Seleccionada para la fallida Bienal de Venecia, esta casa, situada en el sur de Chile, habla por sí sola de la materialidad del fin del mundo, conjugando clima y paisaje. Hecha de madera, acero y concreto, fue ideada por los arquitectos Ignacio Gana y Raimundo Noguera.
Por Macarena Ríos R./ Fotografía gentileza oficina Extco
Que fuera económica, sencilla y de rápida construcción. Ese fue, a grandes rasgos, el encargo que le hicieron al arquitecto Cristián Gana. Inspirado, inevitablemente, por el paisaje sureño y su geografía, el factor clima también tuvo relevancia durante la construcción.
“El clima pasa a ser tan importante, que moldea la vida de quienes viven allá. La vida del sur, la lluvia, el frío, la nubosidad, pasan a ser parte de la cotidianidad, generando una morfología arquitectónica de los lugares en los que se produce el encuentro, la tradición y las actividades económicas. En términos arquitectónicos, hace que se arme un paisaje muy característico en la zona”, explica Gana.
“La forma en que viven tiene otra velocidad y espacialidad distinta a la de la capital o las grandes ciudades. El paisaje rural es un intermediario para ir de un lado a otro. ¿Cómo no va a influir eso en la concepción del espacio sureño? Es cosa de hacer un comparativo con el citadino, en términos transversales y socioeconómicos; en el sur se vive con más metraje de terreno y se puede tener chacras, animales, etc.”.
LA MAGIA DEL SUR
Hecha de madera, acero y concreto, el contexto de esta obra de ciento veinte metros cuadrados, según su ficha técnica: “está referido a suaves pendientes con la mayoría de las vistas principales en la lejanía; en la medianía se observan arborizaciones tupidas y en el terreno en sí, solo destaca la topografía con un pequeño tranque, además de esto se cuenta con una condición de fuerte viento diario”.
Emplazada en un terreno de cinco mil metros cuadrados, verde, llano y con vista al volcán, la casa se encuentra a unos cinco kilómetros del centro de Puerto Varas. “Se buscó jugar con la ligereza del volumen, haciendo referencia a la arquitectura vernácula de la zona, aprovechando la condición de esta para escalar la casa a la gran tierra en la que se encontraba inmerso”.
“Respecto de los interiores se buscó fluidez de espacio debido a las actividades diarias de la casa, una gran terraza para acoger invitados y para protegerse del viento reinante. Se buscó también un contraste entre el interior, en tonos muy claros debido a la gran cantidad de días grises en el año, y el exterior, con placas negras para así buscar la mayor cantidad de calor posible”, reza la ficha técnica de la casa.
¿Cómo se dimensionaron los espacios?
Una de las formas que tenía de escalarme en este gran terreno llano, al no tener arborización, era mediante la generación de altura en la edificación, por eso que en el sur no se ven, en general, edificaciones muy desescaladas. Quería aprovechar el lomaje para ganar vistas, y quedar con una condición de asomo en el terreno. Tener una techumbre ayudaba para generar esta condición y acentuarla, junto con desligarme del problema de la caída del agua en la casa.
¿Cuál es el sello de esta construcción?
El lugar. “Es inevitable no empaparse del paisaje del sur, basta recorrerlo y darse cuenta de lo imponente de su geografía. Esta casa no podría haber sido concebida en otro contexto que no fuera el sur de Chile. Probablemente en otra locación estaría más ligada al capricho que a la funcionalidad y eficiencia que tiene hoy.
¿Qué significó que fuera seleccionada para la Bienal de Venecia?, ¿qué implicó en términos de visibilidad?
¡Un halago! Ha sido una experiencia muy novedosa, que la hemos gozado como oficina. No es normal que se fijen en uno desde el extranjero. Siempre les explicamos a nuestros cercanos que creemos que con los recursos que se manejan en Chile, generalmente limitados, se hacen cosas muy destacadas, llegando, incluso, a tener un foco a nivel mundial.