Con cerca de tres décadas de trabajo como artista y una paleta de colores vibrantes, este dibujante arquitectónico busca poner en valor los espacios sociales que habitamos mediante la reutilización de materiales urbanos olvidados en su actual exposición Urbanos existentes. “La mía es un obra muy honesta, muy simple, muy fantasiosa”.
Por Macarena Ríos R./ Fotografías gentileza artista
Los domingos, mientras sus amigos jugaban fútbol en algún club de Maipú, él tomaba su mochila y partía al Museo de Bellas Artes a ver la exposición de turno. Aunque tenía condiciones para el deporte, el arte pudo más. “Recuerdo haber visto una pintura de Roberto Matta con sus universos y galaxias que me llamó poderosamente la atención”.
Pintor autodidacta, reconoce que ha sido un camino difícil. Un trabajo de años que comenzó en 1995 en los talleres de Balmaceda 1215 y que devino en su primera exposición en la Estación Mapocho.
Estudió Dibujo Técnico en el DUOC, donde conoció a Ennio Bucci, una de las personas que serían clave en su vida, junto con Sandro De Ponte, y la artista y galerista Camila Squella. Al primero lo conoció durante una estadía en México, de quien aprendió disciplina y autogestión. A la segunda, cuando volvió a Chile, quien le enseñó a venderse como artista y a montar una exhibición, entre otras cosas.
“Para mí ser artista significa encontrar un equilibrio y objetivo de vida. Con los años he entendido que también es transmitir energía y alegría; mi obra habla de la visión de vida que tengo. Es un don divino que he sabido desarrollar y que hoy comparto con la gente”.
Su taller es su centro de operaciones. En él conviven todas y cada una de sus obras, dando cuenta de un largo camino evolutivo. Grabados, serigrafías, acrílico sobre tela, cada trabajo da cuenta de su propio universo personal que desarrolla al ritmo de Cerati, los Babasónicos o algún grupo de jazz.
Influenciado por el pintor Hunder Wasser, que conjuga el color con un mensaje ecológico, sus grandes referentes fueron Matta, Kandinsky y Miró y, en el plano nacional, Sammy Benmayor, Pablo Domínguez, Bororo y Matías Pinto D’Aguiar. Hace un par de años le regalaron un libro de Jean-Michell Basquiat —“uno de los referentes más potentes de mi obra actual con algunos matices propios que le da soltura a mi obra”—, que hojea de vez en cuando, igual que los trabajos de Liniers y Haring, exponentes del arte pop.
¿Cuál es tu sello?
Uno tiene que estar en constante evolución y, hoy en día, creo que tengo un sello muy marcado; el trazo negro delimita no solo el contorno de lo que dibujo, sino que le da forma a mi trabajo. Las características de mis obras son el color, la composición, la creación de personajes y la incorporación de una iconografía prehispánica un poco más fresca. Mi pintura es muy visceral y espontánea.
“Me inspira el amor y la vida misma, la naturaleza, mis hijos, las cosas simples, lo cotidiano, mirar la ciudad desde otra perspectiva”.
En la búsqueda de un trabajo más sustentable, Paulo ha recurrido a la búsqueda de materiales, apelando al reciclaje para que el contenido de su obra sea más global. Su actual exhibición incluye esculturas y pallets. “Haber creado obras en tres dimensiones tuvo que ver con plantearme otras aristas de mi trabajo”.
¿Cómo es el proceso de creación?
Parto muchas veces por la mancha. No tengo un boceto, por lo general voy armando la composición con un pincel. Todas mis obras tratan de contar una historia que pueda inspirar y que la gente pueda descifrar. Son muy espontáneas y conectadas con lo que estoy viviendo.
En su obra habitan diversos personajes que se han transformado en verdaderos íconos como “libertad”, simbolizado por un pájaro; “abundancia”, simbolizado por un elefante; el perro llamado Gutiérrez, que simboliza el niño que todos llevamos dentro; y el recientemente creado “disfruta”, un personaje que habla del estrés y la falta de tiempo actual.
¿A quién admiras?
Cierro los ojos y se me viene a la mente y a mi corazón todo lo que he transitado. Una vez Snoop Dogg se agradeció a sí mismo por haber seguido su camino, por haber luchado siempre y por nunca bajar los brazos. Yo creo que la primera admiración debe ser por quererte a ti mismo, por entender que sin eso es difícil llegar a donde quieres llegar. La constancia y la disciplina me han llevado a estar donde estoy.
“Admiro a mi madre, uno de mis primeros seguidores y que entendió este caminar. Admiro a mi abuela Elvira, que cantaba con su guitarra y siempre me regalaba lápices y las agendas de mi abuelo para que pudiera rayar y dibujar”.
Con cuarenta y ocho años ha dedicado más de la mitad de su vida al sueño de ser artista. “Y eso no es un tema menor. Creo en mi trabajo y en mi pintura, es lo que me llena el alma”.
ARTE SOCIAL
Toledo afirma que su objetivo como artista es salir del taller, visibilizarse como alguien cercano, y ayudar en la formación de nuevas generaciones de artistas, integrándolos a la sociedad. Esa afirmación marcó un punto de inflexión y lo llevó a impartir un taller de arte terapéutico: Integrarte de Belén Educa y, más tarde, con la Corporación EduDown. “Me llenó el alma”.
¿Cuál es el mensaje de Urbanos Existentes?
Mostrar una ciudad feliz, llena de colores y situaciones que viene con un mensaje: qué dejaremos a las nuevas generaciones y cómo trascender en mi obra. No significa el éxito, sino la trascendencia entendida como un legado: un mejor planeta, una enseñanza, que un niño se sorprenda con tu trabajo y que como artista te des el tiempo de estar con ese otro. No hay excusa para no crear, no necesitas de grandes materiales. Urbanos existentes tiene esa fuerza y esa consistencia de reutilizar lo que está en la calle. Hay un rescate y trabajo social, donde transmito el concepto del reciclaje y la sostenibilidad.
“Hay muchos mensajes detrás de Urbanos existentes. La gente que asiste a la muestra se puede llevar una pulsera y para amarrarla a la muñeca necesitas de otra persona y eso es: volver a conectarnos, volver a hablarnos. Algo así como la ecología espiritual”.