Altas expectativas

Por Marcelo Contreras

ADOLESCENCIA. NETFLIX.

Al alba, un escuadrón de policía irrumpe violentamente en una casa de clase trabajadora británica y detiene al hijo de trece años, acusado de asesinato. La acción transcurre en tiempo real, por lo que no nos enteramos de inmediato quién murió ni los detalles del crimen. Las investigaciones se centran en su escuela, donde también estudiaba la víctima, una alumna de la misma edad apuñalada brutalmente.

El detective a cargo no avanza hasta que su propio hijo, estudiante del mismo recinto, le revela códigos juveniles ligados a redes sociales. En ese mundo virtual, los emojis aparentemente inofensivos tienen otra connotación, una lengua subterránea tan fraternal como corrosiva. Ahí, las agresiones calan en el ánimo y la psiquis de adolescentes que despiertan a la sexualidad en medio de un frágil andamiaje emocional. La serie plantea que algunos varones marginados por sus pares femeninos se consideran víctimas, derivando en comunidades con tintes misóginos como la subcultura incel.

En términos de factura, esta serie dramática de cuatro capítulos es inapelable. La acción en tiempo real exigió, al menos, diez tomas por episodio. Las actuaciones se desarrollan por su naturalidad, en especial Owen Cooper (15) como Jamie Miller, el acusado. Con formación teatral desde 2021, su debut en pantalla es impresionante.

La adolescencia ha generado un fenómeno. La crítica la respalda —91 puntos sobre 100 en Metacritic—, y el primer ministro inglés, Keir Starmer, ordenó que se exhibiera en colegios, tras verla con sus hijos y reunirse con los creadores.

Pero más que encarnar una panacea pedagógica, el fervor institucional por Adolescencia parece una reacción mediática. Que el estreno se conmueva por una serie de ficción que retrata la toxicidad de las redes sociales, suena tardío y oportunista. El debate sobre su impacto en adolescentes lleva años en Gran Bretaña, con estudios, denuncias y regulaciones antes de la llegada de Starmer, como Online Safety Act y Cleanfeed. Por cierto, en el último lustro se han registrado varios hechos de sangre en el Reino Unido, protagonizados por jóvenes en un entorno de RR.SS.

La trama ha conmocionado comprensiblemente a los padres, en cambio, en la creciente masa adulta sin hijos, su impacto es más difuso, no por falta de empatía, sino cierta perplejidad ante esta toma de conciencia gracias a una dramatización sobre la manera en que las relaciones virtuales han distorsionado el mundo real, como si el día a día no fuera prueba suficiente.