¿Cómo una persona que crece en grandes capitales del mundo como Londres, París y Bruselas termina descubriendo el dialecto chileno de la ballena azul? Susannah Buchan lo atribuye al impacto que el turismo de avistamiento tuvo en su vida y sobre todo a lo que este generó en ella: un amor por estos seres tan gigante como ellos mismos.
Por Monserrat Quezada L. / Fotografías gentileza Susannah Buchan
Así como existe el mito de que hay un doble de nosotros en alguna parte del mundo, la geografía también tiene su símil. Así, Susannah Buchan conoció nuestro país mucho antes de realmente estar aquí. “De niña pasaba los veranos en la casa de mis abuelos en Canadá, en la Bahía de Fundy. Es una zona súper importante de alimentación de ballenas en el Atlántico Norte, entonces desde pequeña desarrollé esta obsesión y pasión por las ellas, y también el gusto por la navegación, por estar cerca del mar. Durante el año, por el trabajo de mis papás, vivíamos en ciudades capitales, por lo que tuve una infancia muy urbana, pero los veranos los pasaba en ese lugar que se parece mucho al sur de Chile, con aguas frías, fiordos, ballenas, y costas rocosas”, cuenta.
Esta oceanógrafa nació el mismo año en que se firmó la moratoria de caza de ballenas en 1983. “Me crié en el mundo postapocalíptico en términos balleneros, lo que fue muy importante también porque fue un momento donde las ballenas se dejan de cazar y se ven como recurso turístico. Empiezan a tener más valor vivas que muertas”.
El primer contacto de Susannah con las ballenas fue a través del turismo de avistamiento. “Sé lo importante que son estas actividades en la concientización de las personas, porque a mí me marcaron la vida”.
CARRERA DE BALLENAS
Susannah estudió Oceanografía en la Universidad de Southampton, en el Centro Oceanográfico Nacional de Gran Bretaña. “Quise estudiar eso porque siempre me ha interesado no solo la biología, sino el ambiente en el que habitan las ballenas. Esta carrera me dio una visión más amplia de la dinámica y la variabilidad del hábitat en que se mueven”.
Luego estudió un magíster en la Universidad de Saint Andrews, enfocado en las ballenas y el modelamiento de hábitat de cachalotes en el Mediterráneo. Ahí trabajó con uno de los expertos mundiales en cultura y acústica de cachalotes, Luke Rendell. “Y por esas casualidades de la vida, conocí al chileno Max Bello, quien había fundado una ONG en la Patagonia: el Centro de Ballena Azul. En ese tiempo él estaba haciendo un magíster en conservación en Escocia, y me contó de su proyecto. Ahora es muy reconocido, vive en Washington y es uno de los organizadores de la COP25”.
Cuando Susannah terminó sus estudios quiso venir a conocer el país de Max Bello y su ONG. “Me fui de manera muy informal, me pagué el pasaje y Luke me ofreció sus hidrófonos para ver qué podía capturar de estos mamíferos en términos acústicos, y además, me contactó con Rodrigo Hucke, experto chileno en ballenas azules y dupla de Max”.
Cuenta la experta que en ese entonces nadie estaba estudiando la acústica de las ballenas azules. “El equipo de esta ONG estaba trabajando en distintas cosas, como genética, fotoidentificación, distintas metodologías para entender mejor la identidad de la población de ballenas azules en Chile, distribución, comportamiento, dieta, pero nadie estaba haciendo acústica”.
UN CANTO NUEVO
Las ballenas azules son animales que se mueven a escala de una cuenca oceánica y suelen no cruzar otro hemisferio, a excepción de unos pocos ejemplares más aventureros. “Generalmente se mueven entre zonas de alimentación, que están en aguas polares o subpolares, como la Patagonia, y áreas de reproducción en aguas más tropicales, pero no lo sabemos con certeza. A nivel mundial nunca se ha registrado la copulación de ballenas azules. En Costa Rica se documentó una cría recién nacida, pero sigue siendo un misterio”.
A nivel mundial, las ballenas azules tienen dialectos regionales. Tal como los humanos, no son lo suficientemente diferentes para considerarse subespecies, pero sí hablan otro “idioma”. “La gracia de la acústica es contribuir a responder la pregunta de cuál es la identidad de cada población”, explica. Hace cerca de trece años, no se sabía si las ballenas azules que se encontraban en el sur del continente eran de la Antártica y venían de paso, o si era una población chilena, y Susannah se propuso averiguarlo.
En 2007, con veinticuatro años, Susannah llegó a la Patagonia informalmente con su equipaje de micrófonos submarinos. “Llegué a Melinka, un pequeño pueblo en el Archipiélago de las Guaitecas, al sur de Chiloé. No había estado nunca en Latinoamérica”.
Cuenta que la primera temporada no logró grabar nada, entre fallas de equipo, problemas de motor con el barco y otros contratiempos, “pero quedé enamorada del lugar, de la gente, de las ballenas que vi, y pensé que ese lugar era muy especial. Volví a Inglaterra, me dieron mejores equipos, me conseguí algo de financiamiento y, en 2008, regresé a grabar”.
Ahí salía a grabar con Daniel Caniullán, lonco de la comunidad huilliche de Melinka, con quien forjó una gran amistad. “Él, su hijo y su suegro me llevaban a ver las ballenas. Fueron cuatro años súper mágicos de pasar los veranos ahí, esperar con el motor apagado, a la deriva, grabando ballenas, y conversando con ellos de su vida, historia y cultura, y aprendiendo castellano”.
A lo largo de esos cuatro veranos, Susannah Buchan logró grabar una suficiente cantidad de cantos como para caracterizarlos y descubrir por fin el canto de la ballena azul chilena. “Era totalmente diferente de las grabaciones que se habían hecho, y distinto también del canto antártico. Era un canto nuevo, no descrito. Así pude afirmar que estos animales tienen su dialecto regional único”.
Luego de ese descubrimiento, en 2010, Susannah ingresó a la Universidad de Concepción al programa de doctorado en Oceanografía. “Quería entender no solo dónde y cuándo están las ballenas azules ahí, sino que poder decir algo sobre el porqué. Además buscaba darle más estructura y oficializar lo que había estado haciendo”.
Ahí trabajó con Renato Quiñones y posteriormente se sumó como investigadora asociada al programa COPAS Sur Austral. “Ahí logramos instalar el primer hidrófono permanente anclado en el fondo del Golfo Corcovado, en una estación de monitoreo acústico y oceanográfico. Esa es la segunda fase de mi trabajo, la actual, que es acoplar la acústica a la oceanografía. Eso lo hemos hecho a través de este anclaje y también a través del uso de planeadores submarinos o gliders, que son una especie de robot o dron autónomo que se pilotea a través de sistema satelital”.
Este trabajo tiene un beneficio extra: “la idea es poner a prueba y aplicar en Chile esta tecnología del monitoreo acústico en tiempo real, porque sabemos que la principal causa de muerte de las ballenas grandes son colisiones con embarcaciones mayores. Con la tecnología que hemos implementado en el glider, se puede alertar a los capitanes de barcos sobre la presencia de ballenas. El sueño es que en todos los grandes puertos haya una de estas boyas para reducir el riesgo de colisión”
En el 2017, se emitió a través de Chilevisión el programa de televisión Wild Chile, en el que Susannah Buchan fue una de las conductoras. “Fue una experiencia increíble que me tocó justo después del doctorado. Quedé alucinada con todas las zonas del Archipiélago de Humboldt. Es un sitio de clase mundial y probablemente el lugar en Chile que tiene más posibilidad de desarrollarse como un punto turístico de avistamiento de ballenas. Pero está muy amenazado por proyectos industriales. Me parece insólito que a estos animales tan bonitos, pacíficos, inteligentes, sociables, culturales y emocionales, los hayamos llevado al borde de la extinción”.
“(El canto de la ballena azul chilena) era totalmente diferente de las grabaciones que se habían hecho, y distinto también del canto antártico. Era un canto nuevo, no descrito. Así pude afirmar que estos animales tienen su dialecto regional único”.
“Me parece insólito que a estos animales tan bonitos, pacíficos, inteligentes, sociables, culturales y emocionales, los hayamos llevado al borde de la extinción”.