Hay, por el momento, dos cosas que no nos imaginábamos que iban a suceder, de la forma como la estamos viviendo. Una de ellas es ese movimiento social tan dañino en su forma de destrucción que, por supuesto, la gran mayoría rechaza. La otra es ese virus extraño e invasivo que ya está alrededor del mundo, declarado como una pandemia, término extremo para un fenómeno que no respeta edades ni lugares geográficos.
Es el llamado Corona Virus, que ya lo tenemos en nuestro país y que no sabemos cuánto tiempo permanecerá junto a nosotros. Los más sensibles al contagio somos los que ya pasamos la línea de los sesenta años y, más aún, aquellos que tengan alguna enfermedad de base, como la diabetes, por ejemplo, que es la más popular en nuestro país.
Cuando escuché el nombre de corona virus, por primera vez en las noticias, asocié, inmediatamente, al fenómeno llamado corona solar, de la cual se habló no hace muchos meses, en forma diaria, cuando nos acercábamos al esperado eclipse total de sol del 2 de julio del 2019.
Es el fenómeno que vemos cuando el eclipse está en su totalidad y se manifiesta como un brillante halo que rodea al sol y que corresponde a la atmósfera solar, en términos simples. En cada eclipse solar, su forma, brillo y tamaño varía según sean las características del sol.
A veces nuestro sol está en un período de calma, con pocas manchas solares, como ocurrió en ese mes de julio. En otras ocasiones el sol está muy activo con enormes manchas solares que representan potentes fuentes magnéticas, las que muestran al sol como que tuviera «muchos lunares».
Pero este coronavirus que asocié con la corona solar, también tiene otros «compañeros» en el cielo. Tanto en el hemisferio norte, como en el hemisferio sur celeste, las estrellas nos muestran diferentes figuras, que los antiguos vieron en sus noches de observación y que quedaron hasta nuestros días.
Tenemos formas geométricas, de animales, de aves, de objetos y de personas, en general. Las más conocidas y populares por la gente, son las que están en la zona del zodíaco, como escorpión, la virgen, los peces, el león y muchas más; pero todos hemos escuchado sobre la famosa cruz del sur, que orientó a muchos marinos en los océanos del hemisferio sur.
Es importante señalar que los marinos en los mares del hemisferio norte, cercanos al círculo polar ártico, no ven nuestra cruz del sur. Asimismo, nosotros no vemos, desde nuestras latitudes, la famosa estrella polar norte, ubicada, prácticamente, en el polo norte celeste.
Acompañando a nuestra corona solar, se nos hacen presente otras dos coronas en el cielo. La corona boreal y la corona austral. Una ubicada, como su nombre lo indica, en el hemisferio norte y la otra ubicada en el hemisferio sur.
Ambas están formadas por alrededor de siete estrellas visibles a simple vista, las que al ser observadas con binoculares, por ejemplo, se destacan contra el fondo oscuro del sector.
La corona boreal se encuentra ubicada a un costado de una enorme constelación llamada Hércules y que se muestra fácilmente para los observadores del hemisferio norte. En cambio, la corona austral, está ubicada en un sector de la constelación de Sagitario y en las noches sin Luna se ve a simple vista como un llamativo arco celestial, que no deja dudas de estar viendo una corona en el cielo.
Así que, sin desearlo, de una noticia tan dañina como el coronavirus, hemos llegado a tres eventos celestes asociados a las coronas. Corona solar, corona boreal y corona austral.