Durante ocho años la fotógrafa de naturaleza Andel Paulmann ha vuelto una y otra vez a este paraje prístino al fin del mundo. Siempre con el equipo fotográfico para llevar registro de sus paisajes, sus árboles, sus montañas, su fauna, las estancias, los lagos, las turberas y los magníficos cielos australes. En estas páginas, un compendio de sus idas y venidas.
Texto y fotografías Andel Paulmann M.
“Amo la inmensidad, la belleza natural y el carácter salvaje de Tierra del Fuego, su resiliencia ante las duras condiciones climáticas. Sus montañas fueron esculpidas por glaciares y sus árboles de figuras erráticas formados por los vientos.
Las grandes llanuras de coirón y gramíneas que caracterizan el norte de la isla van dando paso a extensiones de bosques y un relieve más variado, con montañas, valles profundos, ríos y lagos.
Caiquenes, cóndores, caranchos, guanacos, pingüinos, albatros, cisnes, zorros, ovejas, castores y otras especies comparten el territorio con una población de menos de 10.000 habitantes que vive en centros urbanos y estancias en el lado chileno de la Gran Isla de Tierra del Fuego.
Uno de sus mayores atractivos es que casi no ves otros visitantes. Las aglomeraciones de turistas pueden arruinar experiencias de viajes en destinos famosos.
Desde que conocí la isla, en 2015, he regresado varias veces completando ya ocho viajes, siempre con el equipo fotográfico para llevar registro de sus paisajes, sus árboles, sus montañas, su fauna, las estancias, los lagos, las turberas y los magníficos cielos australes.
Me parece especialmente interesante ver cómo cambia el paisaje fueguino con las distintas estaciones, por lo que privilegio recorrerlo en otoño e invierno. El invierno brinda una luz más suave por la ubicación del sol en esa época y la nieve simplifica el paisaje. Lengas y ñirres pierden la hoja, por lo que se pueden apreciar mejor sus formas. Me parece más fácil sentir el entorno y conectar con su naturaleza en condiciones más extremas, como se dan en invierno. El otoño conmueve por las armonías cromáticas del follaje y las turberas, por atardeceres y amaneceres encendidos y por la nieve que corona las altas cumbres.
TIERRA DEL FUEGO INVERNAL
Entre estas imágenes hay varias del último viaje, realizado en agosto de este año, junto a Astrid Vilicic. Esa vez recorrimos la aún más solitaria Tierra del Fuego invernal, buscando retratar el invierno en el sur de la isla, especialmente los paisajes del Parque Nacional Yendegaia, que en lengua del pueblo yagán significa “bahía profunda”.
En esa estación cierran los alojamientos de la isla, para que no se rompan las cañerías al congelarse el agua en su interior. Sólo queda una dotación mínima para cuidar instalaciones, con agua embotellada o en bidones. Como no teníamos claridad de las condiciones en que íbamos a dormir llevé un saco de dormir para temperaturas muy extremas, además de vestimenta y calzado especial que permitiera resistir todo el día fotografiando en la nieve.
Astrid vive en Tierra del Fuego porque trabaja pavimentando las rutas, así que tiene contactos y posibilidades de alojar en distintos lugares de la isla, además de un vehículo con tracción a las cuatro ruedas y neumáticos con clavos.
Andábamos con comunicación satelital y gracias a sus contactos sabíamos en todo momento el estado de las rutas y teníamos posibilidades de pedir ayuda. Si nevaba mucho podíamos quedar aisladas al sur de la isla, así que siempre estuvimos monitoreando el pronóstico del tiempo, dispuestas a retornar si nevaba más fuerte.
El año pasado recorrí la parte norte de la isla con Guy Wenborne y Tere Zegers, a principios de agosto, con temperaturas más extremas. Esa vez nos permitieron pernoctar en la Estancia Cameron y entre los tres alimentábamos una estufa a leña para poder resistir el frío en el alojamiento que llevaba meses cerrado.
El saco para -40 grados me permitió poder dormir y nos lavábamos con agua embotellada. Una nevada intensa nos hizo huir hacia el norte antes de que la nieve no permitiera el paso.
Quedan en el recuerdo amaneceres inolvidables, largas horas de fotografía con temperaturas bajo cero y bellos momentos compartidos tanto con Guy y Tere como con las dotaciones de dos faros chilenos de la Armada en el extremo oriental del Estrecho de Magallanes.
El frío puede ser muy intenso, pero las emociones vividas, la compañía, la inspiración, el silencio y la belleza de la naturaleza siempre abrigan el alma”.