Ha viajado a Mozambique como misionero, ya cuatro veces, con un especial proyecto de corrales con cabras lecheras en ayuda del pueblo de Maringué que sufre graves problemas de desnutrición infantil. Además de ofrecer becas para estudiantes y sacarlos de la extrema pobreza. Esta es, sin duda, una experiencia que lo transformó y que pronto será una fundación formal.
Por María Inés Manzo C. / Fotografía Mariela Sotomayor G. y gentileza de Juan Cristóbal Montti
João Malambe —que significa en español Juan Baobab— es como le dicen cariñosamente a Juan Cristóbal Montti Schmidt (27) los amigos y familias que ha conocido en Maringué, distrito de la provincia de Sofala en Mozambique, África. Un lugar al que llegó como misionero, hace dos años, motivado por aportar con un granito de arena a un proyecto que comenzó originalmente el sacerdote chileno Roberto Guzmán, quien vivió ahí por diecinueve años. “No son muchas las personas que conocen el trabajo que realizamos como misioneros en Maringué; por ahora es un círculo pequeño en torno a nuestros conocidos y amigos. Como los proyectos salen de nuestro bolsillo, estamos en proceso de formalizarnos para que otros nos conozcan y puedan ayudar también”.
Fundación Mae Mozambique (que significa mamá), es el nombre que tendrá esta iniciativa y que era un anhelo desde hace muchos años y de muchas personas. “El mayor problema con el que se enfrentaba, constantemente, era con la desnutrición infantil, pues allá existe mucha sequía y la agricultura es de subsistencia, por eso, si no llueve, las huertas se secan con facilidad. Un año, lamentablemente, se le murió una niña a la que estaba ayudando por desnutrición severa. El padre Roberto ya no quería que ocurrieran estas desgracias y pidió ayuda a Chile. Entonces se le ocurrió crear corrales con cabras lecheras para tener un sustento adicional en las casas, pues muchos no sabían que se puede tomar su leche y sólo las conocían como un animal para comer”.
¿Cuándo llegó la primera ayuda?
El veterinario Raimundo Prado, el 2014, se fue a Mozambique por tres meses junto a su hijo, también veterinario. Ellos lograron recolectar fondos, obtenidos por distintas campañas, y así compraron cabras de raza fina y construyeron un corral en medio del pueblo de Maringué. También con ese dinero pagaron cuidadores y compraron otras cabras locales, porque la idea era hacer una cruza entre ambas razas. El resultado de ello fue un híbrido, menos lechero, pero más fuerte y adaptado al clima.
¿Cómo funcionaba el corral?
Funcionó durante dos años y medio como corral escuela. Se encontraba al lado de la iglesia y podían aprender todos los que quisieran, incluso si no eran cristianos. También había dispuesta una casa donde se les ofrecía alojamiento y comida para trabajar con nuestros cuidadores pastores. El macho fino fue dando crías con las hembras locales y ya tenemos alrededor de cuarenta y cinco cabras.
¿Siguen con el mismo sistema?
No, lamentablemente por razones de salud el padre Roberto se tuvo que devolver a Chile el año pasado y como ya no había una persona allá como punto fijo —y ciento por ciento atento a lo que estaba pasando—, decidimos repartirlas en seis corrales entre las personas que estuvieron más interesadas en aprender. Cada corral quedó con un macho fino, tres o cuatro híbridos y sus cabritos.
¿Ahora quedaron solos?
Sí, pero estamos siempre en contacto y les dejamos los corrales listos para que funcionen en sus casas con comederos, bebederos, rejas, candados, puerta, etc. Buscamos que estuvieran bien distribuidos dentro en el distrito. Hay un corral en el centro del pueblo otro a tres, diez o cuarenta kilómetros. La idea era lograr el efecto de que los vecinos observaran e imitaran la iniciativa. Hay aldeas en que todos se conocen y, literalmente, para buscar agua pasan por la casa del otro. Además, a medida de que se van reproduciendo, vamos sacando de cada corral una o dos cabras al año y esas se van dando a otras personas. Entonces es una cadena y una retribución que da el dueño del corral.
¿Cómo lo hacen con los temas veterinarios?
Sólo en la ciudad se venden los insumos veterinarios de vacunas, vitaminas, antiparasitarios, etc., entonces al introducir cabras lecheras finas un parásito africano es mortal. Por eso les compramos los remedios, les enseñamos a inyectarlos y les dejamos todo escrito en su idioma. Esperamos que por lo menos una vez al año desparasiten a todas las cabras y le hagan un baño sanitario.
MARINGUÉ
“Mi primer viaje a Mozambique fue en enero del 2016 y estuve por nueve meses. Esos primeros meses fueron increíbles, conocí gente muy linda, simple y afectuosa. Hasta hoy tengo amigos del alma, con los cuales me contacto constantemente. Muchos ya tienen WhatsApp, entonces es más fácil y los puedo llamar cuando quiero”.
¿Cómo lo hiciste con el idioma?
Al principio, para comunicarme, aprendí portugués que es la lengua oficial, pero no muchos lo hablan y para llegar a más personas era fundamental aprender la lengua local (chisena).
¿Te enfermaste?
Sí, me dio malaria un par de veces y lo pasé muy mal. Gajes del oficio (ríe), como te contagias a través de un mosquito es clave dormir con una red, echarse mucho repelente y vestirse con manga larga. Allá se enferma mucha gente de eso y muere, pero es tan común que hay remedios en todos los puestos de salud.
¿Cuántas personas viven en el pueblo de Maringué?
Alrededor de seis mil a siete mil personas, pero en las aldeas mil o un poco menos, por eso es fácil que ellos puedan replicar esta iniciativa.
¿Cómo son las familias allá?
En general, ninguna familia tiene empleo, cada uno posee un pedazo de tierra y siembran. Los dueños de las cabras lecheras viven en lugares súper remotos, sin agua, ni luz, andan acarreando agua todo el día para conseguirla. Uno podría sorprenderse de las condiciones precarias en las que están , pero en general ellos viven bien con lo poco que tienen. No cuentan con recursos para mandar a sus hijos al colegio, ni pagar para sus pruebas o fotocopias. Hay poligamia y son familias numerosas, porque no hay mucho control de natalidad, incluso de ocho hermanos o más. Las historias son todas similares, son bien humildes y viven en chozas de barro en medio de la sabana.
La desnutrición está latente…
Sí, siempre… ahora ha mejorado con la ayuda de la leche de cabra que aporta grasa y proteínas principalmente. El tema es que culturalmente el adulto tiene la prioridad, comen todos juntos, pero al niño siempre le va a llegar menos alimento. Si bien no es tan común que se mueran niños, estos no tienen un balance nutricional muy bueno.
DESDE LA TIERRA
“La idea es que las nuevas generaciones vayan aprendiendo y el día de mañana sean los hijos de estas familias los pastores. Hoy como muchos son viejitos, cuesta de que tengan rutinas. La gente de campo de allá es como la de acá, tienen sus tradiciones y mañas (ríe)… y que llegue un tipo extraño de otra parte del mundo a muchos no les cae tan bien de primera. Por eso es clave conocerlos; yo estuve un par de meses sólo visitando, mirando, conversando”.
¿Qué cosechan?
Lo principal es el maíz, yuca, porotos, maní, sorgo, sésamo. Lo que siembran lo guardan para la casa y lo comen durante todo el año. Son pocos los que cosechan sésamo o algodón y lo pueden vender a los mercados a precios bajísimos, especialmente a los chinos. También hay mucho mercado de hortalizas, tomates o repollos con los que luego compran sal o aceite. Sus siembras son buenas, pero su problema son las plagas de saltamontes o gusanos que arrasan con todo y se quedan sin nada. Por eso muchos viven al límite y si se suma la sequía es aún más complicado.
¿Qué han podido implementar de acá?
A muchos les interesó cómo regamos. De hecho, hicimos un pozo en una huerta. El próximo paso es poner un estanque acumulador, porque lo que hacen ellos es lanzar un balde para abajo del pozo, recogerlo y después ir a regar planta por planta, pero es mucho trabajo. También se puede implementar un tambor con una manguera, lo más simple posible para que no se lo roben.
¿Cómo has podido ayudar desde tu profesión de ingeniero agrónomo?
Me ha ayudado mucho. Con mi familia tenemos una parcela en Casablanca, somos apicultores (mi papá y hermano también son agrónomos) y entendemos lo que es la vida de campo, por eso sentimos que podemos ayudar de una forma u otra. Puse una colmena en Maringué, pero no resultó porque hay que estar controlando, por lo menos, una vez a la semana. La atacó un bicho y la mató. Se pueden hacer buenos proyectos, pero hay que estar allá, porque la abeja africana es más chica, pero muy buena productora de miel.
OLIMPIA
“Cuando el padre Roberto estaba en Mozambique tenía tres casas para acoger estudiantes, que también venían de las afueras de Maringué. A todos los que quisieran estudiar se les daba una mesada, se les pagaba el colegio y si tenían buenos resultados se les mandaba a la universidad o a hacer cursos. Tenía una escuelita para reforzar a los niños y les daba desayuno para que pudieran estudiar bien y no se durmieran por la falta de comida. Ahí también llegábamos los misioneros y nos financiaba alimentación y alojamiento”.
Entonces fue un gran impacto para la localidad su partida…
Enorme, y la verdad es que todos quieren que vuelva. Pero todos esos estudiantes siguieron siendo financiados por el mismo padre Roberto desde Chile. Lo que sí otros proyectos quedaron parados con su partida. Los nuevos sacerdotes son de Mozambique y aunque tienen las mejores intenciones no poseen el mismo financiamiento.
Los estudiantes son hoy la prioridad…
Sí, para los corrales mandamos dinero una vez al año, vamos como voluntarios y hacemos nuestra tarea. Pero los estudiantes requieren mensualmente, porque tienen una colegiatura en buenos internados y escuelas, pues las locales no lo son. Algunos arriendan casas en otros lados, necesitan comer y trasladarse. Tenemos seis estudiantes en el colegio, entre quince y dieciocho años; más quince estudiantes que están en universidad o en institutos para sacar cursos de agricultura, agronomía, psicología, enfermería, sociología, etc.
¿Cuánto sale una mensualidad en Mozambique?
Es súper barato estudiar; entre los quince estudiantes universitarios gastamos unos cuatrocientos cincuenta mil pesos chilenos. Por eso las ayudas desde Chile son tan importantes y con un pequeño aporte le cambias totalmente la vida a una persona. Los cursos duran alrededor de dos años y con su diploma pueden trabajar. Es un salto gigante para salir de la choza de barro y poder ayudar a su familia. El gran problema que tenemos es que la gente se comprometa a ayudar mensualmente y no sólo dar un gran monto una vez.
¿Qué es lo más urgente?
Desde la misión, Roberto ayudó a gestionar convenios de cooperación entre la Universidad Católica de Mozambique y seis universidades chilenas. Lo que hemos hecho es dar un premio a la excelencia académica para que los estudiantes vengan a Chile a hacer un posgrado. Ya tenemos una alumna que terminó un magíster, gracias a una beca que nos dio la PUC en la carrera de nutrición. Ella se llama Olimpia y es de una de las familias más pobres de Maringué, no tiene papá y la apoyamos desde el colegio. Ya se graduó y está de vuelta en Mozambique, pero tenemos una segunda alumna, Cristina, que terminó con excelencia académica enfermería. Está lista para venir ahora en marzo. Lo único que nos falta es el pasaje para sus vuelos, que son alrededor de quinientos mil pesos chilenos. Ojalá alguien pueda ayudarnos, pues llegando aquí tiene su beca, mesada y alojamiento. Hacemos mucho con poco dinero, pero es fundamental el aporte. No queremos decirle que no pueden estudiar porque falta dinero.
¿Dónde pueden depositar?
Por el momento, y hasta que la fundación tenga su propio rut, estamos usando mi cuenta personal. Para quienes puedan aportar les estaremos informando, contando la historia y mandando fotos para sepan a quiénes están ayudando. Esta es una buena oportunidad para ayudar, directamente y sin intermediarios.
Juan Cristóbal Montti Schmidt
Cuenta Vista 0-070-15-47216-7
Banco Santander
Rut: 17.703.649-8
jcmontti@gmail.com / +56 9 9165 5139