Su primer fotolibro titulado Kay Nou fue reconocido como una de las mejores publicaciones del 2018 por la revista PhotobookStore de Inglaterra. Un trabajo que refleja, de manera humana y cercana, la vida de una comunidad haitiana que fue reubicada posterremoto del 2010, pero donde la esperanza de un nuevo comienzo se vio esfumada por un cruel contexto.
Por María Inés Manzo C. / Fotografía Teresa Lamas G. y gentileza Fernanda Soto Mastrantonio.
Kay Nou en creole —o criollo haitiano— significa “nuestra casa” y este fue el bello título que escogió para su primer fotolibro Fernanda Soto Mastrantonio (30) para reflejar la experiencia que vivió durante dos años en Haití. Tiempo en que no sólo conoció a una especial comunidad, que trata de sobrevivir en medio de la nada, sino que logró conocerse mejor a sí misma.
Joven Líder 2018 de la Fundación Piensa, ha participado en diversas exposiciones individuales y colectivas en el Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso (FIFV), donde este año también quiere estar presente; en el Campus Creativo UAB y el MAC de Santiago. En 2017 expuso en Fundación Telefónica, en conjunto con la ONG Leche para Haití, tratando el tema de la malnutrición infantil. Y ahora es finalista del Premio Fundación Larivière que se presentará en septiembre en Buenos Aires.
Viñamarina, estudió en la Scuola Italiana de Valparaíso. A los diecisiete años partió a España junto a su familia y regresó a Chile a los veinticinco años. Comenzó estudiando economía en la Universidad de Barcelona, pero al poco andar se dio cuenta de que no era lo suyo.
“Empecé estudiando en una escuela de fotografía muy chiquita, donde mis profesores eran fotorreporteros con una vocación tremenda y desde el principio me inculcaron el rol social de la fotografía. Algunos de ellos, por ejemplo, trabajaron retratando la inmigración ilegal y los secuestros en la frontera de México con Estados Unidos. Por eso entendí que la fotografía va más allá de un retrato, de la moda o de lo publicitario. Puede ser un agente de cambio y mostrar realidades que se invisibilizan”.
Luego estudió la carrera de fotografía en la Universidad Politécnica de Cataluña y cursó un posgrado en dirección de arte. Si bien comenzó haciendo su práctica profesional con una reconocida marca de moda española, no le apasionaba esa área y fue una de las razones que la hizo regresar. “La verdad es que mi sueño siempre había sido volver a Valparaíso”.
Pero como aquí las ofertas de trabajo eran escasas y muy poco valoradas se atrevió a abrir Atípica Studio, agencia que se encuentra dentro de la industria creativa y donde reclutó fotógrafos, audiovisuales, diseñadores y publicistas. Hoy trabajan de manera online con clientes de España, Francia y Chile. Lo que le permitió tener la estabilidad económica para hacer, paralelamente, lo que amaba.
«Me incomoda mucho la cobertura que les dan a países como Haití, pues está muy estigmatizado por el tema de la pobreza y tiene una riqueza cultural que rara vez vemos”.
RIQUEZA HUMANA
Cuando llevaba sólo seis meses con Atípica surgió la posibilidad viajar con su expareja a Haití, pues a él lo convocaron como director de América Solidaria. En ese tiempo Fernanda colaboró con esa y otras ONG como Leche para Haití y Fútbol Más. “Me inspiró realmente trabajar con ellos, porque es gente con vocación. Hacen maravillas con muy poco presupuesto y su impacto es fundamental. Haití es un país que tiene mucha pobreza y problemáticas sociales; y sus proyectos apuntan a mejorar la educación, la vivienda, la salud y el desarrollo comunitario”.
¿Cuáles fueron tus primeros trabajos?
Documenté la inauguración de la Escuela República de Chile, un proyecto muy importante de una escuela que se había caído en el terremoto. Este fue un esfuerzo conjunto del gobierno chileno con el haitiano, América Solidaria y otros agentes. Fue increíble ver a esas quinientas niñas corriendo felices por los pasillos, luego de estar cuatro años en colegios provisorios en pésimas condiciones.
Desde ahí buscaste siempre trabajos de ese estilo…
Sí, a mí me incomoda mucho la cobertura que les dan a países como Haití, pues está muy estigmatizado por el tema de la pobreza y tiene una riqueza cultural que rara vez vemos. Hay mucha creatividad, música, pintura, arte y, sobre todo, una calidad humana muy valiosa. Por eso intenté, en la media de lo posible, retratar esa otra cara. Como sociedad estamos cansados del morbo y la miseria.
¿Qué fue lo más complicado?
Al trabajar con niños que están malnutridos, me complicó mucho cómo retratarlos sin vulnerarlos, pero al mismo tiempo ser fiel a la realidad y ese conflicto se refleja en mis trabajos. Una vez me pasaron a mis brazos una niñita de once meses que no pesaba más de tres kilos, no aguanté y rompí en llanto. No es posible que la humanidad permita que estas cosas ocurran. Además, el primer año casi no pude trabajar, fue difícil. Cuando salíamos a la calle la gente nos gritaba: “blanco, ándate de acá”. Existe mucha rabia y resentimiento, porque se dan cuenta de que han sido perjudicados por la comunidad internacional, a pesar de la ayuda humanitaria. Era muy complejo colocarles “una cámara encima” y sin hablar su idioma, era violento.
¿Aprendiste creole?
Sí, como yo era la extranjera era mi responsabilidad adaptarme. Saber su contexto histórico; y que hay un respeto por su cultura y tradiciones. Reconozco que en ese tiempo lo pasé muy mal; vivíamos en Puerto Príncipe y tenía que andar con cuidado, había mucha violencia e incluso balazos en las calles (justo nos tocaron elecciones), hasta nos tocó el paso del Huracán Matthew, pero fue un tremendo aprendizaje.
«Kay Nou habla de una situación más que de un lugar, donde hay hermosas casas con un aparente futuro prometedor, pero la verdad es que no sabes qué va a pasar”.
KAY NOU
“Estaba decidida a encontrar una historia de los haitianos más parecida a la realidad y que tuviera que ver con la resiliencia. Así encontré una comunidad que había construido, como cooperativa, veintitrés casas posterremoto. Eran familias que habían sido desplazadas de Puerto Príncipe y ellos escogieron el terreno, compraron los materiales y levantaron la obra”.
“Las primeras veces viajaba dos horas a observar y hablar con lo poco que sabía del idioma. Me daba pudor sacar mi cámara, pero de a poco me empecé a acercar a las mujeres, a los niños y nos fuimos conociendo. Al final me integraron como una más y por eso lo llamé Kay Nou (Nuestra casa) y que tiene que ver con que me hayan abierto las puertas de su casa y me dejaran retratar su privacidad”.
Para Fernanda este es un proyecto que mezcla lo documental con fotografía de autor; son sus sensaciones y emociones a través del lenguaje fotográfico. “Habla de una situación más que de un lugar, donde hay hermosas casas con un aparente futuro prometedor, pero la verdad es que no sabes qué va a pasar. Los niños tienen hambre, los adultos no tienen trabajo y están aislados del mundo. Allí no hay luz, no hay agua y se encuentran a una hora y media del pueblo más cercano. No hay futuro, no tienen cómo sobrevivir”.
¿Qué historias te marcaron?
Sin duda la historia de John, a quien dediqué este libro, y murió esperando el resultado de un examen, pues tenía una masa desconocida creciendo en su estómago. Hicimos lo posible para ayudarlo, juntamos dinero, pero lamentablemente no alcanzamos a saber qué tenía. La foto que le tomé fue la última antes de su partida.
¿Qué te llamó la atención de la cotidianidad?
En Haití a pesar de la escasez de agua son muy preocupados por la limpieza. Como se usa mucho el carbón para cocinar, mantienen la cocina fuera de la casa. El problema es que como ese humo es muy tóxico hay muchos casos de cáncer al pulmón, pero es lo único que pueden hacer. Por otro lado, el haitiano tiene una dignidad muy grande, no dejan que la pobreza los defina y las mujeres van impecables a misa. Lustran sus zapatos para ir a trabajar y se los quitan para entrar a las casas.
Este es un libro de formato pequeño…
Sí, la primera edición salió en agosto del año pasado. Es muy sencillo porque no quería que fuera pretencioso. Lo bordé con la ayuda de unas amigas y se hicieron sólo treinta copias. Es un objeto tan íntimo como la historia que relata. Por un lado están las fotos como proyecto y el libro como obra. Ambos se enriquecen.
¿Y cómo llega a ser reconocido en Inglaterra?
Lanzamos Kay Nou en la galería Flash de Santiago, vendimos algunos para Europa y llegó a las manos de un crítico de fotografía en Londres. Así apareció como una de las mejores publicaciones del 2018 en la revista PhotobookStore, muy prestigiosa a nivel mundial, y para mí fue un gran orgullo.
“Ya comencé a trabajar en el proyecto hermano que se llama Lakai Li (La casa de ellos). Cuando nos fuimos a Haití en Chile casi no había haitianos, pero cuando regresé estaba todo este tema migratorio. Eso me generó muchas emociones encontradas al darme cuenta de lo mal que estaban en mi país. Constantemente los están vulnerando, muchos están hacinados o siendo discriminados. Ahora estoy en plena producción e investigación. Espero terminarlo este año y lanzarlo el próximo.
¿A quiénes vas a retratar?
Ahora estoy trabajando en San Joaquín, en Santiago. Tengo un personaje que se llama Renald, un amigo mío haitiano a quien conocí en una escuela de español. Él sintetiza la metáfora de lo que estoy tratando de explicar, que tiene que ver con la soledad, la pérdida de la identidad, con cómo ellos se encuentran en una sociedad que los rechaza constantemente. Este proyecto es mucho menos documental, más sugerente y metafórico. Por lo mismo, espero que interpele a muchas más personas.