Ganadores de la Mejor Empanada Tradicional de Pino 2024 y 2025 en el certamen organizado por la Ilustre Municipalidad de Viña del Mar, Cocina de Luciana se ha transformado en un ícono gastronómico de la región. Más allá de sus exquisiteces dulces y saladas, lo que atrae de este emprendimiento familiar es el rescate de las tradiciones, de las preparaciones hechas con amor y con un sabor único que ha acompañado en todo tipo de celebraciones y reuniones.
Por María Inés Manzo C. / Fotografía Javiera Díaz de Valdés
Conocidos como las famosas “Empanadas de Luciana” o simplemente “Luciana”, este emprendimiento familiar es una parada imperdible de los fines de semana y de los almuerzos de domingo. “Estamos en este local de Reñaca desde 1995, abrimos nuestras puertas un 6 de febrero. Partimos con pastelería y tortas, hasta que notamos que faltaban empanadas en la zona, no era algo masivo como hoy en día. Fuimos los primeros en hacer fritas de queso y volaron (ríe); después vino la más famosa, la de pino… y no paramos más. La gente empezó a correr la voz, se sentían como en su casa, en confianza, tratados con cariño”, cuenta Luciana Hormaechea, fundadora.
Con el tiempo se dieron cuenta de que el negocio no solo era vender productos, sino que construir una tradición en el barrio. “Muchos clientes comenzaron a venir todos los fines de semana, se formaban filas en la puerta y hasta hoy tenemos personas que nos cuentan que compran aquí desde niños y ahora traen a sus hijos. Esa continuidad es la que nos hace sentir que la Cocina de Luciana se convirtió en un patrimonio afectivo para la comunidad”.
Pero algo muy importante es que el origen de esta cocina está marcado por la herencia alemana y española de las abuelas de Luciana. “De la rama alemana aprendimos el rigor en la repostería y los sabores más sobrios; de la española, heredamos la abundancia, la pasión por las masas, las paellas y el gusto por compartir en torno a la mesa. Esa mezcla cultural está presente en cada empanada y torta que hacemos. Somos exigentes y también muy creativos”, agrega Juan Enrique Hurtado, hijo de Luciana.
HERENCIA FAMILIAR
“De mi madre aprendí las primeras recetas y, sobre todo, la rigurosidad en la cocina. Era una mujer que siempre estaba atenta a los detalles: cómo se cortaba la carne, cómo se hacía la masa, que nada quedara a medias. Esa forma de trabajar se me quedó grabada y hasta hoy es la que aplicamos en el negocio. Cuando digo que nuestras empanadas tienen tradición, hablo también de la tradición que heredé de mi madre”, recuerda Luciana.
“Abrimos este negocio junto a mi primer marido, quien encontró este local y me acompañó en toda la primera etapa. Mi hija Rosario también ha sido un pilar muy importante en la historia. Ella partió conmigo en la cocina, aprendiendo las recetas y apoyando en todo lo que se necesitaba. Con el tiempo ella tomó otros rumbos, pero siempre está presente, aportando ideas y en las temporadas más intensas o de alta demanda. Es lindo ver cómo cada uno de mis hijos ha dejado huella en esta empresa familiar y me acompañaron en la cocina desde pequeños. Para ellos era algo natural y lo sigue siendo”.
¿Cómo ha sido trabajar con sus hijos?
Estupendo, cada uno se encarga de su área. Cuando enviudé, mis hijos hombres se volvieron mis socios. Juanito está a cargo de la parte administrativa y de gestión del negocio. Y Francisco se ha involucrado en áreas de producción y apoyo en la operación diaria. Ellos son la continuidad de nuestra empresa. Además, tenemos un equipo de trabajadores antiguo y muy comprometido. Aprendieron conmigo, ahora yo miro su trabajo y confío, sé cómo cocinan, como a mí me gusta (ríe). Este negocio funciona porque siempre hay un dueño presente y espero que eso se mantenga.
Juan Enrique: Es importante que la gente sepa que esta no es solo una empresa familiar por nombre, sino que también lo es en la práctica. Cada integrante tiene un rol clave y todos compartimos la misma visión de calidad. Incluso los trabajadores que no son familia llevan tantos años con nosotros que ya forman parte de ella. Esa estabilidad nos ha permitido crecer con seguridad y confianza.
¿Cuál es su mayor motivación?
Venir todos los días y estar activa, en mi cocina… yo soy la que hace las paellas y la gente lo pide. Hoy estoy disfrutando mucho mi vida. Me casé de nuevo, me encanta viajar, estar con la gente que quiero y lo que he cosechado, pero vuelvo siempre directo al negocio. Esta es mi casa. Además, lo que me da energía es ver la cara de la gente cuando prueba una empanada caliente o se lleva una torta para una celebración. Es sentir que lo que hacemos forma parte de sus propias historias. Eso no tiene precio y es lo que me motiva a levantarme todos los días con ganas de seguir.
¿Cómo han pasado los desafíos de la empresa?
Hemos pasado por mucho, altos y bajos… pero lo más importante, siempre unidos. Incluso en la pandemia no cerramos. Trabajamos en familia y la gente siguió viniendo a comprar al local. Aunque no fue fácil salimos adelante, sin parar los hornos. La pandemia nos enseñó a valorar aún más a los clientes fieles. Algunos venían caminando desde muy lejos solo para llevarse nuestras empanadas. También implementamos pedidos por teléfono y entregas en la puerta, lo que nos ayudó a mantener la cercanía en tiempos difíciles. Fue una etapa de mucho esfuerzo, pero también de gran gratitud.
SABOR INDISCUTIDO
“Llevamos años en concursos y quedando siempre entre las mejores empanadas. El 2024 ganamos con la de pino y este año lo logramos otra vez. Sin duda, es un reconocimiento lindo a la trayectoria y habla de identidad local. Cada vez que participamos sentimos que llevamos a Reñaca y Viña del Mar con nosotros. No competimos solo por un título, sino porque creemos que nuestra empanada representa el trabajo bien hecho. Los premios son una motivación y también un recordatorio de que no podemos bajar la guardia en calidad”.
¿Qué diferencia a sus empanadas?
El sabor. Usamos buena carne, sin grasa, posta rosada y negra (80%), picada a cuchillo, el resto es molida. El pino va con su punto justo de orégano, comino y sal; cebolla bien cocida y “sacada de agua”. Y la masa con buena manteca y margarina. El fin de semana hacemos ¡dos mil discos!
La diferencia está también en el proceso. No hay apuros, todo se hace con calma y respeto por la receta. La cebolla, por ejemplo, la cocemos de manera lenta hasta que logra el punto exacto de dulzor sin perder textura. Cuidamos mucho el armado de cada empanada. Es decir, que todas salgan iguales, que no se rompan, que el relleno esté bien distribuido. Ese nivel de detalle es lo que hace que el cliente vuelva y recomiende.
Además de las empanadas, la Cocina de Luciana es reconocida en la zona por sus paellas familiares y llenas de sabor; lasañas, pasteles, platos preparados. Otra gran estrella es la Torta Luciana: capas de alfajor con manjar, merengue, chantilly y frambuesas naturales. También postres como el tres leches, tiramisú y más. “Para Fiestas Patrias y fin de año trabajamos por encargo. Todo lo que vendemos lo hacemos nosotros. No usamos premezclas. Trabajamos tal cuál lo hacía la abuelita, tradicional, sin atajos. Ese sabor no tiene comparación”, cuenta Juan Enrique.
“Lo bonito es que cada producto tiene su historia. La Torta Luciana, por ejemplo, nació porque mi mamá quería un postre que representara la mezcla de lo clásico con lo festivo. Esa es la famosa Torta Luciana o Torta Amor que hoy se vende en otras pastelerías y supermercados, pero nació en nuestra cocina. Sabemos que nos han imitado, pero la original está aquí, con su creadora. El sabor es único”, agrega.
¿Qué planes tienen para el negocio?
Estuvimos varios años con otro local en Concón, pero decidimos cerrarlo para concentrar las energías en un solo lugar. Queremos abrir en Reñaca un segundo piso para separar pastelería y producción, y seguir creciendo donde todos nos conocen. Este sitio es como una casa, la gente llega a saludar, se sienta un rato al sol en nuestra terraza y vuelve a conversar.
Nuestro foco no es expandirnos a cualquier costo, sino crecer de manera orgánica, manteniendo la esencia del local y por lo que hemos sido reconocidos en estos treinta años. La idea es que quien venga siga encontrando ese espíritu acogedor de siempre, con el valor agregado de que ahora podremos ofrecer más variedad y un servicio aún mejor.
Vicuña Mackenna 1150, Reñaca, Viña del Mar
+56 32 283 6431