Fernanda Llamazales: Abstracción geométrica

Su trabajo se extrapola a la vida misma. Cada pincelada, cada trazo, habla de la dualidad que existe entre el control y la libertad, la precisión y la espontaneidad, el orden y el caos. A través de la mancha y la línea, sus elementos ancla, no solo muestra la manera en que percibe el mundo, sino también la forma en la que interpreta las emociones y los sentimientos. “Para mí, el arte es una necesidad para la expresión y el autoconocimiento. A través de la pintura aprendo cosas de mí, voy evolucionando”.

Por Macarena Ríos R./Fotografías Javiera Díaz de Valdés

Aunque no le gusta encasillarse, dice que su estilo artístico es abstracto, “me seduce la abstracción. La interpretación que cada uno le da a mis obras habla de la experiencia de cada cual, por eso busco que mi pintura sea un canal”. De ahí que su tema de base sea la percepción.

Fernanda emplea la mancha como símbolo del error y el caos humano, la línea representa la estructura y el orden, mientras que el triángulo simboliza la triada de un todo completo. En su obra se puede sentir una constante tensión y equilibrio entre estos elementos.

“La mancha en mi pintura es y será la base de mi trabajo, la génesis del resultado. A través de la mancha honro el error. Y a través del error aprendo. Aprendo lo que ya no sirve, aprendo lo que no funciona. Cambio la palabra error por aprendizaje”.

Sus obras exploran una amplia gama de temas y conceptos profundos. Utiliza la percepción como punto de partida, investigando cómo interpretamos nuestro entorno y nuestras emociones a través de la pintura. “La pintura enseña. Aprendo y desaprendo una y otra vez. La pintura baja  la mente al cuerpo. Te lleva a la presencia”.

A Fernanda siempre le gustó pintar, pero entró a Diseño por un tema más convencional. Tres años después comenzó a estudiar Arte. Ahí conoció al artista visual Félix Lazo, quien sería su mentor. “Lo encuentro un maestro. Es y ha sido mi referente”.

Egresó el 2008, sin embargo, no sería hasta el 2017 que saldría de su zona de confort y se lanzaría a crear y mostrar sus pinturas.

¿Qué te hizo atreverte?
Me separé. Ese proceso de autoconocimiento profundo que tuve, en paralelo con mi pintura, es una consecuencia del proceso en el que estoy ahora.

¿Cuánto influyó tu paso por Diseño?
Tiene que ver con un tema visual, aprender a mirar, saber cómo es el recorrido visual del ojo, el equilibrio y también como herramienta, como el timbre y la tarjeta de presentación que fueron diseñados por mí.

¿Qué te inspira?
Me inspira mucho la mente humana y el color. Siempre digo que me gusta cocinarlos, como si realmente estuviera preparando algo en una cocina, pero con color. El proceso en sí me fascina, me conecto mucho con la naturaleza y el estado en que se encuentra. Cuando estoy pintando, generalmente se crea una sincronía. En 2020, comencé a estudiar la física cuántica y me voló la cabeza. La mente humana es dual. ¿Cómo se puede convivir con esa dualidad? Muchas veces no queremos ese otro lado que es más feo y sombrío.

¿Dentro de las técnicas que trabajas cuál es tu favorita?
Siempre he transitado entre diversos materiales. Cuando partí era el óleo, luego encontré el acrílico y me quedé con él. Trabajar con agua me permite esa fluidez y esa magia que da la mancha. Hay mucha riqueza ahí.

“SOY DE EMOCIONES INTENSAS”

Sentada en su taller, con una vista envidiable al mar, dice que sus estados de ánimo influyen en sus obras, que es parte del proceso y que se ha dado el permiso de intervenir sus cuadros con técnicas espontáneas. “Es una terapia. Mi pintura es mi reflejo y yo soy de cambios intensos”. Pinta todo tipo de formatos, pero el que más le acomoda es el grande, donde puede fluir con más libertad.

Fuiste parte de un taller de experiencia sensorial de pintura con agua de mar, ¿cómo fue la experiencia?
Poder experimentar con algo distinto fue bien interesante; la experiencia que se generó con la gente, la sorpresa. Te das cuenta de que no necesitas tanto ni los materiales más caros para poder hacer arte, como la bolsita de té con la que experimenté en una obra.

¿Quiénes son tus referentes?
Pollock fue mi referente de tesis, con su pintura automática. Hoy en día conecto con él porque estaba muy influenciado por el arte ancestral, africano. Tenía toda una mística detrás.

El año pasado ganó un concurso de arte emergente impulsado por la galería Tarquinia Art con su obra en técnica mixta El juego de la vida. “Fue super bonito e inesperado. Justo en ese tiempo sentí que mi obra adquirió una mayor solidez y postulé. Ojo que yo soy súper exigente conmigo misma y creo que la exigencia te paraliza un montón; hoy soy más bien del “mejor hecho que perfecto”. Tengo la meditación incorporada en mi vida y cierta información de ese cuadro tiene algo que ver con eso. El que ganara cobra total coherencia para mí”.

Actualmente está trabajando en la serie “Primavera Cuántica” en honor a esta estación del año y sus colores, dejando atrás años de tonos azules y turquesas y explorando nuevos colores y combinaciones, como el rosado. “Son pequeños saltos de crecimiento”.