La banda chilena Prófugos, que tributa tanto a Soda Stereo como a Gustavo Cerati, anunció el fin de su carrera tras presiones recibidas por Charly Alberti, incluyendo una eventual demanda. Curiosamente, la aprehensión no va por el cancionero según el baterista —“los temas los pueden tocar, la ley sólo les exige que paguen los derechos”—, sino que requiere a los grupos de este tipo no utilizar imágenes ni logos “porque sobre eso no tienen autorización”. Benito Cerati, el hijo del desaparecido ídolo argentino, se la jugó por los locales: “me regusta que haya bandas tributo a Soda”.
Los actos de imitadores constituyen una categoría amada y resistida. Los músicos profesionales que batallan en el circuito de bares y salas de mediana capacidad los odian porque los dueños de locales prefieren programar un número que convoca público que se rinde ante el catálogo de un clásico, al riesgo de un artista desconocido.
Hay grandes estrellas que se lo han tomado con más calma. Cuando David Gilmour cumplió cincuenta años, tuvo a The Australian Pink Floyd show tocando en la fiesta. Fundado en 1988, sus conciertos aspiran a replicar la espectacularidad de la banda británica en sus últimas giras. Son tan puntillosos que han contratado a los mismos técnicos que trabajaron para el grupo. Beatallica, que funde los cancioneros de The Beatles y Metallica, ha recibido la ayuda legal de Lars Ulrich cuando han sido demandados por los representantes de los Fab Four. The Atomic Punks se rinde ante los primeros años de Van Halen. Cómo serán de buenos que David Lee Roth, el cantante de ese periodo, contrató al guitarrista en un par de tours como el bajista Michael Anthony ha tocado con ellos en dos ocasiones. Según la deslenguada estrella radial Howard Stern “hacen Van Halen mejor que los mismos Van Halen”.