Referente nacional en educación temprana, el trabajo de esta incansable abogada está enfocado en la importancia de entregar educación de calidad en la primera infancia. A través de la implementación de diversos programas, apunta al rol crucial e insustituible que juega la familia en el desarrollo integral del niño, a la imperiosa creación de colchones de afecto y al fortalecimiento de las habilidades en la crianza. “El mejor capital de un niño es saber que lo quieren incondicionalmente. La educación en edad temprana y con la familia es la única forma que tiene este país para romper con el círculo de la pobreza. Necesitamos invertir en la primera infancia”.
Por Macarena Ríos R./ Fotografías Javiera Díaz de Valdés y gentileza entrevistada
Entre reuniones, charlas, presentaciones y búsqueda de nuevos fondos de financiamiento para la fundación que lidera desde el 2015, Anne se deja la vida. Elegida entre las 100 Mujeres Líderes en 2019, 2022 y 2023 y nombrada Mujer Impacta en 2019, desde su vereda está cambiando el mundo. “Para transformar la vida de las familias chilenas, para mejorar la educación y los niveles socioemocionales de los niños en sus primeros años de vida, debemos potenciar el tejido comunitario y empoderar a las madres no solo en la crianza sino también en el liderazgo”.
Cálida y cercana, Anne nació en Puerto Montt y es mamá de Sofía y Olivia. Nos juntamos un jueves de sol para hablar de un tema que le quita el sueño y por el que se levanta cada mañana: la importancia de invertir y poner las fichas en la educación de la primera infancia. “Educar con amor, con afecto, hablarles a los niños desde que nacen, es vital. Los seis primeros años de vida son trascendentales para el desarrollo posterior. Buscamos que el hogar sea siempre su primera escuela y los padres los primeros educadores de sus hijos”.
¿De dónde viene tu veta social?
Creo que es una vocación del alma que se va construyendo en el camino. Me considero una persona super sensible y eso hace que vea las cosas desde un prisma distinto. Siempre digo que nací en la vereda de la fortuna, tuve agua, tuve gas, tuve techo, tuve familia. Y uno tiene que devolverle la mano a la vida, es más bonita cuando la rozas, cuando la vives más conectada con la realidad. Ser sensible a la vida cuesta, pero es indispensable.
Fue esa sensibilidad y el estar abierta a liderar procesos de cambio lo que la llevó a crear Familias Primero, una iniciativa inspirada en la metodología educativa de la década de los sesenta, Parent Child Home Program, que conoció cuando su marido, el empresario Matías Claro, estaba haciendo un MBA en Políticas Públicas en Harvard y asesoró a una fundación que se dedicaba a esta etapa formativa. “Nos gustó porque involucraba a los padres, al cuidador primario, como principal agente movilizador para las transformaciones en los niños. El rol de la familia es insustituible en su desarrollo integral”.
La fundación busca desarrollar al máximo los talentos de los niños de sectores vulnerables en etapa temprana, ¿en qué consisten las capacitaciones y transferencias de habilidades a esos papás y primeros educadores?
Creemos que se logra articulando a la comunidad, el colegio y la familia. Estos tres entornos tienen que remar hacia un mismo lado para propender al desarrollo del niño de forma integral y no pensar que esta integralidad va a llegar una vez que ingrese al colegio, porque empieza desde que el niño nace. Buscamos que el niño esté en el centro, para que vuele lo más lejos que sus sueños le permitan y para eso necesita referentes emocionales, adultos sólidos que le den el colchón de afectos para sentirse seguro y amado.
¿Cómo ves actualmente la tasa de asistencia de los niños en etapa preescolar?
Es muy baja y ahí tenemos un problema grave, porque la valoración por la educación temprana en Chile, incluyendo prekínder y kínder, todavía no logra los estándares deseados. Los papás no valoran la etapa preescolar como una etapa de aprendizaje, sino que como una guardería. Y es urgente movilizarlos a ellos, que no solo los matriculen, sino que los lleven. En estos espacios, la capacidad de aprendizaje de los niños se ve multiplicada. La asistencia a clases es un predictor súper importante de la trayectoria educativa de una persona, por eso le ponemos tanto foco al hábito y la rutina.
Dentro de los programas de la fundación, ¿cuál es el que más te mueve?
El que más me moviliza es el programa Kinder Power, que son tutorías online personalizadas donde apoyamos a las familias durante todo el año. Entramos a las casas, les damos habilidades y herramientas para que trabajen con sus hijos y vamos viendo un proceso de mejora continua. Con el tiempo, los padres se van dando cuenta de que la estimulación temprana, la nutrición emocional y los vínculos son clave. El desarrollo de los afectos es, finalmente, el gran motor que hace que los seres humanos desarrollen todo su potencial. Lo que se aprende cuando niño te acompaña toda la vida. Ojalá que en cada casa se pudiera instalar una caja de herramientas llena de recomendaciones, consejos y materiales que lleven a los cuidadores a trabajar con sus hijos y potenciar su desarrollo.
LLEGAR A TIEMPO
En estos casi diez años de trayectoria, el financiamiento ha sido una piedra de tope. “Necesitamos que la gente se motive por temas que tienen que ver con resultados futuros, porque los resultados de las intervenciones que nosotros hacemos no se ven mañana, sino que a largo plazo. Es difícil convencer a la gente que lo que tu estás haciendo es, efectivamente, el camino correcto. Un niño que desarrolle sus habilidades socioemocionales va a tener una mejor trayectoria educativa. Como decía Nelson Mandela, la educación es el arma más poderosa y la base de las transformaciones profundas que requiere un país. Lo nuestro es preventivo, es llegar antes”.
El otro desafío ha sido la carga emocional que conlleva su trabajo. “Es difícil trabajar con tanta pobreza. Siempre estás siendo la primera línea de familias que tienen una serie de necesidades y carencias: violencia, monoparentalidad, drogas, abusos. ¿Y sabes qué?, me duele mucho, me duele ver a una mamá que tiene dos niñitas de cuatro y dos años, que vive en una pieza de tres por cuatro con diez perros adentro y que el papá está tomando a las tres de la tarde”.
“El capital cultural en contextos más vulnerables es muy bajo en Chile y es ahí donde estamos trabajando, en fortalecerlo. Las verdaderas transformaciones se producen en la primera infancia y es donde se puede enriquecer ese capital. Tengo la certeza de que es ahí donde se producen los cambios, pero es un tiempo acotado y de ahí la urgencia de llegar a tiempo”.
En el programa Kinder Power, —cuya plataforma EKid ganó un Avonni a la innovación social en 2019—, trabajan con 88 colegios, 1.700 familias y 92 tutoras. “Capacitamos a muchas mamás para que se conviertan en tutoras, las formamos, las potenciamos y les damos herramientas para que ellas ayuden en la formación de sus hijos y se transformen en los primeros educadores de sus hijos, porque las responsabilidades no se pueden transferir”.
¿Cuál es el balance de estos diez años?
Han sido años de mucho trabajo y sacrificio. Es bien duro trabajar en una temática que es poco relevante para el país. Se habla mucho de los niños primero, pero la verdad es que no son importantes en la agenda pública. Tienes que sacarte la mugre por conseguir espacios de visibilización y eso es doloroso. Los niños no marchan, entonces tenemos que buscar mejores maneras de poner sobre la mesa la importancia de la educación temprana y lo transformador que es en la vida de los seres humanos. La única forma de hacer sostenible las transformaciones sociales que más demanda Chile, y que tienen que ver con justicia y equidad, pasan, justamente, por una mejor educación en edad temprana, porque el círculo de la pobreza se rompe con educación. He dado todo lo que puedo, han sido años super bonitos y también cansadores. Mi familia ha crecido con este proyecto.
Si te encontraras con la lámpara de Aladino, ¿qué pedirías?
Que me diera en don de convocar para que la primera infancia sea prioridad nacional. Que me diera el talento, la capacidad y la simpatía de movilizar a todos los chilenos para que deje de estar invisibilizada y que pasemos de los dichos a los hechos. Estamos llenos de eslóganes, siempre usamos la frase de Gabriela Mistral —“los niños hoy, mañana es tarde”—, pero, en concreto, se hace poco, se invierte poco. El presupuesto del estado en educación inicial es mucho más bajo en proporción por habitante versus la educación universitaria. La primera infancia es una etapa clave de la vida, no solo vamos a tener seres humanos más empáticos, felices y seguros, sino que tendremos una sociedad más sólida y con justicia social.