Con cerca de trescientos mil seguidores, este proyecto de vida se transformó en un emprendimiento familiar al ritmo de las estaciones. Desde su parcela en Colina, Michelle De Rurange y Tomás Lasnibat no solo cocrearon un espacio autosustentable, sino también de sanación. Un maravilloso y sentido camino cuya historia hoy comparten en su libro Una experiencia de vida autosustentable. “Abrimos las puertas de nuestra casa con amor y agradecimiento, con la certeza de que si nosotros pudimos hacer este cambio, cada uno de ustedes también puede hacerlo”.
Por Macarena Ríos R./ fotografías Rodrigo Carvajal
“Amo cada centímetro de mi casa. Tengo cuarenta y dos años y he vivido en treinta y cinco casas distintas. Este es el primer lugar donde siento que puedo asentarme, en el que puedo permanecer, donde me siento segura, y en donde he podido desarrollar todas estas ideas que están conectadas desde el corazón. Ha sido una casa tremendamente maestra para mí”, dice Michelle.
¿Cuál es tu rincón favorito?
La huerta es mi preferida. Y mi ingrediente sagrado es el permanecer, porque cuando tú lo haces entras en un estado de conciencia distinto, donde observas, escuchas y te pones a disposición para recibir la información que la naturaleza te quiere entregar: olores, texturas. Los miércoles son mis días de silencio. Es el día en que yo me bajo del mundo y me desconecto de las redes sociales, de mi celular y me voy a mi huerta a permanecer. Me llevo un té, un libro, medito y ahí me quedo. Amo esa sensación, es maravillosa.
¿Qué escuchas cuando cierras los ojos en tu jardín?
Escucho a la madre tierra, escucho esos mensajes permanentes de responsabilidad, donde me siento una guardiana de la tierra, con la misión de transmitir al resto que se puede, que ninguno es mejor que otro, que siendo autodidacta, pero con amor e interés, sí se pueden lograr cambios. Una vez me dijeron que basta con mirar el jardín de una persona para saber cómo está, y al ver lo frondoso del mío puedo asegurar que estoy sana y feliz.
UN REGALO TERAPÉUTICO
“Chile Huerta es nuestra vida, tenemos talleres, donde enseñamos desde cero a cómo armar una huerta orgánica y ecológica, donde hablamos de la importancia de las semillas, del suelo y de la tierra y de volver a regenerar. También ofrecemos cursos de almácigos, de compostaje y lombricultura”.
¿Dimensionaron en algún momento el revuelo que iba a causar Chile Huerta?
Lo hemos conversado varias veces con Tomás, en que miramos hacia atrás con esa nostalgia rica de decir ¿te acuerdas cuando partió todo? Yo me acuerdo del momento exacto en que dije se va a llamar Chile Huerta y que lo único que quería era compartir y acercar a la gente a la naturaleza.
Michelle se refiere al proceso orgánico que implicó este proyecto, a cómo se fue gestando en ella esta reconexión con la naturaleza, a cómo el mismo hecho de hacer la huerta, de trabajar la tierra con sus manos no solo la fue sanando, sino que decidió mostrarlo en sus redes sociales. “Al principio se corrió la voz entre la familia, los amigos, pero después nos dimos cuenta de que había muchísima gente a la que le interesaba el tema de la alimentación sostenible y consciente y eso nos entusiasmó”.
Lo que vino después ni ella se lo explica. Su forma de vida, más natural y orgánica, tuvo gran repercusión y, como una bola de nieve, fue creciendo un genuino interés social por lo que ahí se estaba gestando.
“Cuando nos casamos con Tomás nos fuimos a vivir a una parcela en Colina. En ese tiempo yo trabajaba mucho, dormía poco, me alimentaba pésimo, fumaba una cajetilla diaria y tomaba harto café. Tenía colon irritable, alergias, dolores de cabeza, estrés, incluso un problema a la tiroides que derivó en una infertilidad”.
Aunque prácticamente la mitad del terreno está en pendiente, le han sabido sacar partido. Entre medio de espinos, pimientos, algarrobos, quiscos y cactus, fueron armando, junto a la huerta, la biopiscina, la cabaña y el invernadero.
Hoy, como política familiar, limpian los pisos, baños y ventanas con residuos orgánicos, compran a granel, utilizan vidrio en vez de plástico y no consumen lo que no se puede reciclar. “Hemos hecho una rueda de prácticas ecológicas. Pusimos paneles solares, hicimos un sistema de reutilización de aguas negras, una forma de calefacción en invierno y un revestimiento de adobe consciente y neutral”.
“La explosión que ha tenido Chile Huerta y la comunidad que se ha creado en torno a ella ha sido muy linda, muy positiva. Creo que hemos sembrado semillas no solo a lo largo de todo Chile, sino de Latinoamérica, donde hay muchas más familias como nosotros que están siendo parte de este camino. Desde que partimos con estas charlas presenciales y online hemos sobrepasado los cinco mil alumnos”.
EN PAUSA
“Para mí, la cuarentena fue una tremenda oportunidad de poner en práctica, en forma tangible, todo lo que había soñado que quería hacer. En esa época, Tomás trabajaba mucho, con unos horarios del terror y nuestro sueño era —y sigue siendo— armar una Eco Aldea en el sur para poder vivir en comunidad. La cuarentena nos pilló en Brasil, donde estábamos rearmándonos luego de dos años durísimos, después de la pérdida de Jesús, nuestro primer hijo, de siete meses de gestación. Alcanzamos a volver a Chile justo cuando cerraron las fronteras”.
De pelo tomado y cara lavada, sus finos rasgos acentúan aún más esa belleza natural, serena. Junta las palmas en señal de agradecimiento y su calidez traspasa la pantalla del computador. Aunque nos separan más de cien kilómetros, la siento al lado mío, como una luz, como una guía. “Jesús nos unió como matrimonio considerablemente, fue un tremendo maestro para los dos con Tomás, me hizo valorar todo el camino que estábamos viviendo y reforzarlo aún más”.
Habla despacio, como sopesando cada palabra, como si las fuera escogiendo para contar una historia que quedó grabada en su memoria.
“Con la cuarentena se generó una luz maravillosa, de respetar los alimentos, de entender las formas de cultivar, de entender que no podemos seguir con estas producciones masivas llenas de agroquímicos y tóxicos. Llevamos años intoxicando nuestro cuerpo. Las napas subterráneas están tremendamente contaminadas por las malas prácticas agrícolas. Plantar árboles nativos también es parte de las tareas que tenemos”.
¿Cuál es tu norte?
Motivar, incentivar a los demás. Demostrar que una publicista y un ingeniero con tanta carencia de felicidad, por el hecho de estar desvinculados con la naturaleza, volvieron al origen, a conectar con la medicina natural, a respetar todas las etapas y los ciclos de la naturaleza. Somos un pequeño eslabón de todo este proceso.
¿Qué ha sido lo más desafiante?
Siempre lo más difícil es el trabajo interno, es volver consciente esta sustentabilidad interna que tenemos, es derribar egos, derribar los aprendizajes errados con los que crecimos y abrir el corazón a recibir, a ser capaces de aceptarnos, a trabajar la tolerancia, a entender que, así como en la naturaleza hay biodiversidad, también lo hay como seres humanos. Por eso que mi mayor desafío es armar la Eco Aldea, porque creo que vivir en comunidad es la tarea más difícil, aprender a ser generosos, a acompañarnos para juntos salir adelante.
PORTAL DE LUZ
“Chiquillos, ustedes parece que todavía no entienden lo que se gestó en este hogar y el portal de luz que están siendo hoy día para la expansión de conciencia”, les dijo, hace poco, la sicóloga transpersonal y escritora Lita Donoso. “Yo lo único que pido es tranquilidad, calma y que seamos un espacio donde realmente podamos contener a la gente que tiene que llegar acá”, comenta Michelle.
Por eso, además de los talleres, ofrecen dos experiencias: la Cabaña del Cielo y Meditaciones Geometrías Sagradas, que ayudan a alinear los chacras. “Estamos próximos a lanzar Chile Huerta por un Día para que vengan a vivir la experiencia por una jornada. El cupo máximo son diez personas”.
Dice que su cultivo favorito son las alverjitas, que ser vegana la ha hecho ser más creativa en la cocina, que prefiere los documentales y que no usa cortinas porque le encanta despertarse con la luz del amanecer y ver las estrellas.
“Para mí cada estación del año es un tesoro. Te muestra colores, aromas y sabores distintos. Y es impresionante como cada época te entrega los nutrientes que el cuerpo necesita. Todo lo que salga de la huerta es tu botiquín, tu jardín medicinal. Ahora en esta época tenemos frutas y verduras en abundancia porque necesitamos hidratarnos. ¿Por qué esperar a tener tomates en invierno? Si en invierno necesitamos la vitamina C y no es casualidad que justo crezcan en esa estación pomelos, limones, naranjas y kiwis. ¿Te das cuenta la lógica? El tema es que desde chicos nos desvincularon de la naturaleza y nos conectaron con el supermercado y la industria de los congelados, donde tenemos de todo en cualquier momento”.
Y así pasa los días, que para ella son únicos e irrepetibles. Cocinando, tejiendo, pintando, meditando, trabajando en la huerta. “Desde que me levanto hasta que me acuesto trato de hacer cosas que me hagan feliz, que me lleven a la felicidad y al bienestar”.