Maestro de equitación, formador de generaciones y campeón nacional, Pedro González Yarra comparte la historia de su vida junto a los caballos y la creación de un club en Quillota que hoy es referente en la Región de Valparaíso.
Por María Inés Manzo C. / Fotografía Javiera Díaz de Valdés
A los nueve años ya competía en salto. Desde entonces, la vida de Pedro González Yarra ha estado marcada por la equitación. Maestro formado en la Escuela de Caballería, campeón nacional e integrante de la selección chilena, su carrera lo llevó a representar al país en competencias internacionales y a formar a cientos de alumnos en el Ejército. Tras su retiro, decidió dar vida al Club Ecuestre Santa Sofía de Quillota, fundado en 2007, un espacio que combina enseñanza ecuestre, espíritu familiar y una visión comunitaria.
Hoy, a sus setenta años, Pedro sigue transmitiendo su pasión por los caballos, convencido de que este deporte no solo forja jinetes, sino también mejores personas. El pasado 27 de septiembre, el club volvió a brillar con un concurso ecuestre que reunió a familias, alumnos y amantes del caballo en una jornada que ya es tradición en la región.
“Mi pasión por los caballos nació desde muy niño. Crecí en Machalí, donde mi abuelo tenía campo y caballos corraleros. Con mis primos inventábamos competencias saltando cercas y canales. Más tarde, mi padre, que fue general de Carabineros y director de la escuela de formación, me acercó a grandes jinetes que marcaron mi camino”, recuerda.
“Al entrar a la Escuela Militar me propuse ser oficial de caballería. No era fácil, solo unos pocos podían optar a esa especialidad, pero lo logré. Después hice el curso de Maestro de Equitación y quedé como profesor en la Escuela de Caballería. Ahí formé a generaciones de oficiales, entrené equipos que llegaron a campeonatos mundiales y tuve la suerte de competir junto a grandes referentes. Fueron años muy exigentes, pero fundamentales en mi vida”, agrega.
Tu carrera también estuvo marcada por logros deportivos importantes. ¿Cuáles recuerdas con más orgullo?
Fui campeón nacional en distintas categorías, estuve en el ranking número uno de la Federación Ecuestre de Chile y formé parte de la selección que representó al país en campeonatos internacionales. Cada logro fue especial, pero lo que más valoro es haber formado a alumnos que después también llegaron a ser campeones de Chile. Eso es un orgullo enorme.
EL CLUB
“Después de retirarme del Ejército, trabajé un tiempo haciendo clases en Carabineros, hasta que un accidente de una alumna (que no fue bajo mi dirección ecuestre) cambió la normativa y ya no se permitió a civiles enseñar en unidades militares. Fue entonces cuando mi señora y mi suegra me animaron a crear algo propio. El terreno estaba prácticamente abandonado, pero con visión, esfuerzo y un poco de ingenio lo transformamos en lo que hoy es el club. Nació en 2007, y desde el principio fue un éxito porque llegó mucha gente con caballos y alumnos deseosos de aprender”.
El club se ha convertido en un espacio con identidad propia. ¿Qué lo hace diferente?
Aquí somos una familia. No tenemos la cantidad de miembros de los grandes clubes de Santiago, pero sí un espíritu único. Siempre digo que este lugar no es solo deporte, es una escuela de vida. Hemos tenido niños tímidos que aquí encontraron confianza, jóvenes que se alejaron de entornos difíciles, e incluso realizamos programas con centros semi cerrados de Limache, donde internos aprendieron a montar y luego enseñaron a otros. Eso cambia vidas.
¿Cuál es tu estilo como profesor?
Soy exigente, directo. Si un alumno quiere competir, tiene que entrenar en serio. Pero también soy cercano. Observo a cada persona y busco el caballo adecuado para su personalidad. Esa conexión es clave. El caballo no es una bicicleta, es un ser vivo que siente y responde. Enseñar a respetarlo es tan importante como enseñar la técnica.
¿Qué beneficios tiene para un niño practicar equitación desde temprana edad?
Son muchos. Primero, aprenden disciplina y responsabilidad, porque el caballo exige cuidado y respeto. Segundo, ganan seguridad y autoestima. Un niño tímido se transforma cuando logra comunicarse con un animal tan noble y potente. Y tercero, desarrollan habilidades físicas y cognitivas, porque este es un deporte que combina técnica, concentración y trabajo emocional. Yo siempre digo que un niño que aprende a montar también aprende a manejar mejor su vida.
El club también ha formado campeones. ¿Cómo ha sido esa experiencia?
Sí, hemos tenido varios alumnos que se coronaron campeones de Chile en categorías menores y seniors. Recuerdo el caso de Vivian Vignola, que llegó con operaciones en la columna y sin grandes expectativas. Con disciplina y constancia logró ganar campeonatos nacionales en la categoría senior. Fue una de esas historias que demuestran que nunca es tarde para cumplir un sueño.
Además de tu trayectoria como jinete y maestro, también ejerces como armador de pistas ¿Cómo fue ese proceso de actualización?
Para poder armar en la región te piden estar homologado. Entonces envié todos mis diplomas a la Federación Ecuestre de Chile para que me dieran la aprobación como armador de pistas. He hecho muchos cursos de armado y siempre salté en pruebas grandes, así que tengo la experiencia tanto de ejecutante como de diseñador. Finalmente me enviaron el certificado actualizado, que era lo que necesitaba, y eso es muy importante para seguir aportando en el deporte.
EN COMUNIDAD
“Nuestro concurso es solo una vez al año, pero lo hacemos con mucho cariño. Este 2025 tuvimos gran participación, un ambiente familiar y premios únicos. Lo que buscamos es que no sea solo un evento deportivo, sino también una fiesta. Con patio de comidas, mesas decoradas y pruebas incluso de noche bajo la luz de la luna. Es un día donde el club se viste de gala”.
¿Qué rol cumple hoy el club en la vida de la comunidad?
Más allá de la competencia, este es un lugar seguro para aprender, compartir y crecer. Aquí se forman jinetes, pero también se generan amistades, se crean recuerdos y se aprenden valores como la disciplina, la responsabilidad y el respeto por los animales. Muchos niños que llegaron inseguros o con problemas de autoestima hoy son jóvenes seguros de sí mismos. Ese es nuestro mayor premio.
También han trabajado con jóvenes en reinserción social…
Sí, fue una de las vivencias más gratificantes de mi vida. Durante seis meses trabajamos con muchachos de un centro que era del Seremi de Justicia, todos con historias difíciles. Primero les enseñamos a montar, pero lo más potente vino después. Bajo mi dirección, ellos comenzaron a enseñar a otros niños. Pasaron de sentirse “malos” o “incapaces” a descubrir que podían transmitir conocimiento y ser respetados. Ver cómo se les transformaba la mirada, cómo recuperaban la confianza en sí mismos, fue algo que nunca olvidaré.
¿Cómo ves el futuro del club?
Lo imagino en manos de mis hijos. Actualmente uno de ellos es director de la Escuela de Equitación del Ejército, otro es veterinario especializado en caballos, así que el relevo está asegurado. Mi sueño es que este lugar siga creciendo, que mantenga su esencia y que continúe siendo un espacio donde los caballos y las personas se encuentren y se transformen mutuamente.
A los que aún no nos conocen los invitamos a venir. El Club Ecuestre Santa Sofía de Quillota abre sus puertas de martes a domingo, desde las 9:00 hasta las 19:00 horas. Los lunes son el día de descanso del maestro y de los caballos (ríe), eso no se tranza. Nos pueden contactar para clases personalizadas, arriendo de pesebreras y entrenamientos.
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