariñoso como parte de sí mismos.