En el mes de diciembre recién pasado, asistí a la última reunión mensual del año de mi curso en el Club Naval de Valparaíso. Egresado el año 1953, ya son más de sesenta y cinco años y siempre surgen anécdotas nuevas al recordar gratamente nuestro tiempo de cadetes navales.
También me permite recorrer mi viejo “Pancho”, como le decimos cariñosamente a Valparaíso, que últimamente no lo ha pasado muy bien. Se ha defendido honorablemente, ayudado lógicamente por sus habitantes, ahora más porteños que nunca.
Dos arquitectos italianos jóvenes, Arnaldo Barinson y Renato Schiavon, decidieron viajar a Chile a fin de ayudar a la reconstrucción de Valparaíso, luego del terremoto del año 1906. Ambos se integraron a la numerosa colonia de italianos residentes y entre sus trabajos conocidos tenemos la Biblioteca Severín, el Palacio Baburizza, el Palacio Rioja, el Teatro Victoria y Molinos y Fideos Carozzi, además de otros menos conocidos.
Su arquitectura en sus más de cuarenta cerros, unidos por el Camino Cintura y sus ascensores que facilitan el acceso a la parte alta, permiten que nuestro “Puerto” sea único, además de ser “Patrimonio de la Humanidad”.
La canción La joya del Pacífico, cantada por Lucho Barrios, dice en parte:
“Del Cerro los Placeres yo me pasé al Barón,
me vine al Cordillera en busca de tu amor,
te fuiste al Cerro Alegre y yo siempre detrás
porteña buena moza no me hagas sufrir más.
La Plaza de la Victoria es un centro social,
oh Avenida Pedro Montt, como tú no hay otra igual,
mas yo quisiera cantarte con todito el corazón
Torpedera de mi ensueño, Valparaíso de mi amor”.