MINJUNG-KIM
La caligrafía con pincel ocupa un lugar central en la cultura de Asia Oriental, no solo porque tiene el propósito de comunicar y transmitir, sino porque tiene una base en la escritura de caracteres que la transforma en un nexo entre el lenguaje y la forma, A menudo se considera una forma de arte abstracto, debido a su enfoque en la forma, el movimiento y la intensidad personal de los trazos de pincel y tinta. Sin embargo, son pocos los artistas como Minjung Kim, quien no solo se ha limitado a la forma y la línea, sino que ha encontrado en las filosofías que las sustentan el eje de su trabajo artístico.
Minjung Kim (Corea del Sur, 1962) creció entre una imprenta y una tienda de confección de colchas, papeles, tintas, hilos y tiras de textil, las que conformaron su primer universo. Desde muy pequeña estudió con varios maestros, entre ellos el acuarelista Yeongyun Kang. Y entre los 13 y 29 años se especializó en la formación y perfeccionamiento de la caligrafía. El ejercicio diario de concentración, imprescindible para esta práctica milenaria; el saber del comportamiento de la tinta sobre el papel; la gestualidad del trazo del pincel; así como su sólido conocimiento de la filigrana de la tinta y el papel, le permitieron una profunda comprensión de la tradición asiática y su visión del arte. Concluida su maestría en la Universidad Hongik de Seúl en la década de los ochenta, se trasladó a Milán, atraída por el Renacimiento Europeo, para estudiar en la Academia de Bellas Artes de Brera. Allí exploró la obra de artistas como Franz Kline y Paul Klee, quienes habían incursionado en la pintura oriental, y exploró nuevos temas y conceptos del arte occidental, desarrollando una estética distanciada del clásico arte asiático, y más enfocada en el valor expresivo de las manchas y marcas, desplegando un estilo artístico que entrelaza técnicas tradicionales de Oriente con formas libres y abiertas de Occidente.
Kim emplea para su trabajo Hanji, un papel coreano artesanal de larga data fabricado básicamente con fibras de la corteza interna de Morera, árbol originario de Corea. Su compleja y laboriosa fabricación le confiere una resistencia y durabilidad de hasta mil años. En este delicado y translúcido papel la artista imprime marcas y líneas con elegante precisión, expresándose con tinta y líneas naturales delineadas por la lumbre de una vela o quema de incienso, superponiendo en ocasiones capas de papel que van silenciando dibujos previos, generando diversas profundidades o develando partes ocultas de su trabajo. De esta forma, su papel no solo funciona como matizador del color, sino que se transforma en un escenario para la meditación y aprendizaje. La inspiración, señala la artista, “está en todas partes, pero hemos extraviado la capacidad para escucharla” y para encontrarla “tienes que vaciarte”, pues esto genera el espacio donde la creatividad puede fluir y el arte respirar. Este acto reiterado de quemar y superponer papel Hanji evoca un ritual de sanación emocional y meditación. La artista afirma que su arte es la disciplina de su vida y que al final del proceso debería generar alegría y sosiego. “Quien tenga y viva con mi trabajo, sentirá ese sentimiento”.
Con 30 años de trayectoria y numerosas exhibiciones, sus obras están incluidas en instituciones como la Fondazione Palazzo Bricherasio en Turín, Italia; el Tate Modern y el British Museum en Londres; el Metropolitan Museum of Art en Nueva York; el RISD Museum of Art, EE. UU., y The Leeum Samsung Museum, Corea del Sur; entre muchos. En curso se encuentra su exposición “One after the Other”, en la Galería Hyundai y en noviembre 2025, expondrá “Traces of Silence” en Galerye Commeter, Hamburgo, Alemania.