El modelo económico que privilegió la competencia y el individualismo por sobre cualquier otro valor tuvo sus años de gloria, pero ya pasaron. La nueva sociedad requiere un cambio en las reglas del juego, donde la participación, colaboración, creatividad y cariño son las herramientas claves para enfrentar los desafíos que tenemos por delante.
Si le preguntamos a cualquier persona que se esté cambiando de trabajo por voluntad propia, cuáles son las razones de su decisión, la mayoría responderá que por el sueldo. Pero no nos engañemos, este no es el único motivo. Muchos renuncian porque el lugar donde están les impide compatibilizar con su vida personal, porque no se sienten escuchados en sus demandas ni identificados con los principios que declara la empresa hacia el público, versus lo que ocurre internamente en la práctica.
El problema de muchas de esas empresas es que no tienen una mirada colectiva, aún siguen actuando como hasta hace algunas décadas, cuando las grandes compañías sólo estaban preocupadas de generar rentabilidad y beneficios económicos, sin preocuparse de las personas que componían sus equipos ni de cómo construir una mejor sociedad. Y pese a los grandes cambios que hemos vivido en los últimos años, varias de ellas aún no comprenden que este nuevo mundo requiere de nuevos paradigmas donde lo colectivo es mucho más importante que las prácticas individualistas.
¿Qué significa esto concretamente? ¿Cómo deberían ser las empresas que surjan en este nuevo mundo? A través de la participación y la reconstrucción, deberían reunir las siguientes características:
Primero, deben poner el foco en la causa y en las personas. Su base debe ser el capital humano más que los números. Entender que más allá de la productividad, son capaces de ayudar a resolver los dolores, injusticias, desigualdades del mundo a través de su quehacer diario.
Segundo, empoderar a las personas. En este nuevo escenario, el liderazgo que realmente se valora es aquel que logra potenciar a otros, que proporciona herramientas y ayuda a desarrollar talentos. Son empresas que entregan poder, que creen en su gente, que crean líderes.
Tercero, son empresas cariñosas, preocupadas por las formas, los cuidados, los detalles. Idealmente este cariño hacia los equipos pudiera incluirse en el manifiesto de la empresa, para que sea un factor que mida e incentive.
Cuarto, son empresas de real diversidad. Lo diverso entrega una visión de 360°. Mientras más parecidos somos pensamos igual y vemos relativamente lo mismo. En el pasado este modelo funcionaba, pero ya no. Para cooperar y colaborar, la diferencia es hoy el mejor atributo.
Y, quinto, avanzar cada vez más hacia una cooperativa de comunidades como modelo de desarrollo, porque la nueva empresa trabaja con la gente y no para la gente. Co-crear, poner todos los talentos y visiones al servicio de la solución es quizás una de las mejores maneras de generar compromiso, de vincular y así, juntos, empujar hacia una misma meta.
Hoy la invitación es que también las empresas que aún mantienen los patrones de la vieja escuela se sumen a los cambios y puedan replantearse su labor e implementar mejoras que vayan en beneficio de ellas mismas y de la comunidad. Como representantes del sector privado, generadoras de empleo para miles de personas en el país e importantes motores para el desarrollo económico y el avance tecnológico, no pueden marginarse de esta reinvención.