Oliver Anthony alcanzó el número uno de Billboard entre agosto y septiembre de forma inédita, sin tener un contrato ni un álbum, tampoco canciones previas en algún listado de popularidad. Grabó Rich man north of Richmond en un patio con la asistencia de un primo, cantando frente al micrófono con una guitarra acústica. Convertido en un fenómeno viral con 57 millones de visitas en Youtube en las tres primeras semanas, se trata de una composición folk de protesta en contra de los poderosos, acusando la condena de la clase obrera a la explotación y el mal sueldo. “He estado vendiendo mi alma, trabajando todo el día”, canta entre enrabiado y resignado, “horas extras por una paga de mierda”.
Hasta ahora, Christopher Anthony Lunsford, su verdadero nombre, ha rechazado millonarias ofertas para embarcarse en giras y grabar profesionalmente. No se sabe bien si tiene veintinueve o treinta y un años.
Para molestia de Anthony, tanto la derecha como la izquierda estadounidense han aludido la canción. En un video en Youtube, dijo que el progresismo pretende “desacreditarme”, mientras “la gente de las noticias conservadoras intenta identificarse conmigo, como si yo fuera uno de ellos”. Por Facebook aclaró que el tema “va sobre los políticos de D.C., propiedad de corporaciones de ambos bandos”.
Al otro lado del Atlántico, en España, cierran la temporada estival sin un claro ganador de la canción del verano, aquella fórmula que inscribía en la memoria un éxito capaz de cruzar océanos o, incluso, convertirse en un hit global. Sin embargo, la última vez que sucedió fue en 2017 con Despacito de Luis Fonsi junto a Daddy Yankee. Desde entonces, es cada vez más difícil que un sencillo invada el planeta entero.
Que un artista completamente alternativo a la promoción tradicional pueda convertirse en un éxito, queda demostrado en el caso de Oliver Anthony. También da cuenta de la fragmentación de la música pop debido a una oferta creciente —se puede grabar en un dormitorio con calidad profesional—, hasta que los hits que, literalmente, todo el mundo conoce, se conviertan en cometas que, muy de tarde en tarde, nos visitan.