En 1969, Jim Morrison predijo un estado desfalleciente del rock, tras su florecimiento en la década previa. Para el cantante de The Doors sucederían dos cosas. Primero, los artistas volverían a sus raíces —ya sea el folk o el blues, entre distintas vertientes—, y luego habría un desarrollo de la música electrónica. Vaticinó que, en los siguientes cinco años, los artistas serían capaces de producir canciones mediante máquinas y cintas.
Como pitoniso, Morrison estuvo en lo cierto. En 1974, debutaron los alemanes Kraftwerk, un colectivo que hasta hoy se ha basado, en toda su influyente propuesta, en sintetizadores y máquinas de ritmo, relegando la instrumentación analógica y tradicional.
Durante el pasado festival Rec en Concepción, Joe Vasconcellos fue consultado sobre qué lo motiva a mantenerse creativo sin repetir fórmulas, a propósito de su colaboración con el cantante urbano nacional Drefquila, en el corte Bossa lova. “En el fondo, quiero saber”, respondió, relatando luego la experiencia colaborativa en una sala donde “no había ni un p**o instrumento”.
“Eran como ocho cabros con computadoras —detalló—, mesa de sonido y todo pasando”.
Con 65 años, el artista que se dio a conocer junto a Congreso, en los ochenta, gracias al clásico Hijo del sol luminoso, consagrado como solista mediante el seminal álbum Toque (1995), donde dio cabida a la cumbia, la cueca, el rock, la samba y el blues —todo en empaque pop para consumo masivo—, no tiene prejuicios a la hora de elaborar música. Vasconcellos no hace distinciones entre quienes trabajan con instrumentación tradicional, y los artistas que dominan aparatos colmados de botones, perillas y pantallas.
El fallecido guitarrista argentino Pappo, como tantos otros músicos de la vieja guardia, sintió un desprecio olímpico por los artistas electrónicos. «Apretar un botón no es tocar música», espetó a DJ Deró en Sábado bus, un programa de televisión trasandino a fines de los noventa. «Conseguite un empleo honesto», remató.
¿Solamente merece ser considerado músico quien sabe de acordes? ¿Hay deshonestidad en quienes se expresan musicalmente a través de herramientas electrónicas? ¿Un DJ solo presiona un botón o construye una narrativa en función de un espectáculo musical mediante máquinas? Es una discusión abierta, pero lo que está claro es que no existe una sola manera certificada de hacer música.