Viajo dos o tres veces a la semana entre Reñaca y el Sporting y es una maravilla. Uso la pista lenta viendo de reojo el mar rugiendo contra las rocas hasta la Playa Las Salinas. Aquí, se inicia una larga playa, que llega hasta Viña del Mar, con diferentes entretenciones que la gente usa a diario.
Tiene varias entradas para automóviles y lugares para estacionar, bonitos quioscos para servirse un café, un sector de columpios y juegos para niños, y termina con un monumento a nuestro gran Larraguibel.
De regreso, en Viña, en los terrenos donde estaban las compañías Shell, Esso y Mobil, estudian dejarlo como un gran parque. Luego están las instalaciones de la Armada con sus oficinas en edificios de dos o tres pisos y jardines, que termina con una cancha de fútbol empastada.
A la altura de Las Salinas, el regreso empieza pegado a los cerros y sigue con vista también al mar. Creo que es un privilegio vivir en Reñaca, así lo siento y soy feliz.