Durante once días, la fotógrafa Cristina Harboe recorrió esta cadena montañosa, ubicada en la frontera Chile-Argentina, allá donde se unen los ríos Bandurria y Baguales. Una localidad que no solo asombra por su contenido paleontológico y diversidad de rocas, sino por sus emotivos paisajes. Lugar de pampas, valles y serranías compuestas por rocas basálticas de color oscuro que le dan una impronta dramática a un paisaje aparentemente desolado. Porque a simple vista uno podría pensar que es un lugar remoto y carente de vida. Pero no.
Texto y fotografías por Cristina Harboe
La primera vez que conocí Sierra Baguales fue en el 2008. En esa época, la ruta se cortaba hasta cierto punto y no se podía seguir avanzando. Me acuerdo de haber tenido la sensación de entrar al tenebroso mundo de Mordor, la mítica tierra de Tolkien en El señor de los anillos. Me acuerdo del viento, del frío, de la estepa. Como lo encontré un poco lúgubre nunca me interné más allá. Hasta ahora.
Esta cadena montañosa, de sesenta kilómetros, se despliega en dirección este-oeste y es secundaria a la Cordillera de Los Andes. Es muy loca la formación geológica, mucho más antigua que la formación del Paine, mucho más abierta y salvaje. Con grandes extensiones de valles, cerros y pequeñas lagunas.
Fuimos invitados por Javier Maclean, quien desarrolló un proyecto turístico de restauración medioambiental que se llama Baguales Glamping. Se trata de unos domos construidos en un valle precioso, lleno de cerros, que se abre en la mitad de la nada. Está ubicado en el puesto Rodas, uno de los muchos puestos de gauchos que pasan meses cuidando a los animales.
DIAMANTE EN BRUTO
Sierra Baguales no es un lugar que te invite, sino que genera cierta sensación de miedo y soledad, sin embargo, tiene una energía especial, fuerte, casi magnética. De a poco te vas acercando a este espacio infinito, un sector muy árido y seco en altura. Incluso es más alto que Torres del Paine y mucho más frío, donde te enfrentas a una inmensidad sin límites.
Las montañas de colores negros y café oscuro, con picos gigantes esculpidos toscamente, que caen en forma recta a una basta planicie, donde no hay otra cosa que pampa, tienen algo. Sus formaciones rocosas sorprenden y eso fue justamente lo que quise rescatar: la crudeza de la Patagonia y su paisaje.
Siempre busqué un tipo de fotografía más simplista, con composiciones más lineales, pero complejas a la vez, con pocos elementos y más detalles. Y en este viaje me encontré con mucho más que eso, me encontré con la historia de la gente, de la cultura gaucha y la vida que llevan allá, que es súper cruda y que tiene mucho que ver con el lugar que ellos habitan, con esta vastedad que calza mucho con su personalidad; solitarios, de pocas palabras, reservados.
Hay sectores de la misma sierra donde se están haciendo estudios de gran importancia geológica. El biólogo José Luis Oyarzún, con quien hicimos todo el recorrido, es lejos el que más sabe sobre la geología de ese lugar y está recopilando toda la información. Me pareció tremendamente interesante el trabajo que está haciendo con la recolección de la historia, de la tierra que estamos pisando, de su formación. Es otra cosa cuando un biólogo te empieza a contar, in situ, cómo se formó el lugar, los cerros donde estás parada, cómo se fueron corriendo las mareas, cómo fueron subiendo las placas, dónde estaba el fondo marino hace veinticinco o setenta millones de años, que es la edad que tienen esas formaciones y todo te hace más sentido; te das cuenta de que somos nada dentro de una gigantesca línea de tiempo y para la fotografía que haces, esa imagen tiene mucho más peso.
Es de los pocos lugares donde te sientes absolutamente solo. Un destino perfecto si buscas esa conexión con la naturaleza extrema, y contigo mismo, que te lleva a sentir en carne propia lo que pasa en la Patagonia. Lo vulnerables y pequeños que somos. Lo fuerte y tremenda que es la naturaleza. Es una experiencia reveladora que remece, que despierta nuestra capacidad de asombro.
Siento que es de esos pocos territorios que todo ser humano debiese visitar, porque después no tienes ganas de volver, porque quieres seguir caminando, meditando, recorriendo esa vastedad sin más compañía que uno mismo. Porque quieres seguir admirando su amplitud, su inmensidad. Quiero volver para fotografiarlo, para buscar composiciones simples, para conectarme con el lugar, conocer su historia y vivir la experiencia. Sin más estímulo que la naturaleza misma.
Sierra Baguales todavía es muy desconcocido. Un tremendo diamante en bruto donde conviven coirón y yareta, guanacos y ganado. Hay mucho juego de contrastes entre luces y sombras y los colores que existen, el cordón montañoso, los amarillos de la pampa. Imágenes alucinantes y únicas porque es poca la gente que va para allá. Todavía.
EXPEDICIÓN FOTOGRÁFICA SIERRA BAGUALES 12 AL 16 DE ABRIL 2022
Programa:
Estancia Olga Teresa, Punta Arenas (avistamiento de cóndores)
Weskar Lodge, Puerto Natales
Cerro Castillo (cultura gaucha)
Baguales Glamping, Sierra Baguales (historia y geología)
ÚLTIMOS 3 CUPOS
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