Zapatillas urbanas, con materiales novedosos como velas de barco y tela de parapente, es la propuesta con que Kruza llegó a marcar la diferencia en la industria nacional. Inspiradas en el upcycling y la economía circular, su objetivo es ser un aporte tanto para las personas como para el medio ambiente.
Por María Inés Manzo C. / Fotografías Andrea Barceló A. y gentileza de Kruza (www.kruza.eco)
¿Te imaginas unas zapatillas sustentables, cómodas, confeccionadas a mano y, además, con diseño chileno? Esa es la apuesta de Kruza, marca ecoamigable que nació hace dos años en Santiago por el sueño de tres amigos y amantes del calzado urbano. “Junto a Benjamín Moreno y Cristóbal Arancibia nos conocemos desde el colegio y, tras años trabajando para otras empresas, decidimos que era momento de tener algo propio, pero que tuviera un sentido positivo y pudiera ser un aporte social. Somos ‘emprendedores viejos’ (ríe), todos tenemos más de cuarenta años, pero con muchas ideas y ganas de aportar en la industria de la moda. Por eso nuestra filosofía se basa en un proyecto de triple impacto (personas, planeta y ganancias). No sólo buscamos hacer productos de materiales reciclados, sino que generar empleos en condiciones justas, creando redes de trabajo y cooperando con agentes de la industria”, cuenta Felipe Arrigorriaga, socio fundador de Kruza.
Para ellos, las zapatillas son una pasión y un objeto de culto —tendencia que ha aumentado en los últimos veinte años—, pero que además responden a una demanda de sentirse cómodos tanto en los trabajos como en lo cotidiano. “Si bien hoy a nivel mundial se está exigiendo más libertad, comodidad y diseño en el calzado, vemos con preocupación cómo la industria nacional ha venido desapareciendo o, simplemente, prefiere importar”.
¿Por qué el nombre?
Es un juego de palabras y con doble sentido. Primero es una invitación a cruzar hacia lo sustentable, a vivir más conscientes de lo que desechamos y podemos rescatar. Y por otro lado, nos encanta cruzar materiales en cada zapatilla, cada pieza es única e irrepetible por sus detalles y materiales.
UPCYCLING
“En Chile hay un gran potencial para hacer buenos proyectos, pero no muchos están en el carro de la sustentabilidad, de la ética y las buenas prácticas. Fue así que unimos nuestro fanatismo por las zapatillas con el upcycling (o suprareciclaje) y la economía circular. Sabíamos que podíamos elaborar productos de calidad, pero el cómo hacerlas es nuestro sello diferenciador. Todo el primer año nos acercamos a distintas empresas que tuvieran una cantidad de desechos importantes y que a nosotros nos pudiesen ser útiles. Es decir, que su basura fuese nuestra materia prima”.
Bajo esta lógica Kruza utiliza desde materiales clásicos, como cuero y algodón orgánico, hasta otros totalmente disruptivos dentro de la industria, como PVC reutilizado de camiones, velas de barco, telas de parapente y de diferentes prendas de vestir. “Para la planta de las zapatillas utilizamos caucho reciclado de piezas de la minería y caucho virgen. Además, tenemos un acuerdo con Rosen y ellos nos entregan los retazos de ecocuero de sus sillones con los que confeccionamos las capelladas. Y en esa búsqueda de lo novedoso, llegamos a una empresa viñamarina que fabrica velas para los buques insignia de todo Sudamérica. Su material sobrante es maravilloso, porque es un nylon ultrareforzado y con protección UV”.
Le dan una segunda vida a los materiales…
Exacto, si bien esto le añade un nivel de complejidad al diseño y a la producción, sentimos que es una manera de devolverle la mano al planeta. Antes del coronavirus incluso estábamos importando telas recicladas. Encontramos un cuero de cactus maravilloso en México; y acá en Chile ya tenemos un acuerdo con Caimi, que son los únicos productores de ecocuero y cuero biodegradable del país. Nuestra idea es lanzar algunas zapatillas biodegradables, incluso veganas (libres de crueldad animal). Nos encanta lo diferente.
¿Qué no puede faltar en una zapatilla?
Una zapatilla puede ser sustentable, ética, pero si no cumple en términos de look y performance, en el fondo no sirve. Por eso hemos testeado con varios consumidores. Nuestras Kruza están hechas a mano (lo que les otorga un rasgo más humano y no seriado), con materiales de primera calidad y de alto rendimiento… no tendría ningún sentido que se desarmaran o fueran incómodas, por eso nos fijamos en todos los detalles.
Ustedes son parte de Empresas B y de la Comunidad Basura Cero…
Sí, nos pareció importante certificarnos desde el primer año y ahora estamos en proceso de volver a hacerlo por dos años más. Y con Basura Cero tenemos el compromiso de adoptar una política que nos permita proteger el medioambiente y prevenir la contaminación, disminuyendo la huella negativa que producimos. Hoy, por ejemplo, con nuestros propios retazos (cuero, tela y espuma) realizamos un proceso para volver a incorporarlos en las plantas.
ÉTICA
“Cuando partimos con este proyecto decidimos que nuestra mano de obra fueran maestros del calzado, por eso trabajamos con talleres pequeños y medianos. Tercerizamos la producción, sin perder nuestra esencia, el oficio y modelaje de primera calidad. Le damos trabajo a alrededor de quince personas, donde un grupo se dedica a las plantas, otro a los cortes y aparados, y otro, finalmente, al armado y estampado”.
¿Cómo se replantean tras la crisis social y en medio del coronavirus?
Como sociedad nos ha tocado sufrir mucho en términos humanos y financieros. Hemos hablado mucho sobre esta crisis que nos ha obligado a replantearnos el cómo queremos vivir y llevar adelante la marca. Las empresas tenemos que reinventarnos, porque estamos frente a un escenario que es completamente distinto, donde no solamente importa la utilidad económica y cuán exitoso eres, y porque un elemento vital es la satisfacción de las personas que trabajan contigo. Por ello seguiremos prefiriendo la economía circular frente a la economía lineal. Empatizamos con lo que está exigiendo el mundo hoy, dándoles dignidad a los trabajadores y relacionándonos de manera horizontal en la empresa. No pretendemos ser una empresa gigante, pero sí tener un rol protagónico.
¿Qué proyectos tienen en mente?
La verdad es que vemos a Kruza mucho más allá de las zapatillas. Si bien es por lo que comenzamos y creemos que el calzado es fundamental, pues define “tu parada” frente al mundo, queremos ampliarnos a otras líneas de la moda como accesorios (bolsos, mochilas, bananos, billeteras, tabaqueras, etc.) y ropa. Pero todo bajo el upcycling. Tenemos producción de baja escala y sabemos que vendemos productos cuyo precio es alto, de nicho, por eso es fundamental tener alternativas para masificarnos.
¿Y en diseño e innovación?
Nuestra propuesta inicial comenzó más bien tradicional y ahora estamos avanzando a zapatillas más modernas y rupturistas. Estamos trabajando para lanzar el segundo semestre ediciones limitadas de la mano de artistas nacionales, es decir, que estén intervenidas con ilustraciones y materiales diferentes. También queremos incorporar tecnología a partir de telas con nanopartículas de cobre que, además de aportar en la comodidad del calzado para que el pie no transpire, nos abre un nicho interesante en el mercado.
¿Cuáles son los próximos desafíos?
Por el coronavirus estamos trabajando desde nuestras casas, potenciando nuestro ecommerce y redes sociales para no perder el contacto con los consumidores. Como no es un producto de primera necesidad, la estrategia está en una gran campaña y renovación de imagen para el segundo semestre. Queremos abrir nuestra propia tienda física, pues tras el estallido social tuvimos que salirnos de las tiendas colaborativas en las que estábamos. Hoy sólo tenemos una oficina en Providencia. Además, esperamos retomar la campaña con Falabella, pues somos parte de su marketplace sustentable (online) y justo en marzo comenzaríamos a comercializar nuestras zapatillas en cuatro de sus tiendas físicas. Tenemos mucho por hacer, estamos viendo cómo levantar fondos, participando en crowdfunding, porque hay Kruza para rato.