Con más de veinte años en el mercado del arte, el papel de esta licenciada en estética ha sido clave en el escenario artístico. Sus ganas de ser un aporte al medio local, su innegable olfato para los negocios y su encantadora personalidad fueron la trilogía perfecta para generar lazos y alianzas estratégicas que permitieron al arte fluir. A la cabeza de la galería La Sala, su papel ha sido crucial en esto de aunar voluntades entre los artistas, el público y el mundo privado, entre los egos y las genialidades. Ella lo tiene claro. Más que claro: “aunque siempre he estado rodeada de un buen equipo, la que vende aquí soy yo”.
Por Macarena Ríos R. /Fotografía Andrea Barceló A.
El lunes 27 de julio, después de ciento veinte días cerrada, la galería La Sala volvió a abrir sus puertas, con mascarillas, alcohol gel y aforo reducido de por medio. “El estallido social y la pandemia no ha sido lo único que he vivido en estos veintidós años. He pasado por varias otras crisis, y siempre hemos salido delante de una u otra forma. Hemos sabido adecuarnos a los tiempos y eso tiene mucho que ver con la creatividad y el esfuerzo. Olvídate lo machaca que puedo llegar a ser en mi trabajo. Soy como un mono porfiado”.
Alejandra Chellew Bulnes cruza el umbral del edificio curvo y luminoso —proyectado por el arquitecto Jorge Figueroa—, con paso elástico. Lleva una polera negra, pantalones de tela ajustados y zapatillas. Tiene el pelo al viento, los ojos alegres y una sonrisa fresca que ha mantenido intacta a lo largo de los años, de las inauguraciones, de los concursos, los proyectos y aniversarios.
“Mi pasión desde siempre ha sido el arte”, dice. “Incluso desde antes de estudiar estética. Obviamente esta pasión se intensificó cuando empecé a trabajar en esto”.
“Esto”, como le dice ella al oficio de galerista, ha implicado un trabajo intenso, constante y perseverante por llevar el arte más allá de las paredes de la propia galería. Por sacarlo a la calle, a las regiones y al mundo. “He hecho muchos proyectos con museos, con corporaciones de arte, con municipalidades, con espacios públicos. Soy una convencida de que el arte debe llegar a la mayor cantidad de personas posibles, por eso desarrollé muchos proyectos fuera de la galería y en regiones”.
LA SALA
Corría el año 1998 y Alejandra, junto a dos amigas —Carolina Weinstein y Alejandra Schaeffer—, y asesoradas por el entonces profesor de estética de la Finis Terra, Cristián Abelli, abrían una galería de arte en el corazón de Alonso de Córdova. “Buscamos un nombre genérico, que no fuera tan pretencioso, y que se prestara para todo: sala, taller, galería. Queríamos que fuera una sala de arte que potenciara a los artistas emergentes. Fue toda una apuesta y el momento justo para entrar en un nicho en donde no había mucha competencia, porque en ese tiempo no existían tantas galerías. La prensa nos apoyó mucho y eso nos catapultó”.
Alejandra hace una pausa. “Me acuerdo que para la inauguración hicimos una colectiva con Andrés Vío, Matías Vergara, Matías Camus, Constanza Mayo, Francisco La Puente, Francisca Valenzuela, la Cata Abott. Lo entretenido de todo esto es que teníamos la misma edad que los artistas, crecimos con ellos, éramos como un equipo”.
Tenías veinticuatro años…
Era una guagua. Desde esa edad, nunca más paré de trabajar. No te puedes imaginar todo lo que hemos hecho. Exposiciones, proyectos culturales, idas fuera de Chile, homenajes a artistas. Las hemos hecho todas.
En ese tiempo, Alejandra se dedicó, en cuerpo y alma, a los proyectos culturales, trabajando con críticos de arte y curadores. Gracias a una notable e intensa gestión, la galería de arte La Sala consiguió varios hitos, como la exposición de María Elena Naveillan en Nueva York y más tarde de la mítica Matilde Pérez en la misma ciudad, la instalación de un mural de Rodrigo Cabezas en la OEA, la exhibición de Bodies and Spirals de Mario Toral en Chicago, y un largo suma y sigue que incluye su presencia en diversas ferias de arte consagradas a nivel mundial.
¿Alguno que recuerdes con mayor cariño?
Me acuerdo cuando trajimos a Guayasamín al Museo de Bellas Artes el 2002. Fue increíble. Hicimos un montón de proyectos culturales que en su minuto fueron inéditos: grafitis, homenajes, charlas en la galería misma, viajamos con artistas fuera de Chile, hicimos los monólogos en la Casa del Lago en Frutillar, trabajamos con cineastas en Matucana100. Abarcamos muchas manifestaciones del arte: teatro, cine, arte objeto, fotografía.
VALORAR EL ARTE
Su casa respira arte. Cómo no. En ella conviven cuadros de estilos tan disímiles como Roser Bru, Matilde Pérez y Guillermo Lorca. “Me encantaría tener muchos más de los que tengo actualmente”, admite, resignada. Un dibujo de Carmen Aldunate, más allá una escultura de María Elena Naveillan, un cuadro de Francisco de la Puente. “Todos los cuadros que tengo en mi casa tienen una historia detrás, hay un cariño, una vivencia”.
¿Te gusta algún estilo en particular?
No tengo un estilo definido en el arte, creo que es un tema tan personal. Es lo que te emociona, lo que te hace sentido. Me gusta, en general, el arte contemporáneo. En mi casa tengo de todo, abstracto, figurativo, dibujos, acuarelas, fotografías, arte cinético, que me encanta. Me gusta el arte luz, con LED.
¿Eso es lo que viene?
El arte lumínico y el arte cinético se han visto con más fuerza estos últimos años. Hay un público que se ha abierto a nuevas tendencias. En el extranjero, las ferias muestran mucho arte abstracto, mucha luz, mucho LED, mucho movimiento en el arte con un juego tremendo de la luz. Es como una especie de arte decoración. La gente joven comenzó a valorar el arte y a comprarlo.
“La gente piensa que lo mío es sacarme fotos y vender un cuadro. No tiene idea del tremendo trabajo que hay detrás de una galería de arte. Es un trabajo muy sacrificado, llevo quince años sola en esto. Te diría que nosotros lanzamos a la mayoría de los artistas que resuenan hoy día”.
Es viernes y acaba de terminar una visita guiada con la artista Berta Íñiguez, cuyos cuadros se pueden ver en la galería virtual también. “Tuve que reestructurar todo el calendario. Yo estoy viviendo el día a día igual que todos”, admite, “aunque en cuarentena me ha ido bien. Potenciamos la página web y retomamos varios proyectos de arte objeto”. Hija del abogado Cecil Chellew y de la fallecida periodista Angélica Bulnes, heredó de ellos el amor al trabajo bien hecho, esto de no rendirse nunca, “¿de dónde crees que lo saqué?”, ríe.
Simpática y entretenida, dice que es una buena época para invertir en arte, que le hubiera encantado estudiar inglés fuera de Chile, “aunque nunca es tarde”, y que la masificación del arte por internet ha derivado en un chileno mucho más preparado.
¿Cómo ves el arte nacional?
El arte chileno está a un nivel superior. Chile tiene unos artistas espectaculares. Tenemos una mina de oro aquí, que por estar en la periferia nos cuesta mostrarlo, pero no es por falta de talento. Por eso me gusta mucho viajar a las ferias de arte con mis artistas, mostrarlos, que la gente sepa quiénes son. Lamentablemente, nos quedamos sin ferias de arte. Este año va a ser imposible ir a alguna de las que íbamos todos los años con los artistas —Arte Bassel, Arte Miami, Arte BA, Buenos Aires Photo, Art Lima—.
¿Cómo se vislumbra el panorama?
El arte claramente va a tener sus efectos colaterales, como en todo, pero para eso hay que trabajar el doble. Si antes los clientes llegaban solos, ahora tendré que ir a buscarlos. Ahí está el punto. Ese es el tema. Ya lo viví. Tendré que hacer lo mismo que hice al principio, cuando abrí la galería, un trabajo muy personalizado de llamar a los clientes, insistirles, mostrarles la galería a través de las redes sociales y conquistarlos de nuevo.
¿Proyectos?
Quiero seguir apoyando el arte emergente, abrir el mercado del arte afuera de Chile, igual como lo hice acá. Pero también me encantaría reanudar las charlas para un público reducido, específico y artístico; reactivar, por ejemplo, las obras de teatro que hice con Héctor Noguera. Salirme un poco de la pintura y la escultura y buscar otro tipo de manifestaciones artísticas como el teatro, la danza, la fotografía, la escritura, el canto. Quiero aprovechar el tremendo espacio físico que tengo, potenciar su amplitud y luminosidad. Imagínate una charla para mujeres empresarias en una galería. Otra cosa, ¿o no?
ENREDOS DE FAMILIA
Así se llama la exposición en conjunto que las artistas Carmen Aldunate y su hija María José Romero acaban de inaugurar y que estará hasta fines de septiembre en la galería. Un diálogo, con más de cuarenta obras, acerca de la pandemia, a través de diferentes técnicas y materialidades, con una cuota de ironía.