La fortuna sonríe a los audaces es la frase que escribió Virgilio como verso en la Antigua Roma para reflejar a las personas que lo arriesgan todo y acaban teniendo éxito en su misión, aquellos que “se tiran a la piscina” y triunfan contra todo pronóstico.
En Chile, un ejemplo muy concreto es el de Matías Muchnick, creador de Not Co, la compañía que fundó para producir alimentos con base en plantas y vegetales, usando inteligencia artificial. Hace unos días levantó 85 millones de dólares en financiamiento para llevar sus productos al mercado estadounidense. También está el caso de Orca Bio, la empresa cofundada por Iván Dimov que produce terapias celulares en California y que acaba de levantar 192 millones de dólares para desarrollar un fármaco que reemplazaría los trasplantes de médula. O Cornershop, la aplicación de despachos a domicilio que, de operar localmente, terminó siendo comprada en un cincuenta y un por ciento por Uber. O Cryptomarket, la plataforma chilena de intercambio de criptomonedas que crece y se expande a otros países de la región. Los ejemplos suman y siguen.
Pero no se trata solo de tener una propuesta novedosa y revolucionaria ¿Cuántas veces surgen ideas brillantes en nuestras conversaciones con grupos de amigos o familiares? ¿Cuántas veces hemos soñado con cambiar el mundo haciendo tal cosa, u ofreciendo tal nuevo servicio? El problema es que muchas veces se quedan en eso, proyectos en el aire que no se concretan. Por eso creo que el verdadero mérito de Matías Muchnik y otros emprendedores exitosos radica en la persistencia para llevar a cabo un abstracto y en desafiar la incredulidad de los otros.
Comúnmente se dice que en Chile somos un país “chaquetero”, que tiramos hacia abajo al que destaca o le va mejor que al resto. Efectivamente hay muchas personas que actúan así, preocupadas solo de criticar o enfrentarse en discusiones que no tienen sentido ni solución. Pero sé que existen muchos chilenos que entienden que el éxito del otro no es una amenaza, sino más bien un ejemplo de lo que podemos alcanzar si nos proponemos una meta, un impulso para materializar ese proyecto que lleva tantos años guardado y un beneficio indirecto para los emprendedores del país.
Porque si algunos como Matías o Iván logran poner a Chile en la mira de los inversionistas extranjeros, es muy probable que a los siguientes emprendimientos les sea un poco más fácil conseguir recursos gracias a ese camino ya recorrido, ¡así todos ganamos!
Ser emprendedor no es fácil. Muchas veces implica renunciar a los tiempos libres, las celebraciones familiares o a que las grandes responsabilidades estén a cargo de otros. La motivación para continuar depende mucho de la visión a largo plazo y la fe que se tenga en obtenerla. Tengo la certeza de que en Chile existen muchísimos ejemplos así, de hombres y mujeres resilientes, que se enfocan en los resultados y siguen tirando para arriba cuando las cosas van mal y, día a día, hacen cosas extraordinarias por poner a Chile en espacios privilegiados.
Chile aspira a ser un país innovador. Si bien aún dependemos de industrias tradicionales como la minería, distintos emprendimientos y startups han colaborado en aumentar el crecimiento de este rubro como un aporte al mercado, al mismo tiempo que incentivan la inversión extranjera y los rankings de innovación. Un punto fundamental es que los innovadores chilenos puedan acceder a una amplia red de mercados y cuenten con los recursos para pararse como iguales ante otros países, pero desde un punto de vista más cualitativo. ¿No deberíamos nosotros ser los primeros en creer en ellos y su enorme potencial?
Cada uno elige con qué bando se queda. Mi elección está clara.