Carola Gasic: Mundos oníricos

artista

La paleta de colores de esta artista autodidacta es alegre y avasalladora. A través de la técnica mixta da vida a historias que emergen de la tela desde un imaginario que pareciera no tener límites. En ellas hay personas, animales, lagos, desiertos y jardines que interviene con collages de géneros, papeles y lo que tenga a mano. Lo suyo es un continuo experimento que también ha llevado a otros soportes, como la escultura, el grabado y las ilustraciones. “Pinto porque me encanta, porque me da energía y me llena el alma”.

Por Macarena Ríos R./ Fotografías gentileza entrevistada

Cada mañana, impajaritablemente, Carola cruza el jardín de su casa, y llega a unas escaleras de adoquines de piedra que se van hundiendo bajo tierra entre enredaderas de jazmín, romeros y ficus repens. Al fondo hay una puerta de vidrio donde está su taller. Se pone un delantal o una pechera, según la estación del año, y comienza el viaje de colores y creatividad. Un viaje que contiene pinceles, tizas, aguadas, acrílicos y empastes que más tarde se convertirán en historias.

No le tiene miedo al lienzo en blanco, para ella no es tema. Al son de la música que inunda su refugio, como le gusta llamarlo, mancha la tela prístina, la prepara con diversos materiales y texturas, con papeles, con figuras a crochet, con servilletas, con géneros estampados. Luego la cubre con aguadas, la moldea a su antojo. Y de a poco van apareciendo las figuras, los árboles, un cerro, una casa, una flor. De una forma casi intuitiva, va diseñando los ambientes que más tarde cobijarán a sus personajes.

A veces usa tintas; otras, mezcla óleo y acrílico. Incluso ha estampado hojas cuyas nervaduras quedan impresas en la tela. “Un mundo de alquimia, inventos y descubrimientos que van sorprendiéndome. Es demasiado entretenido”.

¿Por qué pintas?
Pinto porque me encanta, porque me llena el alma de energía. Es una bendición poder pintar y que las personas valoren mi arte y quieran tener mis cuadros en su casa. El hecho de que me encarguen que pinte a su familia me hace tremendamente feliz, porque es un círculo virtuoso que me permite seguir pintando. Y eso es un regalo.

HISTORIAS PINTADAS

Aunque estudió periodismo, su pasión por el arte pudo más y, el 2002, comenzó su aventura con la pintura. “Mi gran maestra es mi mamá. Se llama Marcela Muñoz Orrego. Ella es artista y profesora de Arte en la Católica. Desde chica nos motivó a pintar, ir a exposiciones, a museos. En mi casa siempre hubo pinturas, colores, lanas, géneros, entonces hacíamos collages, pintábamos con óleo, con témpera, hacíamos esculturas en greda. Todas mis hermanas salimos artistas gracias a ella, de ella heredé el sentido del color y la estética. Más tarde tomé algunas clases con Daniela Ponce. Me encanta como pinta, es muy talentosa. Fue muy generosa conmigo, me enseñó técnicas, aguadas, empastes, cómo sacar la figura de las manchas. Fueron pocas clases, pero muy productivas”.

¿Qué soportes usas?
Uso bastidores de tela y me gusta mucho pintar sobre madera, porque la puedes rasguñar con gubias, y estampar mediante una técnica que se llama transferencia. Misteriosamente, los colores son más potentes en la madera. También hago grabados análogos y digitales, que luego intervengo con acrílicos, papeles y lápices. No me aguanto no pintar arriba del grabado digital.

¿Cuándo sientes que una obra está lista?
Cuando salen de mi casa. Para mí es un proceso que no acaba nunca, siempre estoy agregando o quitándoles algo.

¿Qué buscas lograr con tus pinturas?
Para mí son otro soporte para seguir contando historias. Acá hablo de personajes y mundos imaginarios que cobran vida mediante pinceles y telas. El bastidor se transforma en un libro abierto en donde mis personajes habitan e invitan a que el espectador de rienda suelta a su imaginación, y que se deje llevar por las situaciones reflejadas en las telas. Mundos oníricos que provocan cercanía y una cierta familiaridad. Por eso utilizo un colorido alegre, con tonos neutros para descansar la vista.

¿Qué sientes cuando expones?
Exponer es un desafío para cualquier artista, proponer temas nuevos, soportes nuevos y contar algo distinto cada vez es un reto.

Cero autorreferente, de todos los cuadros que habitan su casa solo uno lleva su firma. “Mi mamá es una gran coleccionista de arte y me ha regalado algunos cuadros y grabados. En mi casa tengo obras de Matilde Pérez, Edwin Rojas, Lorenzo Moya, Daniela Ponce, Catalina Abbott, María Elena Mardones. Y esculturas de Lourdes Naveillán, Gregorio Melnick y Constanza Mayo.

¿A qué artista admiras?
Matta me encanta, es un genio. Moriría por tener un cuadro suyo.