Museo del Inmigrante en Valparaíso: historia, migraciones y recorrido interactivo

Conectando el pasado, el presente y el futuro de la Ciudad Puerto, el recién inaugurado Museo del Inmigrante —ubicado en el ex Colegio Alemán de Valparaíso— impresiona por ser un espacio multisensorial que revive la historia de las migraciones con tecnología, salas interactivas, relatos y objetos originales que sorprenden en cada rincón.

Por María Inés Manzo C. / Fotografía Javiera Díaz de Valdés

Valparaíso fue, durante el siglo XIX, y buena parte del XX, la gran puerta de entrada a Chile. Desde distintos rincones de Europa, Medio Oriente y América, miles de inmigrantes desembarcaron en este puerto, trayendo consigo no solo maletas cargadas de pertenencias, sino también oficios, sabores, idiomas y costumbres que marcaron la identidad cosmopolita de la ciudad. Hoy, esa historia cobra vida en el recién inaugurado Museo del Inmigrante, ubicado en el edificio patrimonial del ex Colegio Alemán y concebido como el corazón de Destino Valparaíso, un polo cultural, gastronómico y turístico que busca revitalizar el casco histórico porteño.

“Más que el legado de mi familia —de raíces libanesas y sirias—, este museo es un homenaje a todos los inmigrantes que construyeron Valparaíso: a los ingleses que llegaron en 1820, a los alemanes que levantaron este edificio magnífico, a los franceses que llenaron la ciudad de moda y glamur, a los italianos con sus emporios, a los españoles con sus panaderías y rincones emblemáticos, entre tantos otros. Ellos hicieron de este puerto un lugar único en el mundo, y hoy los invitamos a descubrir ese espíritu en Destino Valparaíso, junto con su Museo del Inmigrante, con sus salas de conferencia, tiendas, restaurantes. Todo inmerso en una joya arquitectónica restaurada, algo nunca visto antes en Chile”, cuenta Eduardo Dib Maluk, director ejecutivo de Destino Valparaíso.

EL ZARPE

Apenas se cruza la puerta de entrada, el visitante se embarca en un viaje, bajando hacia el subterráneo y donde el aire se vuelve más frío como si estuvieras en la bodega de un navío. La primera planta es una metáfora del zarpe. “Lo más importante de este espacio, y que nos diferencia de un museo convencional, es que no se trata de leer la historia, sino de meterte en ella. Es un museo sensorial, emotivo, donde te sumerges en el viaje mismo”, explica Ayleen Silva, directora del Museo del Inmigrante y quien nos guía en el recorrido.

Frente a nosotros, baúles y maletas originales, algunas datadas de 1870, nos hablan de la vida que se empacaba en un reducido espacio. Muchas de estas piezas fueron donadas por familias de la zona. “Aquí se puede apreciar lo se traía, la vida de cada inmigrante, reducida en una maleta”, agrega.

“Este museo también conecta con las historias familiares de muchos de nosotros. Es un homenaje, un espacio donde los objetos cotidianos adquieren un valor universal”, agrega Loreto Maluk, directora comercial de Destino Valparaíso.

El recorrido continúa con los mapas que muestran las rutas de la inmigración: por el Estrecho de Magallanes, el Cabo de Hornos o el Canal de Panamá. Aquí, la tecnología cobra protagonismo con videos y audioguías. “Las audioguías no son descriptivas del museo, sino que relatos complementarios. Con historias de inmigrantes, de nietos, de hijos. Son pequeños relatos que te envuelven en la experiencia”.

CIUDAD COSMOPOLITA

De pronto, el visitante se encuentra en medio del bullicio del puerto con sonidos, olores y productos que llegaron desde distintas latitudes. “Efectivamente se trajeron productos originales, verificamos qué llegaba en los barcos y cómo abastecían la ciudad. Esto es muy bonito porque conecta con la memoria colectiva, con los sabores y aromas de la infancia de muchas familias porteñas”.

Un mapping en gran formato reconstruye cien años de transformaciones en la ciudad donde se aprecian terremotos, tranvías, ascensores y expansión territorial. En otra sala, la historia se cuenta a través de la prensa. Dieciséis portadas originales de diarios muestran los hitos más relevantes entre 1811 y 1945. “En esa época el canal de comunicación oficial era el diario. No había otro. Así supieron los porteños que había terminado la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo. Esta sala fue compleja de montar. Un equipo de investigadoras trabajó por más de un año para verificar la autenticidad de las portadas”, detalla Ayleen Silva.

La experiencia avanza hacia la sala de los emporios, con un precioso mural que reúne más de ochenta marcas históricas, desde dulces tradicionales hasta jabones y bebidas. Los aromas de violetas o bollería francesa evocan la vida cotidiana de antaño, al igual que los timbres que pueden ser usados por los visitantes. 

Otra gran atracción es ir hacia el Mirador 360, con un ascensor panorámico que revela Valparaíso en toda su geografía con sus iglesias, muelles y cerros. Desde allí, se desciende hacia Valparaíso Industrial, el centro financiero y económico de Chile, donde se explica sobre la construcción del molo de abrigo y la fundición y maestranza Lever & Murphy, entre otros. Una maqueta del Submarino Flach, recreada con apoyo de inteligencia artificial, revive la tragedia del primer submarino chileno, hundido en su viaje inaugural junto a su creador.

VIDA COTIDIANA

El recorrido se vuelve muy especial al ingresar a las salas dedicadas a las colectividades. Británicos, italianos, franceses, alemanes, españoles, árabes y otras comunidades aparecen representadas en escenografías que mezclan objetos originales y ambientaciones. 

Partimos con un precioso rincón inglés donde se puede apreciar la clásica hora del té, la cocina italiana de la nona repleta de pastas, la moda francesa representada con unas antiguas máquinas de coser a pedal, la farmacia alemana con instrumentos médicos originales, los españoles con la imprenta y los árabes con sus bazares, textiles, dulces y juegos tradicionales. “Cada colectividad se muestra con datos históricos, pero también con escenografías vivas, para que las personas sientan que entran en esas casas y oficios”, explica Silva.

Loreto Maluk sonríe al señalar un detalle: “Para mí no es indiferente que este museo tenga una placa que dice Maluk o que arriba estén las fotos de mis abuelos. Es una experiencia personal, pero a la vez colectiva, porque muchos porteños reconocen aquí parte de su historia”. También hay otros especiales rincones dedicados a la fotografía y a la bohemia porteña, que complementan muy bien la experiencia. 

PATRIMONIO VIVO

El edificio mismo es parte de la experiencia. El ex Colegio Alemán conserva su arquitectura original y algunos espacios emblemáticos donde se recuerda su historia, como el bowling de 1850 —considerado el más antiguo de Latinoamérica— y el teatro de 1870, restaurado en cada detalle. “Este lugar fue un colegio durante décadas, y para muchos exalumnos volver ha sido emocionante, hasta las lágrimas. Hoy se resignifica como un espacio de memoria”.

El recorrido culmina en el antiguo teatro del colegio, hoy transformado en un espectáculo audiovisual. Con sonido envolvente, proyecciones y música, la sala ofrece un compilado de todo lo vivido. “Queremos que el museo sea entretenido. Que la gente se emocione, aprenda y se sienta parte de esta historia común”, asegura Ayleen Silva.

“Para nosotros, el museo es el corazón de Destino Valparaíso, la joya de la corona. Después de recorrerlo, los visitantes pueden quedarse a tomar un café, ir a la librería o simplemente disfrutar del entorno patrimonial”, concluye Loreto Maluk. 

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