Desde pequeña vio a su madre junto a una máquina de coser, creando ropa para la familia. Pero ese no es su único legado: sus raíces mapuche la instaron a diseñar prendas que mostraran esa identidad, sin dejar de lado su existencia en la ciudad. Así nació su marca Camila Ciskew, con la que honra los pueblos indígenas de toda Latinoamérica, al mismo tiempo que imparte esos saberes.
Por Monserrat Quezada L. / Fotografías Sonja San Martín D.
Si lees “indumentaria mapuche”, ¿en qué piensas? Es muy probable que te hayas imaginado una manta, un cintillo o trarilonko, la joyería típica, la cabeza con cintas de colores. Pero ¿qué pasa en la ciudad? Eso es lo que Camila Cisterna se cuestionó al comenzar su marca de indumentaria con identidad mapuche, que ahora extendió a otros pueblos originarios de Latinoamérica.
Camila estudió Diseño Industrial en la Universidad del Biobío porque “siempre me gustó crear. Me gustaba hacer maquetas, y estar en el taller de mi papá donde tenía maquinarias para construir mobiliario”.
Así, sintió que en esa carrera confluían todos sus gustos “desde el pensamiento hasta ver el producto realizado”, además de tener taller temáticos y verticales, es decir, con compañeros de primero a cuarto año, y con temas como calzado, packaging, cerámica, etc.
¿Por qué te enfocaste en el diseño textil?
Desde pequeña me gustaba tejer a palillo, crochet, bordar, y constantemente estaba modificando o creando mi propia ropa. A medida en que iba avanzando en la universidad, cada vez era mayor el porcentaje de mi clóset de fabricación propia, pero tuve un taller de calzado y me enamoró. De hecho, uno de los primeros productos que tuve como Camila Ciskew fueron zapatos, pero de repente se me ocurrió hacer prendas con temática mapuche, y hubo mucho interés, por lo que seguí con esa línea. De todas maneras siempre pienso en retomarlo, he hecho algunos prototipos, pero todavía no me lanzo.
¿Cómo se te ocurrió confeccionar ropa con esa temática?
En principio se dio desde mi existencia mapuche, por mis raíces, buscando informar sobre estas a través de la indumentaria. Soy de la warria (ciudad), y por lo mismo sentía que mi forma de vestir era distinta a lo ceremonial o a cómo se pueden vestir en otros territorios o comunidades, pero siempre intenté a través de mi indumentaria, ya sea la joyería o la vestimenta, reivindicar mi existencia, y a través de eso empezó la marca. Tuvo bastante aceptación porque había muchas personas a quienes les pasaba lo mismo, y estaban buscando una manera de moverse de forma diaria en la ciudad con una prenda que los identificara. Y de a poco empecé a expandirlo a los diferentes pueblos indígenas en el territorio chileno, porque sentía que también faltaba información con respecto a ellos, su forma de ver la vida, su cosmovisión.
KUME MONGEN
El concepto de “buen vivir” es común a todos los pueblos indígenas de Latinoamérica (o Abya Yala, el nombre del continente antes de la colonización, como explica Camila). En mapuche, se le llama kume mongen y “tiene que ver con el cuidado de la madre tierra y la existencia de uno mismo y de todos los seres sintientes. El respeto, la reciprocidad dentro de la comunidad, no tomar más allá de lo que uno necesita, la explotación de la tierra”.
¿Cómo percibes el ser una mujer mapuche que vive en la ciudad?
La existencia mapuche tiene que ver con la concepción del kume mongen, vivamos donde vivamos. Por supuesto, las resistencias son diferentes. A veces te cuestionan si eres de la ciudad, si perdiste el apellido, pero es un imaginario que también viene del colonialismo, el creer que si uno es mapuche tiene que andar con la indumentaria tradicional y casi vivir en una ruca. En esta existencia me tocó vivir en la ciudad y la cosmovisión mapuche me sigue habitando, sigo buscando la reconstrucción del buen vivir en la ciudad. Entiendo que en algunas comunidades termina siendo más potente la resistencia porque también hay un estado que violenta por la explotación de ciertos territorios. Tenemos realidades diferentes, porque yo no vivo esas formas de violencia, pero vivo otras.
¿Has sentido discriminación por la visibilización de tu marca e identidad?
La discriminación o el colonialismo siempre están, con distintas formas. Por ejemplo, cuando me dicen: “qué bonito, pero no pareces mapuche”. Esa concepción de la imagen visual o corporalidad de lo que debería ser la persona mapuche. También me han dicho “Me gusta lo tuyo, pero porque eres tú, que no eres como todos los mapuche”. Las comunidades causan un rechazo. Todo eso tiene que ver con la educación y por eso nace la marca a la que le intento dar el enfoque de cuestionarnos de dónde vienen esos aprendizajes e imaginarios. Tiene que ver que lo aprendemos desde la historia en el colegio, pero ¿quién la contó? Siempre hemos tenido un estigma asociado a lo mapuche. Antes éramos los ignorantes, los borrachos y flojos, y hoy en día somos violentos. Pero todo está construido desde una forma que hace que nos veamos así para alguien externo. Por eso uso la marca para compartir información, y agradezco mucho cuando clientes me escriben porque se están cuestionando todo eso.
¿Sientes que has logrado ese propósito?
La verdad es que sí y lo encuentro muy potente. Me siento un medio para comunicar e informar. Personas que se sentían muy sesgadas me escriben a raíz de lo que he ido compartiendo, para agradecer el que ahora se cuestionan, y nos ven de manera distinta.
CISKEW
Ciskew es la mezcla entre los dos apellidos de Camila, Cisterna, y la pronunciación original de Quilaqueo, Külakew.
Además de educar, ¿qué otros logros destacas en relación a la marca?
Lo más bonito ha sido las redes personales que se han generado. Por otro lado, estuve haciendo un diplomado de Memoria, violencia política, y producción cultural en América Latina en la Universidad de Chile, hasta donde llegué gracias a la marca, y el visibilizar las resistencias indígenas. También expuse en Argentina en un seminario de diseño y ahora estoy trabajando con mujeres mapuche en Cañete, capacitándolas para que innoven en sus productos que tienen relación con los oficios ancestrales, telar o ñocha.
¿Trabajas con alguien más en Camila Ciskew?
Soy muy trabajólica y muchas cosas las hago yo misma. Pero por ejemplo, para la serigrafía, trabajo con una mujer de Tomé. Ella nunca había hechos redes con marcas independientes, pero al hacer este cruce de emprendimientos se le abrió ese rubro, algo que me pone muy contenta. Las etiquetas las mando a hacer a otro emprendimiento que se dedica a esto. Los estampados de los pañuelos los externalizo y trato de generar una red de trabajo. El diseño, corte, bordado, confección, los hago por completo. Las telas las compro acá, y trato de que sea todo local. He vendido desde Iquique hasta Puerto Aysén y Coyhaique, pero siempre intento que todo sea desde este territorio.
A principios de año comunicaste en tus redes sociales que tendrías un período de recesión, ¿por qué?
Necesitaba cuidar mi existencia y sobre todo mi espíritu. Estamos en un sistema capitalista angustiante y explotador, soy súper apasionada y me tomo pocos tiempos, porque me gusta mucho lo que hago pero también me agota. Fueron años en que nunca paré, nunca tuve vacaciones y que agradezco mucho que me fuera bien y poder vivir de esto, pero ya me estaba sintiendo agotada, física y espiritualmente. No sabía cuánto me iba a tomar volver a sentirme con energía, y al final fueron casi tres meses. Cuando lo retomé, le di un vuelco a la marca, potenciando la entrega de información, destacando que la prenda es un medio de comunicación y de información, y también reivindicativo porque para mí el vestir es político.
¿En qué está ahora la marca y qué planes tienes?
Estoy expandiendo las prendas a distintos formatos. Ahora lancé pañuelos, porque tenía que ver con la reivindicación de utilizarlos en la cabeza según la cosmovisión mapuche. También me gustaría abordar distintos pueblos indígenas y Abya Yala para poder visibilizarlos a través de indumentaria. Actualmente hago prendas con identidad mapuche, aymara, quechua, y selknam. Ahora quiero trabajar con el pueblo rapa nui, y ahondar en los pueblos indígenas de Brasil. Pero todo eso requiere tiempo desde el estudio, la concentración e inspiración.
Además, cada prenda que te encargan tiene una historia…
Así es. Son prendas que están en el catálogo, pero se puede personalizar color, modelo, cuello, manga, la iconografía y color de esta. Lo que me gusta es que genero un lazo con la clienta desde la primera conversación, y logramos que para ella también tenga una significación. Eso es lo bonito del rescate de trabajar con los pueblos indígenas; el que todo en la vestimenta tiene una simbología. La persona puede no ser mapuche o no ser de un pueblo indígena, pero se lleva un trozo de la cosmovisión real porque comprende que la indumentaria es un todo y tiene una simbología personal. Se llevan el entendimiento de la vivencia de la prenda y logran comprender lo que yo quiero transmitir: el buen vivir.