El ojo certero de Francisco Negroni, fruto de su carrera como reportero gráfico, devino en un sinnúmero de reconocimientos a nivel global. Lejos de romantizarla, el acercamiento a la fotografía de paisaje se fue dando de a poco, casi sin querer. Hasta que empezó a entenderla y vivir los fenómenos naturales; hasta que se encontró con el silencio y el tiempo infinito para dejar registro de lugares que tarde o temprano dejarían de existir. Hasta que se hizo adicto a ella y nos regaló cientos de instantáneas que hoy dan la vuelta al mundo. En estas páginas, Negroni quiso inmortalizar el otoño en el sur de Chile.
Edición Macarena Ríos R./ Fotografías Francisco Negroni
“La Patagonia siempre me ha despertado sensaciones muy fuertes. En ella te enfrentas a todo: a la soledad, al miedo, a la lejanía, al silencio, al vacío, al viento, a la escarcha. Es mi lugar favorito, es aquí donde más puedo crear y es aquí donde nace este otoño casi atemporal.
Con esta entrega busco despertar una sensación distinta en el espectador, que no solo se deje llevar por los maravillosos colores de esta estación, sino que sea un momento de belleza reflexiva, melancólica y dramática. Como una suerte de despedida donde se ha cuidado mucho lo estético y se han perseguido paisajes y momentos de luces muy interesantes.
Para reforzar la búsqueda de un «drama» decidí hacer un revelado digital diferente, con un estilo propio y original, además de utilizar unos filtros digitales para dar ese look añejo, antiguo, que pueda dar más fuerza a la interpretación de cada uno.
La fotografía para mí fue una elección de vida. Estudié y me titulé como fotógrafo publicitario. La escuela me dio el orden de los elementos y el entendimiento del color, sin olvidar lo más importante: el manejo de la luz. Más tarde me convertí en reportero gráfico como una manera de ser parte de la historia. De estar ahí… retratarla, documentarla y mostrar al mundo la realidad que nos rodeaba. Mi inspiración vino de Kevin Carter, ganador del premio Pulitzer en el año 1993. Su foto, que dio la vuelta al mundo, me impactó mucho, sobre todo el hecho de cómo, a través de una imagen, se podía generar conciencia en millones de personas sobre algún tema.
Con la llegada de la fotografía digital migré a la fotografía de paisaje. Ahí me encontré con el silencio, el tiempo y la tranquilidad. Empecé a entender la naturaleza y a vivir los fenómenos naturales. Quería que mi fotografía dejara un registro de lugares que, en algún minuto, dejarían de existir. Me hice adicto, estaba decidido a ser uno de los mejores. Para eso me saqué la cresta, me sacrifiqué lo más que pude y dejé mucho de lado.
Un buen momento es cuando capturas algo que sorprende a tu audiencia y a tu entorno. Recuerdo cuando realicé las primeras fotografías de una tormenta sucia —fenómeno científico de rayos que envuelven la fumarola o la emisión de cenizas durante una erupción volcánica—, durante la erupción del Cordón Caulle, el año 2011. Fui el único fotógrafo en estar a un kilómetro en línea recta al cráter en erupción. No se podía subir y yo rompí las reglas.
Los fenómenos naturales extremos, las tormentas eléctricas, las erupciones son momentos que no se dan todos los días, por eso captar una buena fotografía te permitirá sobresalir siempre… podrás mostrar algo diferente y muy pocas veces fotografiado de una manera técnica.
Dentro de la fotografía, la paciencia es una virtud y juega un papel determinante en los paisajes y la naturaleza. El problema de la paciencia es que en un mundo cada vez más rápido no siempre tendrás el tiempo para esperar y esperar una imagen… siempre habrá un motivo para volver a casa y olvidarte de ese momento. Pero a veces, solo a veces, funciona.
Tal vez la enseñanza que puedo rescatar de todo esto es la contemplación del espacio natural y todo lo que lo rodea, también estoy aprendiendo a respirar… eso para mí significa un descanso mental en todo ámbito.
Mi mirada ha evolucionado muchísimo desde que comencé en esto, pero ha sido gracias a que siempre estoy aprendiendo para no quedarme atrás, atento a todo lo que rodea el mundo de la fotografía.
El factor común de todas mis fotografías ha sido la pasión, el esfuerzo, la tenacidad, la valentía, el sacrificio y las ganas tremendas de ser el mejor.
Estoy seguro de que con mi trabajo me he transformado, prácticamente, en un embajador de Chile. Mis fotografías han recorrido el mundo recibiendo premios y destacando en muchos certámenes internacionales. Seguramente, mucha gente allá afuera sabe que existe un país llamado Chile gracias a ellas.
Hoy en día mi historia en la fotografía no es romántica, más bien es mi forma de mantenerme vigente e intentar vivir un tiempo más de esto. Ojalá mucho tiempo más.
Si mi lente pudiera hablar diría: ¡Gracias, Negroni, por hacer que valiera la pena!”.