Enzo Pandolfi: El valor del Itata

Viña Pandolfi Price

El sueño familiar de tener un campo se convirtió por azar en un emprendimiento y luego en un trabajo de tiempo completo. El fundo Santa Inés de la familia Pandolfi, ubicado en el redescubierto Valle del Itata, provee de uva a grandes y pequeñas viñas y también a la propia: los vinos Pandolfi Price, que ya tienen siete exitosos productos en el mercado. Y van por más.

Por Monserrat Quezada L. / Fotografías Sonja San Martín D.

Buen timing. Así se podrían definir los comienzos de la viña Pandolfi Price. “Mi abuelo materno tenía un campo lechero al lado de Concepción, y mi papá veraneaba en Rucapequén, que es el pueblo que está al lado de nuestro actual fundo. Entonces siempre les atrajo la idea de tener un poco de tierra y, el 2002, se pudo concretar ese sueño”, cuenta Enzo Pandolfi, cofundador de la viña y gerente de Agrícola Santa Inés. “El campo tenía el viñedo, era parte del encanto, pero no fue la razón de la compra. De todas maneras teníamos que trabajarlo, así que mi papá se puso a estudiar y yo también, aportando lo que podía, y empezamos a mejorar la calidad de la uva, y subiendo el valor”, explica.

PLANTACIÓN Y PODA

En ese momento, relata Enzo, nadie hablaba de Itata: “Todo lo contrario. Itata era lo más malo del mundo del vino. Hasta no muchos años atrás, en la Escuela de Sommeliers de Chile, que es donde forman a los expertos en vino del país, no se hablaba del sur de Maule, siendo que acá es la cuna vitivinícola. Pero de a poco empezamos a ver que la uva era bien recibida, que nuestras parras empezaban a cautivar el interés de los expertos mundiales que nos visitaban”.

El mismo año en que compraron el campo, el 2002, Enzo entró a la universidad. “Tenía varias opciones, y mi papá quería que estudiara Agronomía, pero finalmente me decidí por Ingeniería Civil Eléctrica en la Universidad de Concepción, y el primer año me cambié internamente a Ingeniería Civil Química”. Su memoria de título se trataba de un proceso para obtener vino sin sulfitos. Se tituló el año 2008 que, coincidentemente, fue el primer año que comenzaron a hacer vinos asesorados por el reconocido enólogo François Massoc. Además, estuvo cuatro meses en una pasantía en la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona, invitado por el profesor Francisco López.

Una vez que regresó a Chile, tuvo distintos trabajos como ingeniero, siempre con el proyecto de la Agrícola Santa Inés en paralelo. “En 2011 empezamos a plantar viñedos nuevos: pinot noir, syrah, sauvignon blanc, y riesling. Para la vendimia de 2015, el proyecto familiar ya tenía cierta madurez y, entre tanto trabajo, llevaba tres años sin vacaciones, así que decidí dedicarme por entero a esto”.

VENDIMIA

Y vaya que lo ha hecho. Camino al Fundo Santa Inés, a una hora de Concepción, Enzo pasa a dejar y buscar facturas a la oficina de Concepción, conversa con proveedores, y habla reiteradamente sobre órdenes de compra y despachos.

Así, de a poco, Enzo y su familia fueron estudiando y aprendiendo. “Nuestro primer objetivo para hacer vino, más que vender, fue conocer el campo, entender lo que teníamos, su potencial y, en base a eso, tratar de sacarle el mayor provecho posible”.

El Fundo Santa Inés cuenta con 160 hectáreas, donde además de las viñas hay una casona típica de campo chileno, una cabaña, una bodega, una capilla, un estanque con patos y gansos, bosque nativo, avellanos europeos, y el río Larqui, entre otras sorpresas.

¿Qué es lo que más les ha gustado de este proceso?
De a poco le fuimos tomando mucho cariño al campo y empezamos a entender el concepto del terroir. Lo lindo que tiene la vitivinicultura es la capacidad de atrapar un lugar en una botella, algo que no muchos otros cultivos lo tienen. Quizás el café y el chocolate un poco, pero son escasos los que tienen esa capacidad de capturar aromas, sabores, y un momento determinado. Todo el resto de la fruta se trata de estandarizar año tras año, que sea de un mismo color, sabor, calibre. Acá, en cambio, logras expresar un año, un lugar, todo lo que se dio alrededor y transmitir esa historia en la botella. Eso también nos pareció una forma de rendirle tributo a este campo y fue lo que nos motivó a lanzarnos a hacer vino.

Ustedes comercializan uva principalmente, ¿cómo empezaron con lo del vino?
Sí, nuestro producto principal es la uva. Actualmente dejamos solo un diez o quince por ciento para producción propia, pero queremos aumentarlo. Empezó mi papá en su casa, con un par de barricas que se consiguió para tratar de aprender. En eso conocimos a François Massoc, y cuadró perfectamente lo que nosotros pretendíamos con lo que él sabe hacer muy bien y su filosofía, y con él trabajamos desde entonces con excelentes resultados.

De hecho, los vinos de Pandolfi Price han recibido numerosas alabanzas en diversas publicaciones internacionales, como la revista inglesa Decanter en varias ediciones. Incluso, el chardonnay de Pandolfi Price fue premiado en la Decanter World Wine Awards, una de las competencias de vinos más importantes del mundo.

¿Cómo han vivido ustedes la revalorización de las viñas del Itata?
Ha sido muy lindo. Creo que de cierta forma pertenecemos a ese logro porque, a pesar de que no producimos vino de uva país, que es una cepa emblemática de este sector, sí fuimos parte de que Itata comenzara a ser reconocido como un lugar de vinos interesante cuando lanzamos Los Patricios Chardonnay. Se dio el timing de que el sur del Maule se hizo atractivo para los mejores paladares nacionales e internacionales y nosotros crecimos como viña junto a ese proceso. Hemos ido profesionalizando las etapas de producción, respetando y comprendiendo la naturaleza, y revalorizando el la uva de las parras que da esta tierra, de las cuales se obtienen vinos fáciles de tomar, con una complejidad de aromas y sabores muy atractivo. Lo que producimos acá no es una bebida gaseosa, no es un estándar. Son vinos que hablan de un lugar, de la gente que está detrás, del año en que son producidos. Son vinos originales hechos a escala humana y eso es lo que queremos que nos distinga.

¿Qué productos ofrecen como viña?
Hasta hace poco teníamos solamente dos chardonnay, el Los Patricios y el Larkün, y hoy ya ofrecemos siete vinos distintos: dos pinot noir, el Los Patricios y el Larkün, y en la línea Larkün también tenemos syrah, sauvignon blanc y riesling. Hay un octavo producto, que es un espumante, que no hemos sacado al mercado todavía. En la agrícola, además de la uva, vendemos avellana europea pelada y tostada.

¿Cómo ha sido consagrarte a este proyecto?
Interesante, desafiante, duro. Ser autoempleado es complejo. Me saco el sombrero por todos aquellos que lo hacen. Para mí fue un poco más fácil porque había una estructura más avanzada con la agrícola que ya estaba funcionando. No fue partir de cero, y aún así, es difícil. En la empresa trabajamos quince personas en total. Mi papá y yo en la administración y otras trece personas que trabajan en el campo. La parte agrícola funciona bien y son personas que llevan muchos años con nosotros, les tenemos mucho cariño y respeto. Sin su trabajo, nada sería posible. Pero en la parte administrativa somos sólo dos, entonces a veces tengo que patear el córner y cabecearlo al mismo tiempo, es decir: preocuparnos de la rentabilidad, de buscar nuevos mercados, de atrevernos a trabajar con otras cepas. Esto es trabajar y vivir cada día pensando en este proyecto.

¿Qué planes tienen?
La idea es seguir desarrollando los vinos y también entrar en el área del turismo. El campo es muy bonito, la zona también. Me encantaría que este lugar fuera más visitado. Que las personas pudieran conocer nuestra viña y quedarse acá a disfrutar de ella y hacia allá estamos apuntando también nuestro trabajo. También pensamos instalar una planta fotovoltaica para disminuir la huella de carbono. Otra línea que hemos estado explorando con bastante éxito son los eventos. Hemos tenido ya algunos matrimonios en el lugar y nos ha ido bastante bien. Nunca nos aburrimos de los nuevos desafíos.

¿Cómo te ves en cincuenta años más?

Ojalá en cincuenta años podamos seguir aquí dando la batalla por Itata y que ya no sea una lucha sino que sea algo consolidado, que logremos desarrollar esta hermosura de valle que tenemos, porque nos queda mucho por dar todavía. Y sobre todo, poder disfrutar de lo que estamos haciendo todos los días.

 

“Nuestro primer objetivo para hacer vino, más que vender, fue conocer el campo, entender lo que teníamos, su potencial, y en base a eso, tratar de sacarle el mayor provecho posible”.

“Lo que producimos acá no es una bebida gaseosa, no es un estándar. Son vinos que hablan de un lugar, de la gente que está detrás, que es lo más lindo”.