Lo que funcionó bien en números en los últimos años no es suficiente si en el camino dejamos atrás a un sector importante de la población. Habrá algunos que todavía querrán defender el statu quo, pero creo que somos más los que estamos dispuestos a avanzar en innovaciones y cambios profundos que hagan de Chile un país más inclusivo y justo.
Desde hace varias décadas, el individualismo está instalado en nuestra sociedad y en nuestra forma de vida. El modelo económico lo promueve, poniendo las necesidades y deseos personales en contraposición a aquellas que consideran el conjunto, la comunidad, el ecosistema.
Tampoco nos cuestionamos si esto era bueno o no, si era lo que más nos convenía como sociedad. Tuvieron que pasar muchos años y un estallido social que nos remeció a todos para darnos cuenta de que algo andaba mal y que salieran a la luz los dolores profundos de Chile.
Desigualdad, abusos e injusticias derivaron en altos niveles de desconfianza hacia el gobierno y las instituciones. El país se dividió en dos, aquellos que históricamente se beneficiaron del modelo y otros que no se sentían parte.
Llegó la pandemia para recordarnos nuestra vulnerabilidad y afectarnos a todos por igual. Hubo que mirar hacia adentro, volver a lo esencial, estar más conscientes y conectados, para darnos cuenta de que la desigualdad no se combate con individualismo, sino que con empatía, generosidad y cooperación.
Creo, sinceramente, que hoy nuestro país es consciente de la necesidad de una transformación y un enfoque colectivo. Lo que funcionó bien en números en los últimos años no es suficiente si en el camino dejamos atrás a un sector importante de la población, ni tampoco todos pudieron acceder a los beneficios de ese crecimiento. Habrá algunos que todavía querrán defender el statu quo, pero creo que somos más los que estamos dispuestos a avanzar en innovaciones y cambios profundos que hagan de Chile un país más inclusivo y justo.
Tenemos ahora más conciencia y también la posibilidad de elegir, pero para eso necesitamos también cambiar el enfoque e incluir nuevas herramientas. Ojalá movernos por el amor, la motivación y el altruismo hacia nosotros mismos y la comunidad, más que por el miedo, la avaricia o el dolor. Comprender que las cosas se consiguen mejor y más efectivamente desde el modelo del cariño y la preocupación por el otro y este principio deberíamos aplicarlo en todo ámbito: relaciones personales, laborales, académicas y sociales.
¿Qué podemos hacer para fomentar conductas altruistas y solidarias? Es cierto que el cambio parte por uno, pero también es necesario que la sociedad lo promueva a través de reglas, normativas, normas culturales y lineamientos. Por eso es fundamental contar con un marco que nos permita seguir avanzando y que sea parte del core de organizaciones públicas y privadas para el logro de sus metas y objetivos.
El gran problema del individualismo es que alimenta la soberbia y, muchas veces, termina aislándonos del resto. Solidaridad, altruismo y generosidad pueden ser motores del cambio que Chile requiere para que prolifere un nuevo modelo de desarrollo que busque el bien común y así podamos vivir en sociedades más justas y constructivas.