“El mundo cambia en un instante y nacemos en un día”, escribió alguna vez la premio Nobel de Literatura, Gabriela Mistral. Les propongo hoy una reflexión acerca de cambios y emprendimientos.
La crisis del coronavirus está provocando, a nivel global y nacional, una debacle económica que nuestra generación nunca antes había enfrentado. A nivel mundial, el FMI ha pronosticado, para 2020, una caída de -3% de la economía mundial. Para Chile se proyecta una baja incluso mayor, de un -4,5%, la peor desde la crisis de 1982-1983.
El efecto de la pandemia global sobre el empleo está siendo también devastador. La Organización Internacional del Trabajo informó que el COVID-19 hará desaparecer globalmente, entre abril y junio, el 6,7% de las horas de empleos, lo que equivale a la pérdida de 195 millones de puestos de trabajo de tiempo completo. Para Chile, la situación es poco auspiciosa. El Centro de Microdatos de la Universidad de Chile, informó que la tasa de desempleo en el Gran Santiago, para el mes de marzo, subió con fuerza hasta un 15,6%. 469.284 son las personas desocupadas, el mayor nivel en treinta y cinco años.
Aterricemos la realidad al emprendimiento. Los cierres de ciudades, negocios, fábricas y colegios, las restricciones de viajes y otras medidas para contener la expansión de la enfermedad, ha hecho que muchos negocios actuales se encuentren en riesgo de desaparecer.
Nuestros análisis preliminares en el gremio muestran que los emprendedores más afectados son los relacionados con turismo y hotelería, los pequeños proveedores de la industria de la aviación, el petróleo, el gas y la automotriz. También están aquellos que se dedican al consumo, productoras de eventos, el arte, la cultura, transportistas escolares y taxistas, por mencionar algunos. A eso es importante agregar la cantidad de emprendedores informales que viven de la venta de pequeños bienes, como comerciantes ambulantes, artistas callejeros, cantantes de micros, vendedores de ferias libres y un sinfín de actividades que dependen de la venta diaria.
¿Cómo haremos los emprendedores para enfrentar estos cambios y sobrevivir? Hace algún tiempo, los principales gremios representantes de emprendedores del país propusimos la creación de una Mesa Nacional Económica de apoyo a las pymes. Una instancia convocada por CONAPYME, la Multigremial Nacional y ASECH, con el fin de promover iniciativas de apoyo a las pequeñas y medianas empresas del país, en el marco de la alerta sanitaria. A la mesa fueron invitados representantes del gobierno, parlamentarios de todos los colores políticos, trabajadores de diversos gremios, mundo público y privado, entre otros.
A través de esta, generamos una serie de propuestas de apoyo inmediato. Son doce medidas que forman una especie de solución en cascada y abarcan desde las necesidades de los emprendedores más consolidados, hasta aquellos que sabemos que no van a ser capaces de levantarse.
Una de las propuestas es hacerse cargo como país de la reinvención. Es decir, todos aquellos que deberán asumir que su negocio no tiene futuro en el mediano plazo y que deberán cambiar el rumbo. A ellos habrá que darles nuevas herramientas como tecnología para la digitalización, capacitación y préstamos. Pero hay un punto que creo esencial entregarle a ese emprendedor. Se trata de confianza. El emprendedor que fue capaz de salir adelante una vez, muy probablemente será capaz de hacerlo muchas veces. Porque en el mundo del emprendimiento —bien lo sabemos los emprendedores—, el valor del negocio no está dado en sí mismo, sino en las capacidades que tiene su creador, que incorpora habilidades extraordinarias que hacen sacar un proyecto adelante, como visión estratégica, horas de trabajo extra e inspiración hacia sus equipos. Esa confianza en el emprendedor hoy como sociedad nos toca cuantificarla.
“Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”, dijo el también premio Nobel de Literatura, Pablo Neruda. Los emprendedores, después de esto, tampoco. Y serán esas habilidades personales las que marcarán la diferencia.