De la noche a la mañana, este ingeniero y empresario comenzó a pintar compulsiva e irrefrenablemente. Hasta entonces nunca había tomado un pincel y, en poco tiempo, logró resultados sorprendentes. En casi dos años, ya cuenta con una nutrida colección de más de cien obras hiperrealistas. Cumplió un anhelo presentando varias de ellas en dos exposiciones locales y ahora quiere ir por más, llevando su arte hasta Utah o Nueva York.
Por Verónica Ramos B. / fotografía Francisco Díaz U.
En el mismo salón que utiliza para sus reuniones de trabajo, este ingeniero en mecánica estructural de la Universidad Federico Santa María hace un alto a sus labores habituales, se pone frente al atril y comienza a dar pinceladas para ilustrar la idea que tiene en mente. Todos los días y durante tres o cuatro horas diarias, Nelson se entrega sagradamente a la pintura, abstrayéndose de lo cotidiano y dejando fluir esa necesidad casi inexplicable de crear.
Oriundo de Concepción, este empresario dedicado a la venta de equipos para la minería, se radicó hace veinte años en La Serena, junto a su mujer y a sus tres hijos. Su única cercanía con el arte fue su habilidad con el dibujo cuando estaba en el colegio. Eso era todo. Jamás tomó un pincel y tampoco se interesó por aprender. Su mundo, claramente, siempre fueron los números, las fórmulas, la mecánica.
“En el 2017, viví una experiencia muy especial, yo diría liberadora. Sin entrar en mayores detalles y después de una serie de sucesos, experimenté una necesidad irresistible de pintar. En ese momento estaba en Alcohuaz, así que viajé ese mismo día a La Serena y compré varios atriles, óleos, pinceles y bastidores. En cinco horas pinté mi primer cuadro”, recuerda Nelson, mientras señala una pequeña obra que reposa sobre la mesa y que resalta por su azul intenso.
¿Por qué decides pintar una ballena azul?
Fue mi primera inspiración y desde ese momento me dediqué a pintar cetáceos y animales marinos que están en peligro de extinción, producto de la caza indiscriminada del hombre. También pinté orcas, ballenas jorobadas, tortugas, delfines y al retratarlos sentía que había un reconocimiento hacia ellos, que podía generar conciencia en las personas, que podía provocar.
¿Esa obsesión tenía, entonces, una razón de fondo?
Atribuyo esto a sensibilizar por medio de la naturaleza; es una manera de comunicar y hacer un llamado de atención. Durante seis meses pinté cetáceos y luego decidí pintar otros animales en peligro de extinción como el gorila de lomo plateado y el tigre de bengala…
¿Y cómo logras la perfección de la imagen?
No es fácil explicarlo. Concibo la imagen en mi mente y sigo los patrones naturales de la morfología, volumen y textura de cada cosa que pinto. Siempre he sido muy detallista y en todo orden de cosas. En el caso de la pintura, sé cuándo faltan pinceladas y sé cuándo parar.
¿Nunca hiciste un curso o un taller?
La verdad es que por largos meses me dediqué solo a pintar. No miré literatura, tampoco busqué información en Internet y no quería recibir consejos de nadie. Con el tiempo, me di cuenta de que tenía ciertas complicaciones con los colores, de manera que recurrí a algunas clases prácticas con dos pintores reconocidos de esta zona: Felipe De Ferrari y María Ester Rivas.
HIPERREALISMO
Buscar la perfección con cierto grado de dificultad, motivó a Nelson a encontrar en el hiperrealismo el estilo ideal para representar su arte. “Desde que partí, en el 2017, hasta ahora, siento que mi pintura ha tenido un gran avance. Los más críticos me dicen que voy por buen camino. Mi mayor referente en la pintura es Claudio Bravo, su trabajo es simplemente sobrecogedor”, afirma el empresario.
¿Y de los animales pasaste a pintar retratos?
He pintado retratos de toda mi familia y para esto sí utilicé fotografías, porque los rostros tienen muchos detalles. En una oportunidad, decidí retratar a uno de mis hijos y lo pinté sonriendo. Un pintor vio el cuadro y le llamó la atención la prolijidad de los dientes. No podía creer que yo lo había hecho; en ese momento pensé ¡nada es imposible! Otra de mis temáticas son los caballos, la naturaleza muerta, los bodegones. Hasta ahora he logrado pintar más de cien obras…
Varias de ellas fueron presentadas el año pasado, en tu primera muestra
En octubre del 2018, expuse en el Centro de Extensión de la Universidad de La Serena mi primera muestra llamada Despertando al arte. Fueron cincuenta y dos obras en total y era la primera vez que en este lugar exponía alguien con mis características, es decir, autodidacta, emergente y con una gran variedad de pinturas. Y este año, entre mayo y junio, expuse en el Hotel El Directorio, en Santiago. Allí vendí mi primer cuadro: el óleo de un caballo. Esta misma persona quería comprarme el tigre de bengala y la ballena azul, pero no las vendo por ningún motivo, porque son mis primeras obras.
¿No te resulta fácil desprenderte de tus obras?
No es mi objetivo comercializar el arte. No vivo de esto, pero si alguien quiere comprar una pintura debe estar dispuesto a pagar el valor que le doy a esa obra. Lo único que busco es que mi mensaje llegue a las personas y que admiren este trabajo.
¿Estás preparando una nueva exposición?
Quiero presentar una muestra en Utah o en Nueva York. Tengo amigos que me están ayudando para lograr mi objetivo. Ese es mi gran sueño.
“Atribuyo esto a sensibilizar por medio de la naturaleza; es una manera de comunicar y hacer un llamado de atención”.
“Un pintor vio el cuadro y le llamó la atención la prolijidad de los dientes. No podía creer que yo lo había hecho, en ese momento pensé ¡nada es imposible!”