Ganador del “Small project of the year” en el World Architecture Festival de Ámsterdam, por su proyecto Piedras Bayas Beachcamp en el desierto de Atacama, Camilo Moraes ha sorprendido a nivel internacional por una particular estación de turismo sustentable, con materiales de la zona y de bajísimo impacto para el medio ambiente.
Por María Inés Manzo C. / Fotografía Teresa Lamas G. y gentileza de Camilo Moraes
El 2018 fue, sin duda, el año que le cambió la vida profesional a Camilo Moraes (39), cuando desde el escenario World Architecture Festival de Ámsterdam, Holanda, lo anunciaban como el ganador del “Small project of the year”, en uno de los eventos más prestigiosos dedicados a la industria de la arquitectura y el desarrollo. Un reconocimiento que sólo había ganado el arquitecto chileno y Premio Nacional de Arquitectura Juan Sabbagh, el año 2008, por la categoría “Office”.
Desde ese instante lo han llamado de todas partes del mundo para publicar, en medios especializados, sobre Piedras Bayas Beachcamp, una itinerante y sustentable estación de turismo en Caleta Piedras Bayas, paisaje natural de la zona costera del desierto de Atacama, que está ubicado en el norte de Chile. Proyecto que, además, se está preparando para la XXI Bienal de Arquitectura y Urbanismo que se realiza este año en Santiago.
Camilo es viñamarino y estudió en la Universidad Técnica Federico Santa María de Valparaíso. Al egresar hizo su proyecto de título sobre estaciones sustentables para parques nacionales del norte de Chile. Ha trabajado por más de trece años en el diseño de bajo impacto ambiental y la integración de materiales locales. Alumno de “Glenn Murcutt Master Class 2011”, en el 2017 fue invitado por a la conferencia internacional “Diversity and Community” en Melbourne, Australia.
Hoy es profesor de taller invitado de su universidad donde, por el primer semestre de este año, está realizando un curso de construcción. Instancia en que sus alumnos podrán realizar en terreno un mejoramiento para una guardería en el Parque Nacional Llanos de Challe en la Región de Atacama.
CASAS ECOLÓGICAS
Estudio Norte es la oficina que creó Camilo Moraes con su socio y compañero de universidad Rodrigo González, con base en Concón y proyectos en Reñaca, Viña del Mar, Rancagua y, por supuesto, en el norte. “Creemos que la casa inteligente no es la que con el celular puedes apagar y prender luces, sino la que aprovecha las condiciones del lugar, las relaciones visuales, reutiliza el agua, aprovecha la luz natural, que tiene un bajo consumo energético para calentarse accionarse en el invierno y es fresca en verano, etc.”.
¿Quiénes son tus referentes?
Fui fuertemente inspirado por el arquitecto australiano Glenn Murcutt, ganador del premio Pritzker de Arquitectura 2002. El 2011 fui con una visa Work and holiday a Australia y lo primero que hice fue inscribirme en su master class, que realiza una vez al año. Gracias al proyecto de Piedras Bayas me dieron una beca por ser de un país en vías de desarrollo. Estuve dos semanas junto a connotados arquitectos del paisaje australiano. Fue una gran influencia sobre cómo pensar la arquitectura a través de la observación climática y buscar la máxima simpleza para resolver los problemas.
Buena experiencia…
Sí, en ese mismo viaje recibí una invitación para ir a un festival de cine y vi la película del arquitecto norteamericano Michael Reynolds, famoso por ser el guerrero de la basura y hacer casas autónomas a partir de materiales reciclados. Dos años más tarde realizó un taller en Argentina y participé en una construcción sustentable liderada por él, bajo el concepto de armar una casa entre todo el grupo. Su filosofía me gustó mucho, pero me marcó que había un excesivo uso del hormigón, lo cual es muy contradictorio para una casa ecológica, pues el cemento daña mucho y tiene un alto impacto.
Es por ello que no lo usas en tus proyectos…
Así es. Al volver a Chile tomé otro taller con Gernot Minke, arquitecto alemán reconocido como el “maestro del barro”. Inspirados en él, junto a tres amigos arquitectos, hicimos nuestro propio taller de tierra en Ritoque, donde construimos un dojo para meditación. Llegaron veinte personas que no conocíamos y el resultado fue increíble.
El mismo día del taller de barro, el 14 de abril del 2014, fue el incendio de Valparaíso, cuando se quemaron tres mil casas en un día. Con todo ese empoderamiento de trabajar en equipo nació el proyecto Minga Valpo, donde decidieron reconstruir seis casas para los afectados.
PIEDRAS BAYAS BEACHCAMP
“Actualmente casi todas las obras son en función de soluciones industriales. Si bien son inmediatas, en el fondo se ha perdido mucho la sabiduría que hay en el oficio antiguo. Por cientos de años las casas se han construido con tierra. Sus beneficios a largo plazo son incomparables y eso es lo que destaca a nuestra arquitectura. Por eso pusimos foco en el entorno y encontramos el pueblo de Totoral de donde surgió toda la materialidad de Piedras Bayas Beachcamp”.
¿Qué fue lo que encontraron?
Principalmente totora y brea. La brea es un arbusto que crece en los humedales del desierto de Atacama y funcionó perfecto para el proyecto, porque se mimetiza bien con el paisaje, protege bien del sol, aísla de las altas temperaturas y es de baja mantención. Por eso, la estrategia fue una leve estructura de madera, todo de bajo impacto para paisajes naturales no intervenidos como este.
¿Por qué en el desierto de Atacama?
Surgió del sueño de un cliente de hacer una estación de turismo en la mitad de la nada. El desierto de Atacama está localizado dentro de la “Diagonal Árida Sudamericana”, zona seca y donde casi no llueve. Pero su zona costera tiene un clima templado todo el año, con un alto contenido geológico y arqueológico, donde además hay playas de arena blanca y un mar color turquesa maravilloso. El proyecto está justo frente al mar y como es una concesión marítima se pudo habitar.
Piedras Bayas Beachcamp contempla una estación de servicios y tres habitaciones aisladas. El centro de servicios tiene dos baños, oficina, comedor comunitario, habitación para el cuidador y otra familiar. Cada habitación es una plataforma de madera con un domo y un módulo de baño separado. El proyecto fue construido en tres etapas diferentes con un equipo de tres carpinteros y dos artesanos locales, donde Camilo estuvo durante siete meses trabajando en terreno.
“El principal objetivo fue no impactar el suelo. Incluso si Piedras Bayas Beachcamp se quisiera retirar del lugar el paisaje natural quedaría en las mismas condiciones originales, porque no hay ninguna fundación de hormigón. Se usaron estructuras de maderas simples, enterradas en la arena y compactadas con arena de mar que llevamos en un camión. Todo revestido con materiales locales como madera, brea, vidrio, totora y tela. Usamos tenso estructura para hacer sombra por el intenso calor. En el desierto la sombra es vida”.
¿Qué significó ser premiado en el World Architecture Festival?
Sin duda es una gran motivación como profesional. Este es un festival donde participaron ochenta y un países de las mejores oficinas de arquitectura del mundo y postulé porque sabía que tenía algo importante que decir. No fue fácil, durante tres meses estuve consiguiendo los recursos para viajar a Holanda y me compré el pasaje dos semanas antes. Fui seleccionado en las categorías “hoteles”, donde finalmente ganó un hotel seis estrellas de Ámsterdam; y “pequeños proyectos”, donde me presenté ante un jurado internacional y después de mí se presentó OMA–AMO de Rem Koolhaas “el Jesucristo de la arquitectura” (ríe) y con una de las oficinas más reconocidas a nivel global, totalmente fuera de escala.
¿Por qué crees que hiciste la diferencia?
Era el único chileno presente y, sin duda, el que utilizó menos recursos para su ejecución. Al final el factor del triunfo fue la responsabilidad ambiental. El jurado, de las treinta presentaciones que vi, siempre preguntaba ¿y cuál es su responsabilidad ambiental?… silencio. Varios presentaron tremendas casas en increíbles paisajes, pero trabajaron con materiales tradicionales y de alto impacto. Este es un tema de interés a nivel global, hay que hacerse responsable. No puede ser que el treinta por ciento de los materiales de una construcción sean desperdicios. Un gran porcentaje de la basura mundial la genera la construcción y eso se debe cambiar.
“Creemos que la casa inteligente no es la que con el celular puedes apagar y prender luces, sino la que aprovecha las condiciones del lugar, la luz natural, que reutiliza el agua, que tiene un bajo consumo energético para calentarse en el invierno y es fresca en verano”.
El proyecto fue construido en tres etapas diferentes con un equipo de tres carpinteros y dos artesanos locales, donde Camilo estuvo durante siete meses trabajando en terreno.