Ad portas de la séptima versión de esta importante vitrina del arte contemporáneo, la talentosa artista visual no ha dejado nada al azar. Pendiente de cada detalle y, como buena Géminis, se prepara para recibir a 320 artistas nacionales e internacionales, con más de mil obras a la venta. ¿La novedad? Una reciente alianza con México, que permitirá la internacionalización de tres artistas de Artweek en la galería Pedro Ávila el próximo año.
Por Macarena Ríos R./ Fotografías Javiera Díaz de Valdés y gentileza entrevistada.
“A través del arte siento a mis padres vivos, porque, de alguna manera, es el legado que aprendí de ellos. El hecho de no tenerlos me hace conectar con esa otra Christine, la de la niñez. El arte es el motor de mi vida junto a mi familia, no podría vivir sin él”.
Christine Clément tiene dos hermanas, tres hijas y una casa que respira arte. Hija de diplomático argentino y madre española, nació en Lima, “un país muy rico culturalmente”.
“Mi conexión con el arte empezó desde que nací. Vengo de una familia de artistas, mi abuela era artista y mi padre, pintor aficionado. Crecí empapada de arte. Mis primeros recuerdos fueron ver arte en todas partes. Después de Perú estuvimos en Cuba y Brasil. En cada embajada mi papá armaba su taller en algún rincón de la casa y nos dejaba jugar con sus pinturas. Me acuerdo de que una vez, con mi hermana mayor, hicimos un mural con óleo en una de las paredes de nuestro dormitorio. Era un bosque y debo haber tenido unos seis años. Mi papá, lejos de enojarse, dijo que le daba valor a la propiedad y se lo mostraba a todos quienes venían a verlo. Eso me marcó”.
También la marcaron las clases de historia del arte y de música clásica de parte de su progenitor —que cantaba ópera como afición—, y que con el tiempo se transformaron en una extensión de sus propios gustos. “Hace poco, mi hija menor, que vive en Buenos Aires, me invitó a ver Giselle al teatro Colón. Una maravilla”.
Desde pequeña tuvo clases de ballet, piano y pintura; uno de sus mentores fue, cuando tenía nueve años, ni más ni menos que el pintor cubano René Portocarrero. Multifacética como pocas, viajera empedernida —“herencia de mi vida gitana”— y amante del arte en todas sus formas, bailó hasta los veintiséis años danza contemporánea, incursionó en el maquillaje y continuó con sus estudios de arte, depurando su técnica en diversos talleres.
Tenía catorce años cuando llegó a vivir a Argentina por primera vez. Publicidad, Diseño Gráfico, Historia del Arte y un magíster en Marketing dictado por la Universidad de Oxford; cada carrera, cada curso que hizo la fue preparando para ser quien es hoy. “Toda la formación que tuve me sirvió para el manejo como gestora cultural y me aportó diversas miradas y herramientas”. Al llegar a Chile, en 1999, hizo un diplomado de Arte en la UC y comenzó a exponer como artista. En ese momento su arte era figurativo, pero con el tiempo migró a abstracto.
Luego de estudiar Curaduría en Madrid, en 2010, volvió a Chile y abrió una galería —Atelier4—, por la que pasaron decenas de artistas. “En Europa aprendí a cómo armar una muestra y de qué manera presentarla al público. La curaduría me dio más formalidad y cientos de libros para leer. Ser curador es poder ponerle un precio a una obra, poder guiar a un artista hasta donde quiere llegar”.
Durante su pasantía en España, Christine no solo visitaba talleres de artistas, sino también las catacumbas del museo El Prado, donde existe un sinfín de cuadros guardados. “¿Sabías que España es el país que tiene la mayor colección de arte del mundo?”.
PLATAFORMA COLABORATIVA
Paralelamente a su carrera como galerista, Christine continuó desarrollándose como artista, ganando premios y reconocimientos en Venecia, Milán, Capri y Shanghái. Pero no sería hasta el 2015, cuando viaja a Punta del Este a exponer en la feria artística EsteArte, que Artweek visualiza la factibilidad de crear una plataforma de difusión del arte. “Me encanté con la movida cultural que había y pensé ¿por qué no hacer algo así en Chile?, ¿por qué no apostar por algo así? A la vuelta conversé con mi amiga y socia Bernardita Garib y comenzamos a gestar ArtWeek que, en sus comienzos, duraba una semana.
¿Cuál es el propósito de ArtWeek?
Democratizar el arte y visibilizar a todos los artistas, a que el público pueda comprar al precio real de taller. Mi interés apunta a que los artistas generen vínculos entre ellos, que sea una feria transversal, sin apellidos.
Artweek abarca múltiples disciplinas artísticas, como pintura, escultura, ilustración, acuarela, collage, fotografía, grabado, orfebrería contemporánea, instalación y muralismo, entre otras. Está dividido en tres sectores: artistas consagrados junto a las galerías, artistas emergentes y un tercer sector orientado al arte joven. “El objetivo principal es mostrar la diversidad y riqueza del arte contemporáneo en un espacio patrimonial y emblemático como lo es la Estación Mapocho”.
¿Cómo ves al circuito de arte nacional?
Muy bueno. Hay artistas jóvenes excelentes que están triunfando en el extranjero y para eso, justamente, necesitas de plataformas como Artweek que los puedan visibilizar. Me interesa impulsar el diálogo artístico cultural y abrir espacios de reflexión sobre la actualidad y el futuro del arte. Este año, por primera vez, tenemos una alianza con México, a través de la galería Pedro Ávila. Premiaremos a tres artistas contemporáneos que estén exponiendo en esta versión para que viajen conmigo, el próximo año, a exponer en esa galería”.
También adelanta que, por primera vez, utilizarán el hall de ingreso de la Estación Mapocho para crear una experiencia inmersiva 360 que contará con la participación de la artista pictórica Catalina Rojas y la empresa Skydome, cuya temática será flora y fauna.
“Además de los 320 artistas y 15 galerías que conformarán la exhibición, tendremos talleres, conversatorios, charlas, pintura en vivo, actividades para niños dirigidas por la artista Angelito Peñaranda y una variada oferta gastronómica de foodtrucks. La idea es siempre innovar y sorprender”.
¿Qué sueñas?
Quiero que Artweek siga creciendo, que sea la mejor plataforma para los artistas para que formen vínculos y relaciones. Una de las cosas que nos diferencian respecto de otras ferias —y que la mayoría de los artistas rescata— es que, detrás, hay una directora que es artista. Eso es fundamental.