Portugal: Destino sorprendente

El centro y casco antiguo de Lisboa, el barrio de Santa María de Belém y la villa de Sintra son tres puntos turísticos completamente distintos, pero imperdibles para conocer las postales más bellas de Portugal. Durante cuatro días, la fotógrafa Javiera Díaz de Valdés se dejó sorprender por la riqueza arquitectónica, cultural y llena de color de esta tierra de navegantes.

Texto por María Inés Manzo C. / Fotografía Javiera Díaz de Valdés

“Portugal es famoso por su historia, monumentos, museos y cultura, que se pueden apreciar prácticamente en todas partes. Por ello concentré mi visita en tres zonas turísticas, que se encuentran muy cerca, y que se han hecho muy famosas el último tiempo por redes sociales: Lisboa, Santa María de Belém y Sintra.

Para llegar a Lisboa, capital de Portugal, partí desde Madrid, España. Viajar a este país en avión es muy barato, en comparación con otros destinos, por lo que creo es una de las mejores alternativas.

CERROS Y AZULEJOS

Capital costera, en Lisboa está la zona de comercio más importante. Es fácil encontrar alojamiento, a muy buen precio y cerca de las principales atracciones turísticas. Además, hay una gran variedad de restaurantes y es reconocida por su entretenida vida nocturna.

Si te gusta la historia, la mejor opción es tomar un guía, un bus turístico o un free walking tour (hay un tour literario muy recomendado). Muchos de los recorridos parten desde la Plaza del Comercio, una de las plazas más importantes la ciudad y donde, antiguamente, se ubicaba el palacio real. Hacia el mar otro punto imperdible es el Muelle de las Columnas (de fines del siglo XVIII), en la desembocadura del río Tajo, famoso por recibir las embarcaciones de los reyes.

No muy lejos se encuentra el precioso Elevador de Santa Justa (1902), ascensor vertical que unía la parte baja de la ciudad con los cerros, pero que hoy es más bien un mirador turístico, pues la opción más común es trasladarse por las escaleras mecánicas que son gratuitas.

Subiendo el cerro se encuentra el casco antiguo, también llamado Barrio Alto, que por sus calles y coloridas edificaciones tiene un gran parecido con Valparaíso. Aquí, en el sector bohemio de Chiado, se encuentra Bertrand, la librería más antigua del mundo (1732) y que fue reconocida así por Guinness World Records en 2011. Muy sencilla y ubicada en toda una esquina, llama la atención por sus vitrinas llenas de libros y muros exteriores tapizados en azulejos, una característica que se repite en varias cafeterías y edificios históricos.

En la parte más alta, los miradores son un espectáculo, desde allí se puede observar la ciudad y, a lo lejos, las ruinas del Castillo de San Jorge. La vida en el cerro es muy entretenida, llena de músicos y arte en las calles, por lo que es muy recomendado moverse a pie. Pero a quienes no les guste tanto caminar está la opción de tomar los tranvías o los tuk tuk que recorren varios puntos de la ciudad.

Me alejé del centro y cumplí uno de mis sueños: conocer el Museo Nacional del Azulejo, donde se exponen más de siete mil maravillosos azulejos que datan de todas las épocas. Ubicado en el convento Madre de Deus, atrae además por su rica arquitectura y fantástica vista hacia el mar.

BARRIO DE LOS DESCUBRIMIENTOS

Para llegar a Santa María de Belém, desde el centro de Lisboa, lo más cómodo es hacerlo en tranvía. Y en tan sólo quince minutos puedes comenzar a disfrutar del famoso barrio de los descubrimientos.

La primera parada es el Monasterio de los Jerónimos, fundado en 1502 por el rey Manuel I, y que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1983. Su mezcla de estilos y arquitectura es fascinante (de gótico a renacentista), con esculturas, pilares, techos, cúpulas y, por supuesto, azulejos que dejan a los turistas boquiabiertos. Además, aquí se encuentran las tumbas de algunos reyes y del navegante Vasco de Gama, entre otros.

Al salir del monasterio, me fui a probar los mundialmente conocidos pastéis de Belém, exquisitos pasteles de nata cuya receta fue elaborada en 1837 y sus ingredientes son un secreto hasta el día de hoy. La historia dice que cuando cerraron el Monasterio de Santa María de Belém, por la revolución liberal, el panadero del convento le pasó la receta a un empresario portugués. Si bien puedes pedirlos para llevar, uno de los atractivos es comerlos en la misma tienda.

Caminando hacia el mar se encuentra la Plaza del Imperio, con preciosos jardines y una imponente fuente de agua. Ya en la costanera aparece el Monumento a los Descubrimientos (1960), que conmemora los quinientos años de la muerte de Enrique el Navegante. En una espectacular obra de 52 metros de altura, que representa una carabela, se puede observar a los reyes y navegantes que fueron parte de la historia de Portugal. Otro detalle muy bonito es que en el suelo hay una gran rosa de los vientos que ilustra los viajes y dominios portugueses en el mundo.

Y al final de este recorrido está la preciosa Torre de Belém. Para llegar a ella hay que ir bordeando la costa. Si quieres una fotografía exterior sin turistas, lo mejor es estar allí a las siete de la mañana, pero ojo, que el monumento estará cerrado. Otra linda opción es el atardecer, porque el sol se esconde en el mar y es todo un espectáculo.

Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1983, esta antigua construcción (1519), rodeada de agua, sirvió como fortaleza y como puerto desde donde partieron los exploradores portugueses para establecer sus rutas de comercio. En cuanto a su arquitectura es un deleite para la vista, con animales esculpidos; balcones, ventanas y techos con elementos decorativos.

BELLEZA NATURAL

Hay varias maneras de llegar a Sintra, pero recomiendo comprar un ticket de tren desde la estación Rossio en Lisboa y tomar un tour. Para moverse más rápido también hay tuk tuk. Esta preciosa villa portuguesa destaca por su casco histórico lleno de miradores, fuentes de agua, palacios, monumentos, mucha arquitectura con influencia musulmana y una gran vegetación que llena los cerros de un verdor increíble. No por nada muchos de sus atractivos son Patrimonio de la Humanidad.

El recorrido comienza bordeando el cerro, donde se aprecia a lo lejos el Palacio Nacional, con una mezcla de estilo árabe y manuelino. Así, entre las curvas de las calles, comienzan a aparecer un parque lleno de vegetación donde se ubica la Quinta da Regaleira (siglo XVIII). Un mágico destino lleno de lujosos jardines, lagos, cascadas, grutas, pasajes secretos y edificios enigmáticos, relacionados con la alquimia, la masonería, los templarios y la rosacruz.

La arquitectura es espectacular: románica, gótica, renacentista y manuelina. Y por donde se mire hay un rincón para fotografiar. Recomiendo dejar al menos medio día sólo para recorrer este precioso recinto que culmina con su palacio. Imperdible es pasar por la Torre Invertida, una estructura que se sumerge hasta 27 metros en la tierra, a través de una preciosa escalera caracol. Antiguo lugar de culto, cuyo simbolismo se relaciona con los Templarios y la Divina Comedia de Dante Alighieri (el cielo y el infierno), es famosa por ser una de las estructuras más increíbles del mundo.

Para los amantes de las vistas impresionantes, otra parada es visitar el Castillo de los Moros, que si bien hoy se encuentra prácticamente en ruinas, desde sus murallas se puede disfrutar de una vista privilegiada hacia la villa y el Océano Atlántico (aquí podrás sacar una de las fotos más lindas del viaje). Y para finalizar este recorrido, literalmente en la punta del cerro, está el Palacio de la Pena, una de las principales residencias de la familia real portuguesa durante el siglo XIX. Con colores fuertes y vibrantes destaca mucho entre la vegetación, en su interior su estilo romántico, principalmente, encanta por su lujo y detalles. Así me despido de Portugal, un destino que no me dejó de sorprender”.