Con exposiciones en Ámsterdam, Londres, Nueva York, Chicago y Miami, su obra es profundamente evocadora. Inspirada en sus viajes por el viejo continente, la pintura caótica de Basquiat y su fascinación por los anticuarios, habla de la imperfección de épocas pasadas, de opulencia, elegancia y también de decadencia. A través de lámparas de lágrimas, pisos de ajedrez, candelabros, arreglos florales y animales como gatos, galgos y pavos reales, la artista creó su propio imaginario.
Por Macarena Ríos R. /Fotografías gentileza artista
El arte siempre fue su refugio, su “zona segura”. Pero no fue hasta ganar un concurso en el museo de Bellas Artes que lo tomó como una decisión de vida y se aferró a él. Luego de la academia partió a Barcelona. La ciudad cosmopolita no solo abrió su mente, sino que en ella descubrió la libertad: “fue el lugar en donde me atreví a soñar con mi arte y a tocar puertas sin ningún tapujo. Era joven, nadie me conocía, no tenía nada que perder”. Tenía veinticuatro años cuando la descubrió Villa Del Arte Galleries y catapultó su arte al mundo. “Me hicieron soñar en grande, llevándome a ferias y exhibiciones que, en ese momento, jamás hubiese imaginado”.
Sus obras combinan bocetos en carboncillo con acrílicos vibrantes. Un tributo al pasado, al barroco, a la elegancia. Y también al caos y a los espacios decadentes e inacabados que resuelve a la perfección, a través de la profundidad monocromática y las explosiones de color tan características.
Lo que ella hace es un viaje al pasado, mostrando espacios llenos de detalles decorativos, patrones, objetos y texturas.
¿Qué te atrae de esos mundos opulentos, barrocos, un poco decadentes?
Desde mis inicios como artista el tema del pasado siempre ha estado presente. Cuando estaba en la universidad, me encantaba ir a los anticuarios. La acumulación de objetos antiguos, los espacios saturados, me permitían expresar, por medio de la línea y el dibujo, toda la intensidad y fuerza que podían transmitir esos espacios llenos de cosas.
Sus viajes por Europa, sus visitas a palacios y castillos acapararon su interés, recreando a su propio ritmo los interiores de los antiguos salones. “Con el paso del tiempo me fui desordenando, creando mi propio imaginario, en donde aparecían mis lámparas de lágrimas, piso de ajedrez, flores y mis perros, en especial los galgos. Fue algo orgánico que se fue dando de manera inconsciente, en donde claramente representaba lugares en donde se apreciaba un auge y caída de la riqueza, los excesos, la opulencia”.
¿Qué papel juega la narrativa en tu obra?
Hubo una época en mi pintura en la cual me obsesioné con los salones de té, con el personaje de María Antonieta, con los grandes salones en donde ocurrían grandiosas fiestas. Me gustaba evocar ese acento de misterio y nostalgia, retratando lugares no acabados, con un aire fantasmal.
¿Por qué el desorden tiene tanta presencia en tu obra?
Es divertido que lo menciones, debe ser porque mi cabeza como artista es dispersa y desordenada. Uno de mis grandes referentes cuando chica era Basquiat, lo que más me cautivaba de su pintura era eso, el exceso de información, el caos y la manera alocada de componer sus cuadros, porque al final es un desorden que termina entendiéndose. En mis composiciones sucede algo parecido, existe un caos, ese desorden, pero al final todos los elementos logran amarrarse y dialogar entre ellos.
Aunque el pasado, junto a los antiguos caserones llenos de anécdotas e historias, siempre la han inspirado, actualmente su foco se ha dirigido más a lo natural, “a las plantas, salir al exterior y encontrarme con ese caos de abandono, en donde la naturaleza logra apoderarse del espacio. Son etapas que uno va recorriendo, mañana quizás será otra cosa, de eso se trata el arte, es una búsqueda constante”.
Hay una tensión hermosa entre lo que se desvanece y lo que se impone en tus cuadros. ¿Cómo eliges qué dejar inacabado?
Me fascina esa observación que comentas, porque esa intención de jugar con lo inacabado en contraste con rincones concretos fue parte de una larga trayectoria y recorrido por estos escenarios. Al principio yo dibujaba y me inspiraba de una forma bastante literal, pero a medida que fue pasando el tiempo, mi pintura comenzó a soltarse, y quise enfrentar, en un mismo escenario, la realidad con lo ficticio. Cada vez me fue gustando más dejar esos rincones inconclusos, quería que mis obras quedaran con un final más abierto, logrando así múltiples lecturas. Esta intención también me permitía acentuar ese aire fantasmagórico que quería transmitir.
¿Qué lugar ocupan las galerías, las ferias y los coleccionistas hoy en tu vida artística?
Desde que comencé este camino han sido imprescindibles para mi carrera, porque visibilizan la obra y apuestan por tu trabajo. Si mi galería en España no hubiese puesto las fichas en mí, jamás hubiera participado en las ferias de arte, por ende, mis cuadros jamás lo hubiesen conocido ni adquirido los coleccionistas. En este momento colaboro con dos galerías en el extranjero: Villa del Arte Galleries (Barcelona-Ámsterdam) y Decorazon Gallery, en Nueva York, lo cual agradezco y me siento muy afortunada.
¿Te obsesiona el paso del tiempo?
Me considero una persona bastante nostálgica, siempre me han gustado mucho las tradiciones, no sé si tendrá que ver con mi historia familiar. Mis abuelos paternos llegaron de Alemania luego de la Segunda Guerra Mundial a vivir a Chile. Pienso que el desarraigo con sus costumbres y tradiciones hicieron, en especial a mi abuela, poner mucho énfasis en transmitir sus tradiciones, costumbres, idioma y canciones. Creo que de ahí viene esa adoración por las tradiciones y el pasado. Soy una persona romántica, una nostálgica del pasado, me encantaría que ciertas cosas volvieran y así sentirnos más libres.
¿Hay algún espacio real que sueñes con pintar o reinterpretar?
Aunque parezca raro, siempre he sentido una gran atracción por el Cementerio General de Santiago. Es un lugar muy potente que genera muchas cosas en mi interior; ahí se encuentra parte de nuestro pasado, de nuestra historia como país, y visitar ese espacio me produce mucha paz. A veces voy con mi croquera, dibujo, hago fotos, es un lugar que me emociona, pero a la vez me genera calma y reflexión.
¿Qué estás explorando en tu trabajo más reciente?
Actualmente estoy entrando en una nueva fase, los artistas vivimos en una eterna búsqueda. He decidido cerrar la puerta de mis salones y salir a explorar lo que hay afuera. Hace un tiempo comencé a trabajar en una serie que se llama Lugares olvidados. En ella, aparecen viveros y jardines abandonados, algunos con piano, otros sin. Lugares habitados que fueron olvidados y en donde la naturaleza se apodera del espacio y le da vida.
Si tuvieras que definir tu obra en una sola palabra, ¿cuál sería?
Yo pienso que mi obra es mi “refugio”, mi zona segura. A través de ella logro expresar y transmitir mis emociones y me permito crear y desarmar a mi manera.